Por Erick Yonatan Flores Serrano
Mañana son las elecciones en Perú. Keiko Fujimori llega liderando la intención de voto, cerca de poder ganar en primera vuelta; le siguen Pedro Pablo Kuczynski y Verónika Mendoza, ambos en fuerte competencia por el segundo lugar; y, al final, aparecen Alfredo Barnechea y el expresidente Alan García, rezagados y sin muchas posibilidades de llegar al sillón de Pizarro.
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Aquí los nombres no son importantes, lo importante son las ideas que, traducidas a propuestas, representan cada uno de los contendores. Luego de leer con detenimiento los planes de gobierno de los cinco personajes en cuestión, trataré de explicar las razones que confirman mi escepticismo de cara al futuro gobierno peruano
En primer lugar, aclararé que yo no distingo a los candidatos en base a la vieja dicotomía de “izquierda-derecha”, eso me parece obsoleto. Mi análisis se centra en base a una relación mucho más funcional para fines prácticos, me refiero a la dicotomía que existe entre Estado y mercado. A través de esta relación, es mucho más preciso medir el impacto de las reformas que pueden implementarse en el país.
Esta relación divide a los candidatos en dos grupos: por un lado, los que apuestan por las reformas del libre mercado y, por otro, aquellos que apuestan por el incremento del tamaño del Estado. Yo planteo esta relación porque, si nos fijamos en el contexto internacional, aquellos países que apuestan por las reformas de libre mercado, se sitúan en la vanguardia del crecimiento económico y con esto, concentran los niveles de riqueza y bienestar más altos del mundo. Esto no es una casualidad y se puede concluir que, mientras más libertad económica (mercado) haya, mejor le va a las personas, especialmente a las menos favorecidas.
Volviendo al contexto nacional y usando la dicotomía planteada, el resultado no es demasiado alentador. Con absoluto conocimiento de causa puedo decir que no existe ningún candidato que apueste por las reformas de libre mercado. Entrando en detalle, el plan de gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, por ejemplo, ofrece reducir el IGV (impuesto general a las ventas) del 18% actual al 15%. Esta reforma -según lo especificado en su plan- será gradual, 1% cada año hasta llegar al 15%.
Por otro lado, también ofrece reducir el impuesto a la renta al 10% para aquellas empresas que puedan formalizarse. Estas, a todas luces, son dos reformas que apuntan a liberar la economía, personalmente estoy de acuerdo con bajar (si es posible, desaparecer) todos los impuestos bajo cualquier circunstancia, el problema es que se trata de una rosa en medio del desierto; si revisamos el resto de su programa de gobierno, nos encontramos con demasiadas cosas que tiran al tacho todo lo bueno, hablar directamente de mayores y mejores beneficios laborales, sumando al aumento del salario mínimo, engullen por completo las tímidas reformas que antes señalé. Ergo, es una opción que, valgan verdades, poca novedad y esperanza ofrece.
Otro ejemplo interesante es el que se encuentra en el plan de gobierno de Keiko Fujimori, en donde podemos encontrar una interesante propuesta de promover el emprendimiento a través de la implementación de la metodología del “Doing Business”, elaborado por el Banco Mundial. Por otro lado, la propuesta de “Tributación Cero”, “IGV justo”, la defensoría de las empresas pequeñas y medianas y demás, buscan mejorar las condiciones que enfrentan los empresarios, a fin de facilitarles el camino.
Todo parece color de rosa, pero cuando leemos el documento completo, encontramos que las timoratas reformas económicas que plantea el partido Fuerza Popular no son más que patadas de ahogado. El mar de propuestas que convierten al Estado en un enorme e inútil aparato clientelar son demasiadas. La misma candidata ha dicho, en varias oportunidades que el Estado será tan grande como sea “necesario”. El problema es que, para los políticos, lo necesario es descomunal. Tampoco esta es una opción que ofrezca alguna alternativa diferente.
Ahora, hablar de Verónika Mendoza, Alfredo Barnechea y Alan García, y sus respectivas propuestas, sería un esfuerzo improductivo. Todas, absolutamente todas las propuestas de estos tres personajes, podrían resumirse en un intento de magnificar al Estado. Pareciera que el mercado, para ellos, representa un demonio al cual jamás debemos invocar. La demagogia está repartida por igual en estas tres opciones. Si las dos anteriores poco o nada bueno ofrecen, estas tres tiene las cosas un poco más claras, el problema es que van en dirección contraria.
[adrotate group=”7″]Se acabaron las opciones y una conclusión se asoma: lamentablemente no existe un cambio positivo a la vista. Estatistas suaves y estatistas duros, lo único seguro es el gobierno de lo políticamente correcto, precisamente aquello que tantos problemas genera (y sigue generando) en nuestro país y en toda la región.
Todos nuestros vecinos, sin excepción, ven al Perú como un país que ha podido sacudirse de los polvos del pasado. Y es cierto, salimos del hoyo en el que nos habían dejado los gobiernos del dictador Velasco Alvarado y de Alan García en el siglo pasado. Las reformas de los años noventa ayudaron, en buena medida, a revertir el desastre generado. El problema es que los peruanos (la mayoría, claro está) renegamos de nuestra historia. En vez reclamar la continuidad de las reformas que nos permitieron salir del coma, hoy sólo pedimos dar marcha atrás. El enfermo de diabetes pide más azúcar.
Mañana, domingo 10 de abril, no habrá diferencia entre los verbos: votar y botar será lo mismo. Lo más triste de todo esto es que la gente aún les tiene fe a los políticos, le tiene fe al Estado. Hacer siempre lo mismo, como bien dice Einstein, no nos conduce a resultados distintos. El problema, queridos amigos, es que no tenemos opción. Una vez más y sabiendo de su voracidad, vamos a encargarle la granja a los lobos. El masoquismo político por excelencia.
Erick Yonatan Flores Serrano es el Coordinador General del Instituto Amagi-Huánuco.