English Por James Bargent
El hombre más poderoso en El Salvador es una sombra.
El “Comandante Ramiro” no estuvo en las fotos oficiales del primero de junio, durante el juramento del nuevo presidente de El Salvador, ni su nombre apareció en ninguna nota de prensa.
“Ramiro” es el nombre de guerra de José Luis Merino, un comandante de la guerrilla marxista convertido en mandarín político y jefe del submundo del presidente. Merino administra cientos de millones de petrodólares venezolanos por los cuales no debe rendir cuentas. Una combinación que lo convierte en un “creador de reyes” en San Salvador, y eso tiene a mucha gente preocupada.
Merino cuenta con una extensa red de contactos sospechosos en toda la región, lo cual lo convierte en el vínculo entre los funcionarios corruptos del gobierno y el mundo del hampa latinoamericano, con el potencial de socavar el proceso democrático en un país de América Central cuyo pasado es turbulento.
“Es un elemento más que es capaz de llevar a cabo actividades criminales bajo el patrocinio o el control del Estado, y me parece muy preocupante”, dijo Douglas Farah, escritor y analista de seguridad, quien testificó en febrero de este año sobre las actividades de Merino ante el Subcomité de Asuntos Exteriores sobre Terrorismo de la Cámara de Representantes del Congreso Estados Unidos.
Bajo, gordo, y vestido de manera casual con camisa de manga corta, Merino es un espectáculo sin pretensiones. Su partido, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), insiste en que es una persona sencilla a quien las fuerzas reaccionarias han presentado falsamente como un monstruo comunista.
La Embajada de EE.UU. no piensa lo mismo. Los diplomáticos estadounidenses lo describen como un “sombrío caudillo político [marxista] de línea dura”, mientras que sus rivales políticos dicen que es un “gangster”.
Las conexiones de Merino con el gobierno de Venezuela —y el acceso a los petrodólares venezolanos que esto facilita— son la fuente de gran parte de su poder.
Él controla la empresa llamada ALBA Petróleos, cuya propiedad es del FMLN y del gobierno venezolano, que vende petróleo venezolano a precios de descuento. Las finanzas del ALBA son mantenidas en secreto, pero la empresa mantiene el control sobre cientos de millones de dólares en inversiones sociales y comerciales.
En su papel como “asesor” del ALBA, Merino ha enfrentado acusaciones de lavado de dinero, corrupción, y uso de utilidades de la compañía para comprar votos e influencia.
“Probablemente sea la persona más poderosa en el gobierno, tal vez incluso más que [el presidente salvadoreño] Sánchez Cerén, debido a la influencia económica que ejerce”, dijo Farah.
¿Será que Merino va a ejercer esta influencia para guiar al país por la senda moderada y pluralista descrita en la retórica electoral del nuevo presidente? ¿O la utilizará para asegurar el poder político y económico a largo plazo para él y sus aliados?
Su pasado podría asomar algunas pistas.
Nacido en la pobreza en la ciudad de Santa Tecla, en 1953, la madre de Merino tenía 15 años y su padre era un trabajador agrícola itinerante. Trabajando como ayudante de mecánico, Merino, entonces de 15 años, se unió al Partido Revolucionario Marxista 9 de Mayo, y comenzó su camino que lo llevó a dirigir el ala armada del Partido Comunista durante la guerra civil de 13 años de El Salvador, la cual finalizó en 1992.
Educado en la Rusia soviética y entrenado en la guerra de guerrillas en Cuba y Vietnam, Merino se convirtió en un comandante rebelde calificado. Dirigía a cientos de combatientes rurales y a una red de guerrilla urbana que llevó a cabo una serie de infames secuestros e importantes ataques con bombas. Documentos de inteligencia salvadoreños señalan a Merino como el líder, así como también lo hacen los militantes.
Merino ocupó un lugar destacado en los 10 años de comunicaciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con el gobierno colombiano, restauradas en 2008. En éstas, él es una conexión clave para ayudar a construir una red de apoyo político regional, utilizar su red de contactos para acuerdos de lavado de dinero de millones de dólares, y proveer armas sofisticadas al grupo guerrillero.
La democracia, dijo Merino ominosamente al sitio de noticias El Faro en 2005, no es más que un trampolín al socialismo. La plataforma electoral moderada del FMLN —que en 2009 llevó a la elección del predecesor de Sánchez Cerén, el centrista Mauricio Funes— fue un movimiento estratégico.
“Para nosotros, este programa es táctico, las grandes guerras se componen de una sucesión de batallas, al ganar los corazones y las mentes de las personas” , dijo.
Sánchez Cerén y Merino han restado importancia a sus credenciales de línea dura antes y después de las elecciones que el FMLN ganó por una diferencia del 0,2% de los votos. El presidente ha nombrado a los moderados al gobierno y le tendió una mano a la oposición y al sector privado.
“Es un enfoque muy pragmático, dada la estrechez del margen electoral”, dijo Cynthia Arnson, directora del Programa de América Latina del Centro Woodrow Wilson.
Arnson cree que el nuevo gobierno va a ser cauteloso en mantener los contactos del bajo mundo, así como su relación con las FARC. “El gobierno de El Salvador sabe que tiene mucho que perder al entrar en conflicto con el gobierno de Estados Unidos sobre este tema”, dijo.
Otros no son tan optimistas. Las investigaciones de Farah sugieren que Merino todavía trabaja en estrecha colaboración con las FARC y que mantiene su red de contactos del bajo mundo. También cree que el cortejo de Merino con el sector privado es parte de un plan para neutralizar a la oposición con incentivos financieros de los fondos del ALBA.
Farah cree que el modelo es una variante local del “socialismo del siglo XXI” de Venezuela y Nicaragua, donde las reformas sociales y la reducción de la pobreza acompañaron a las acusaciones de autoritarismo rastrero, corrupción rampante, y confabulación criminal.
¿Y en cuanto a la democracia? Es solo un camino hacia el poder.
Este artículo fue publicado originalmente en InterAmerican Security Watch.