EnglishNuevo año, nueva actitud. Así fue para la Presidente de Costa Rica Laura Chinchilla, quien dio su primera rueda de prensa del año el pasado 7 de enero. En veces anteriores la presidente mostraba una actitud animada y confiada, pero en este encuentro, Chinchilla se mostró diferente, respondiendo con cautela las preguntas sobre sus cuatro últimos meses en el poder.
Cuando comenzaron a preguntarle sobre las políticas que tratará implementar en el poco tiempo que le queda, la Jefe de Estado respondió sarcásticamente a un reportero: “Temo mencionarlas porque a veces parece que las personas están esperando a que yo diga ‘esto es lo que quiero’ para que ellos respondan ‘no’.”
Después de mostrarse públicamente indiferente y segura de sí misma durante casi todo su mandato, la respuesta moderada y honesta de Chinchilla sugiere que capaz, hasta ella misma cuenta los días para que se acabe su presidencia, como el resto del país.
Una población decepcionada de Chinchilla marca un giro brusco a su período, que si bien ha sido caracterizado como escandaloso, en sus inicios no fue así. Cuando fue elegida como la primer mujer presidente del país en el 2010, las expectativas fijadas en su gobierno eran realmente altas. Ganó con 47% de los votos y comenzó con un 64% de nivel de popularidad: el optimismo era grande en Costa Rica.
Hoy en día, muchos se avergüenzan de esos recuerdos. La popularidad de Chinchilla ha caído tanto que en una encuesta reciente, publicada en La Nación en julio del 2013, la presidente solo contaba con 9% de popularidad. Actualmente, los niveles de aceptación de Chinchilla son más bajos que cualquiera de los obtenidos por los últimos seis presidentes del país hace dos décadas, y los más bajos que cualquier presidente en el continente reflejados en una encuesta durante el 2012.
Es tan mal vista en Costa Rica, que los ticos comienzan a cuestionar su apoyo a la democracia. Un estudio del 2012 del Proyecto de Opinión Publica de América Latina, realizado por la Universidad de Vanderbilt en Tennessee, reveló que la democracia nunca había tenido tan poco apoyo por los costarricenses desde que el grupo comenzó a recolectar datos en la década de los setenta; e identificaron como causa principal el desempeño percibido de Chinchilla.
Su mandato ha sido tan desastroso que el próximo gobierno heredará una abrumadora lista de pendientes. Y si bien muchos mandatos presidenciales terminan con tareas sin concluir, éste en especial ha sido impresionante.
Hace cuatro años, Chinchilla prometía en su campaña electoral reducir la deuda nacional; sin embargo, los préstamos de Costa Rica no paran de subir bajo su mandato. Un estudio realizado en septiembre por el Instituto Centroamericano para Estudios Fiscales (ICEFI) reveló que Costa Rica tenía la deuda pública más grande de América Central en el 2012, en relación a su PIB; lo que colocaba al país detrás de El Salvador y Panamá.
De acuerdo a este mismo estudio, los gastos del Estado de Costa Rica en comparación con su PIB, son los más altos de América Central. Con un consumo del 25% del PIB total, ICEFI sostiene que “los ingresos por recaudación para el erario público costarricense es estimado en 14,7% de la producción. El faltante de 11,2% del PIB deberá ser cancelado a través de préstamos”.
Moody’s, una de las agencias de calificación de riesgo más grandes del mundo, también calificó negativamente a Costa Rica el año pasado, señalando su enorme deuda nacional, y la incapacidad de Chinchilla para aprobar cualquier reforma fiscal.
Este fracaso en el área fiscal puede ser un tema decisivo en los debates electorales. No obstante, se podría decir que el mayor desafío que enfrenta el país es su rol cambiante, aunque frecuentemente victimizado, frente al tráfico de drogas. En los años recientes, Costa Rica ha sido terreno para una actividad creciente de carteles, a medida que más organizaciones de narcotráfico se aprovechan de la mínima amenaza que supone una nación sin ejército.
Durante la presidencia de Chinchilla, el gobierno de Costa Rica ha confiscado más de 40 toneladas de cocaína; así como otro tipo de drogas, plantas procesadas por cárteles y depósitos manejados por estos mismos grupos durante el 2013, como expliqué en mi artículo anterior. Esta situación, en lugar de reflejar un gobierno proactivo en busca de una solución al problema, muestra en realidad la gravedad del asunto.
Con muchos otros problemas de gran envergadura, la segunda mayor tasa de desempleo en América Latina, el polémico uso del avión privado de Chinchilla para tráfico de drogas y los tantos descuidos medioambientales en un país que en una época se enorgullecía por proteger su ambiente; no hay muchos aspectos positivos que resaltar de los últimos cuatro años.
Incluso aquellos aspectos positivos que sí pudiésemos resaltar – como una reducción importante en la tasa de homicidio y una disminución en casos de violencia contra la mujer en un 53% hace un año – son opacados por la persona en la que se ha convertido Chinchilla, un nombre más que un presidente.
Su legado estará caracterizado por todo lo que no logró y todas las expectativas que dejó sin cumplir. Acusada de tener uno de los gobiernos más corruptos en la historia reciente, su mandato ha tenido que enfrentar más protestas que cualquier otro régimen en los últimos 17 años. Las distintas controversias sobre cómo llevar la nación incluso llevaron a un número sin precedentes de ministros a renunciar a su gabinete.
A pesar de lo que ella logre en estos últimos meses, la salida de Chinchilla de la presidencia será aplaudida a nivel nacional. Y con eso, el nuevo presidente, que asumirá el cargo el 8 de mayo, comenzará con una gran ventaja.
Traducción: Marcela Estrada.