EnglishEste martes inició en la Asamblea Nacional de Diputados de Panamá la discusión sobre la conveniencia del proceso de regularización migratoria denominado Crisol de Razas. El décimo quinto y último proceso de este tipo se llevará a cabo del dos al 12 de octubre próximo.

Del debate entre detractores y partidarios emana un reto para la República: No dar cabida ni respaldo a las actitudes xenófobas, ni empapar el proceso de inmigración legal que permite, en parte, el crecimiento sostenido de la economía nacional.
Desde la colonización, Panamá creció como un puerto comercial, un punto de convergencia mundial, y tal condición se expresa aún en su carácter económico y en el mestizaje étnico de los nacionales.
Sin embargo, parece que ciertos sectores quieren los privilegios de un mercado laboral controlado, que dé preferencia a los panameños, mientras gozan de los beneficios económicos y de la calidad de vida que sólo se ofrece —y se ha alcanzado— a través de la libre competencia.
La batalla por el Crisol
A través del Crisol de Razas, desde 2010 Panamá le ha brindado la residencia legal a 48.000 extranjeros que permanecían en el país de forma ilegal. También por ese concepto el Tesoro Nacional ha percibido US$50 millones.
Pero el pasado 8 de septiembre, la ministra de Relaciones Exteriores, Isabel Saint Malo, confirmó que esta sería la última jornada. Las presiones sociales y legales en contra del procedimiento podrían haber jugado a favor.
El anteproyecto (número 101) introducido el 15 de septiembre en la Asamblea Nacional por el opositor Partido Revolucionario Democrático propone cambios a la regularización de indocumentados y un nuevo Código Migratorio. En un comunicado, la facción expresa que la reforma es la “solución al problema laboral migratorio que sufre el país, dada la excesiva liberalización con la que se ha regulado la expedición de residencias temporales y permisos laborales a extranjeros”.
El uso de frases como “invasión de extranjeros”o “quitar empleos” han develado una cara oscura que los inmigrantes no conocían en los siempre calurosos panameños.
Otras voces de la sociedad civil tienen exigencias similares, como el movimiento juvenil Panamá para los panameños, la Federación de Asociaciones Profesionales de Panamá (FEDAP), y la Comisión de Derecho Migratorio del Colegio Nacional de Abogados (CNA).
Los primeros expresaron a principios de septiembre en la voz de Rogelio Quinn, uno de sus dirigentes: “Vamos a demostrar nuestro descontento con esa política migratoria ilegal y la vamos a erradicar de forma definitiva”.
Luis Chen, presidente de la FEDAP, también indicó: “Los panameños no resistimos más esta invasión de extranjeros que llegan ilegalmente a Panamá a desplazarnos de los puestos de trabajo. Los panameños de todos los niveles de trabajo tenemos que despertar y defender nuestro derecho al trabajo”.
Tales comentarios han despertado sensibilidades entre los extranjeros que habitan Panamá y sus nacionales. El uso de frases como “invasión de extranjeros”o “quitar empleos” han develado una cara oscura que los inmigrantes no conocían en los siempre calurosos panameños.
También se ha intentado vender que el aumento del crimen en la Ciudad de Panamá se debe al crecimiento de la población extranjera. Ante eso, Javier Carrillo, director del Servicio Nacional de Migración, indicó que de las casi 50.000 personas legalizadas a través del Crisol, desde 2010, sólo nueve han cometido delitos hasta la fecha.
Priorizar: prosperidad vs. nacionalismo
La polarización que generó el debate entorno al Crisol de Razas ha calentado, sobre todo en las redes sociales, una disputa sobre la conveniencia de la inmigración para Panamá y las consecuencias que esta ha generado sobre el país.
Al cierre de 2013 se calculaba que Panamá tenía una población de 3.864.170 personas, con densidad poblacional moderada, 51 habitantes por km2, menor concentración que países como Costa Rica y México. Aunque no hay cifras oficiales actualizadas, diversos organismos calculan que los extranjeros comprenden cerca del 8% de la población de Panamá. Todavía el asunto no llega a invasión.
A su vez, en los últimos años el país ha sido protagonista de un crecimiento económico acelerado: un 8% anual entre 2006 y 2012, y una perspectiva mayor al 6% para 2013. El país ocupa el puesto número 55 de los 184 que evalúa Doing Business, del Banco Mundial, en su escala de facilidad para hacer negocios (subió seis puestos en un año), y es el cuarto país de América Latina en ese índice. Además tiene una categoría de ingresos altos medios, y goza de una buena tasa de ocupación: 4,3% de desempleo para marzo de 2014.
Los panameños tienen que estar dispuestos a competir en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos del mundo si quieren más prosperidad para su país.
Pero todavía muchos panameños se preguntan por qué siguen recibiendo inmigración. Los datos de la salud económica de Panamá, así como las condiciones de vida que ofrece a los trabajadores son una gran promesa para personas de Nicaragua, El Salvador, Colombia, y Venezuela. Su fertilidad en cuanto a negocios es también del gusto de inversores de países con mayor poder adquisitivo, como Estados Unidos, España, Holanda e Italia.
Creo que nadie justifica el trabajo de las personas que viven ilegalmente en el territorio, y reciben sueldos más bajos que quienes poseen su documentación al día. Es inhumano y genera una competencia desleal. Pero si los panameños quieren que su economía siga en crecimiento, la apertura y la legalización expedita de los inmigrantes trabajadores es lo único que garantiza que las personas más competentes ocupen las vacantes de trabajo, independientemente de su nacionalidad, y den los mejores resultados.
Los panameños tienen que estar dispuestos a competir en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos del mundo si quieren más prosperidad para su país.
Hasta un punto se justifica el proteccionismo, para fomentar la capacitación y profesionalización, pero a la vez, los buenos resultados económicos que vienen con la la libre competencia en el mercado laboral generan salud en el sector productivo y mayor cantidad de empleo para todos.
La presencia actual de los inmigrantes se explica, y explicará, por algo natural: el humano se moverá siempre a los lugares donde pueda encontrar mejores oportunidades de vida.
Los panameños no pueden permitir que éste sea el comienzo de una mayor burocracia migratoria, y que se cierren las puertas a grupos que colaborarían con el desarrollo del país.
Asimismo, no pueden dejar que la discusión en torno al Crisol se convierta en una fuente de xenofobia, rechazo, y lenguaje ofensivo en contra de los extranjeros, que en su mayoría desean ver a Panamá florecer, mejorar y ofrecer lo mejor para todos los hijos que nazcan en esta república (independientemente de la nacionalidad de sus padres).
La presencia actual de los inmigrantes se explica, y explicará, por algo natural: el humano se moverá siempre a los lugares donde pueda encontrar mejores oportunidades de vida. Parece increíble que en el siglo XXI no se entienda aún lo siguiente: Nadie se muda a otro país, a vivir lejos de su familia y de su entorno natural, por puro gusto, y mucho menos si en su destino no habrá oportunidades.
Panamá, como otros países de América (Argentina, Brasil, Venezuela, Estados Unidos), es testigo de los resultados positivos de la inmigración sustentada, y con ello me refiero a una inmigración que ofrece oportunidades, emprendimiento, más que crecimiento de la economía informal (que es indeseable).
Estoy segura de que Nueva York no fuera la que hoy conocemos si no fuera por los extranjeros, y creo que Panamá tampoco. No hay nada de ofensivo en eso.