EnglishEn igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”.
Guillermo de Ockham, Principio de la Parsimonia.
¿Por qué no se consiguen las cosas? Es muy difícil de explicar. Comprendo que estén molestos, pero no le pueden dar argumentos a la oligarquía. Es cuestión de estar unidos (…) es posible otra economía, la economía comunal, la de los pequeños productores (…) No darle los recursos a esos estafadores (los empresarios). Con nosotros hacen también la cola, pero al menos al final no se paga tanto…
Bombardeo de mensajes. Como todos los venezolanos, acogotados por una inflación desatada, por una escasez cada vez más intensa, por la desesperación de lo que puede venir en el país pionero del “Socialismo del Siglo XXI”, una de mis cuñadas decidió acudir, el sábado en la mañana, a una “jornada comunitaria de abastecimiento” en una barriada popular del centro de Caracas. Lo hizo porque, le dijeron, habría carne, pescado, charcutería y pollo. Llegó a las 6 de la mañana, tenía el número 250 y aguantó siete horas en una fila. Quien esto les escribe la acompañó en el tramo final, de aproximadamente dos horas, por curiosidad.
Lo que sigue, es un intento de describir lo que vive un venezolano de estos tiempos en esos operativos. Digo “intento” porque tampoco es fácil encontrar las palabras exactas. Y no consigo mejor descripción, mejor título, que uno que es general para la gran mayoría (por no decir todas) de las iniciativas del “chavismo”: un disparate empapelado de propaganda.
Desde la entrada se perciben las intenciones de la “jornada comunitaria”: En la puerta del galpón destinado a la venta de los productos a precios “solidarios”, sendos carteles con fotos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro advierten: “Sin ellos no hubiera sido posible esta venta”.
Lo mismo se repite adentro. Literalmente, no hay un solo metro cuadrado del galpón semiderruido que no tenga una foto de Chávez o de Maduro, un “pensamiento” de Chávez o una foto de Chávez con Fidel Castro, quizás para justificar que en medio de la crisis que vive Venezuela, se hayan publicado fotos de Maduro con Castro en La Habana en el cumpleaños 89 del dictador. No fue solo, lo acompañaban su esposa y otros funcionarios, con cargo, se presume con casi total certeza, al erario de la misma nación en la que los niños enfermos de cáncer tienen que salir del hospital a protestar a la calle porque no tienen quimioterapias.
“Ustedes van a poder comprar pescado, el camión de la carne no vino, se volcó en el camino (…) allá adentro hay curvina, pargo, sardina, caballa…”, dice uno de los organizadores de la fila. Esta es la primera decepción para los asistentes. Ni carne, ni charcutería, ni pollo, ni curvina ni pargo, buenos pescados blancos; solo caballas y sardinas, sin tanto descuento (a mitad de precio en relación a los mercados).
La segunda: Una vez que entran al galpón no hay acceso directo a las compras, sino a un nuevo grupo de sillas, en las cuales la gente recibe mensajes como los que leen en el primer párrafo de esta nota. ¿Aplausos? Solo de los que organizan el operativo, un consejo comunal de la zona. En el resto de la gente reina la apatía, que se vuelve clara animadversión, en su mayoría, cuando se ve lo que se puede “comprar”: Papas (un kilo por persona, elegido no por uno sino por la que los entrega, con papas feas y verdes); zanahoria (más o menos lo mismo); unos tomates que dan entre repulsión y vergüenza, mientras cajas llenas de tomates, bonitos y rojos se apilan en una pared.
¿Para cuándo los venden?, pregunto. “Después”, me contestan. Sospecho que los quieren vender por cuenta propia en un mercado, y lo mismo sospecha el resto de la gente. Unos pimentones que dan pena, parecen ajíes de lo pequeños que son. Me dan tres micropimentones, no más. Y jugos y avena (no la escasa leche) “Los Andes”, una marca expropiada que antes era omnipresente y ahora solo aparece en este tipo de operativos. Pinchen el enlace y vean a qué se dedica la web de una empresa láctea: A la propaganda, otra vez.
La mujer que maneja el megáfono en ese momento grita “estos son los logros de la economía comunal. Vamos creciendo”. Cuando Raúl Castro decía en 2010 “cada día, Venezuela y Cuba son más la misma cosa”, ni la mente más calenturienta podía imaginarse una experiencia como la vivida por este cronista el sábado en la mañana. Pero decía la verdad. Dios mío, si esto es lo que puede ofrecer el socialismo, vamos a morir de hambre.
La gente rumiaba su rabia, pero en voz baja. “Esto no sirve”, “no se puede perder una mañana para esto”. Pero nadie se alzaba. Sabe que quienes lo hagan, como en todos los buenos fascismos, son “enemigos de la Patria” y por lo mismo, sujetos de carcelazos. Protestar en las colas es rebelión. Y el mismo Gobierno tan ineficiente para todo lo demás, es muy eficiente para reprimir.
Pese a ello, el ambiente general del país es de insurrección. Lo advertía hace días Provea, lo sabe Maduro y lo sabían los del consejo comunal, que decían, como disculpándose: “Nadie puede desesperarse. Es momento de estar unidos. Estamos enfrentando una guerra económica. Es muy difícil de explicar”.
Por supuesto, camarada, es muy difícil de explicar. Es muy difícil de explicar cómo la bonanza petrolera más grande de la historia del país terminó en este naufragio, en este Haití sin terremoto; es muy difícil explicar el evidente enriquecimiento de la Nomenklatura chavista; es muy difícil explicarle a la gente porqué, luego de seis horas de cola, no llega la carne, ni el pollo, sino unos vegetales, pocos y podridos. ¿Cuánto aguantará esto? Es incierto, pero no parece que mucho. Comida, está claro, no hay.
Es muy difícil explicar el Socialismo, sencillamente, porque no funcionó jamás en ninguna parte. En cambio, el capitalismo se explica solo, como me lo decía una señora: “Hace 30 años, aquí había un supermercado. Uno elegía lo que quería, y lo pagaba barato”.
Y eso que aquella Venezuela no era el Paraíso, pero esta, comparada con aquella, es, definitivamente, el Infierno en la Tierra. Intentan, de la manera más miserable, más ruin, atar el hambre al voto, pero con una comida tan mala, la propaganda se vuelve todo lo contrario: Contrapropaganda.
Nota del Editor: El autor de este artículo solicitó expresamente no ser identificado por temor a posibles represalias.