En las encuestas sobre felicidad, Colombia aparece casi siempre en los primeros lugares. Al parecer los colombianos sufrimos muy poco. Una de las claves de la felicidad es no preocuparse, tomar los asuntos más a la ligera, y eso sí que lo estamos aplicando bien por estos días. Sin embargo, darle a las cosas la importancia necesaria es fundamental, de lo contrario, cuando menos pensemos, la situación se nos habrá salido de las manos.
Y es eso exactamente lo que ha pasado respecto al acuerdo Santos-FARC. Durante los últimos meses los colombianos hemos recibido noticias terribles. Sin embargo, para muchos, la cosa no es tan alarmante y solo hablamos de unos cuantos extremistas con mochilas y pelo largo, que no van a ser mayor problema. Lo cierto es que el asunto ya se nos salió de las manos y muchos aún no se han dado cuenta.
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Los mismos asesinos que durante más de 50 años han delinquido y llevado a cabo los más crueles asesinatos, van a terminar pagando “Senado por cárcel”. Aún si no consiguen votos, los señores de las FARC tendrán aseguradas sus curúles en el congreso durante dos periodos. Hay quienes dicen: prefiero verlos en el gobierno que matando gente en el campo. Pero es que ni lo uno, ni lo otro.
Quien en este momento se atreva a decir que a Colombia ha llegado la paz, es porque no tiene información o porque no le importa faltar a la verdad. La situación es la misma, las cifras de violencia son prácticamente iguales en 2015 y 2016, en Colombia, la tasa de homicidios se estancó en los últimos dos años. En las zonas claves para el narcotráfico los civiles siguen siendo extorsionados por la misma gente.
Pero, además, ¿acaso es poca cosa tener a los guerrilleros de las FARC legislando? Desde luego que no. Tener las instituciones llenas de delincuentes y socialistas no es algo para tomar a la ligera. Las curules en el congreso son tan importantes, y representan tanto para estos terroristas, que se han pasado la vida persiguiendo eso.
En este momento asistimos en Colombia a un acto lamentable, las FARC por fin consiguieron lo que durante más de 50 años estuvieron buscando: el poder. Se equivocan quienes creen que estos señores se han arrepentido. Quien siente remordimiento deja de cometer el acto en cuestión y pide perdón. Los delincuentes de las FARC no han hecho ni lo uno, ni lo otro.
¿Cómo es que a alguien le puede parecer poca cosa que guerrilleros comunistas estén negociando, por ejemplo, la política agraria del país? ¿Será tal vez que la sociedad colombiana no ha dimensionado la gravedad del asunto? En Colombia, el gobierno de Juan Manuel Santos, ha pactado con las FARC una reforma para transformar el campo porque a los guerrilleros les parece que la tierra no está bien distribuida.
Tres millones de hectáreas de tierra cultivable irán a parar a un “fondo de tierras” que será distribuido, entre quienes el gobierno considere, para acabar con la “concentración” en el campo que tanto le molesta a las FARC. Para conseguir estas hectáreas se utilizarán diferentes mecanismos, entre ellos, por ejemplo, si una tierra no está siendo “bien” utilizada podrá ser expropiada. Se aplicará la expropiación cuando no se cumpla con la “función social y ambiental” de la tierra.
¿Es eso menos grave? ¿Es poca cosa que en Colombia se esté hablando de expropiar? Los asesinos de las FARC, que no tienen representatividad alguna, que durante décadas han sembrado el terror en el país, ahora negocian a puerta cerrada con el presidente y el Ministerio, la política agraria del país. Que no es otra que la idea comunista de siempre: repartir pequeños pedazos de tierra, so pretexto de querer ayudar a los pobres, y terminar acabando con toda la riqueza mientras se expropia.
Hay quienes con buenas intenciones creen que está bien repartir tierras a los más necesitados aún si eso significa expropiar. Sin embargo tal idea es perjudicial para toda la sociedad, además de ser inmoral. Robar nunca va a estar bien, y eso es la expropiación. Quienes apoyan ese tipo de medidas deben tener en cuenta que gana mucho más un campesino contratado por una gran empresa de agricultura que tiene una alta productividad y grandes economías de escala, que una persona a la que le regalan una pequeña parcela y se dedica a cultivar con sus manos.
No podemos caer en sentimentalismo baratos y sin fundamentos económicos. La capitalización y la inversión privada son las fuentes de la riqueza. Los países con mayores niveles de vida no son aquellos en los que se redistribuye la riqueza y la tierra y en los que hay una economía de pequeños y medianos productores. La gente goza de mayor bienestar en los lugares donde hay más libertad económica y mayor capitalización.
Entonces, que las FARC estén influyendo en la política, la economía y el plan de desarrollo de un país, no es poca cosa. Así como no es poca cosa que en Colombia se acabe con la igualdad ante la ley y que estos señores terminen sin pagar por sus delitos. Recordemos que el nivel de violencia de una sociedad está relacionado con el grado de impunidad de la misma. En los lugares donde la gente sabe que cometer un delito trae consecuencias, la violencia es más baja. En Colombia lo único que estamos haciendo es aumentar los incentivos para que los delincuentes eleven su grado de criminalidad.
Es hora de que los colombianos empecemos a darle a este asunto la importancia que merece. Santos se burló de la sociedad cuando decidió ignorar el resultado del plebiscito, ahora negocia la política económica y agraria del país con guerrilleros comunistas y, además, los pone a legislar. Es momento de que hagamos lo necesario para deshacer el acuerdo Santos-FARC.