EnglishConsejos iniciales
En la mente del difunto comandante se mezclaban tesis provenientes de distintas ideologías políticas: populismo, nacionalismo, agrarismo, indigenismo, marxismo, nasserismo. Sin embargo, una prevalecía sobre las demás: el rechazo al Estado y a la República Liberal, esencial para los marxistas. Demolerlos fue el propósito que lo obsesionó. Le resultaba inadmisible la independencia y el equilibrio de los poderes públicos, la existencia de medios de comunicación independientes, organizaciones sociales claramente diferenciadas del Estado y con capacidad para frenar los desmanes del Poder, universidades autónomas.

El patrón más cercano que tenía era Cuba y su líder emblemático, Fidel Castro. El sistema organizado en la isla caribeña por la Unión Soviética y los países de Europa oriental, se convirtió en el modelo típico ideal –según la expresión de Max Weber- de un régimen totalitario dirigido por un líder carismático apoyado en una camarilla de subalternos incondicionales. Las primeras recomendaciones de Castro apuntaron en esa dirección: le propuso que demoliera la democracia liberal, que acabara con las instituciones que se habían creado y fortalecido a partir del 23 de enero de 1958 cuando fue derrocado el dictador Marcos Pérez Jiménez y comenzó el largo ciclo democrático en Venezuela.
Hugo Chávez murió sin haber visto consolidado su proyecto totalitario. La refundación de la República, la destrucción del capitalismo y de la democracia representativa, y su sustitución por el socialismo y la democracia directa, quedaron inconclusas. La fuerte resistencia que le opuso el país impidió que se reprodujera plenamente el esquema fidelista, lo cual no significa que haya fracasado en la construcción de un orden institucional que incorporó la mayoría de las piezas que él diseñó.
Objetivo: mantener el Poder
Nicolás Maduro no logró aprender las enseñanzas -siempre confusas y desarticuladas- del maestro, y, además, carece de fuerza para compactar al chavismo en torno de ideales utópicos. El heredero sabe que a duras penas logrará sobrevivir en medio de las turbulencias que le rodean. El socialismo del siglo XXI, el Estado Comunal, la democracia participativa y protagónica, quedaron para inaugurar actos oficiales y recordar la memoria del líder fallecido. Pero, perdieron todo encanto y capacidad movilizadora. Maduro no puede imprimirles ese sello.
El Partido Unido Socialista de Venezuela (PSUV) se organiza ahora fundamentalmente para ganar elecciones, sobornar, intimidar y chantajear a los votantes, pero no para construir la nueva república socialista edificada, a partir de los despojos de la democracia burguesa, tal como imaginó el Presidente desaparecido. Lo que persigue la camarilla gobernante es mantenerse en Miraflores (el palacio de gobierno) sin contar con la presencia del carismático líder fundador. Hoy, lo que vemos es un régimen caótico y averiado -que carece de un proyecto doctrinario definido, aunque esté ensamblado con diferentes ideologías- y que no posee respuestas eficaces frente a la grave situación global que vive la nación.
El colapso económico
El Gobierno no sabe cómo resolver los graves problemas económicos. Nelson Merentes, ministro de Finanzas, con una visión pragmática, reconoce la profundidad de la crisis, admite que los logros del Ejecutivo han sido escasos, propone modificar la Ley de Ilícitos Cambiarios para limar sus aristas más punitivas, permitir la reapertura de las casas de bolsa, cerradas en 2010, incrementar la oferta de divisas y reducir la gigantesca brecha entre el dólar oficial y el paralelo, causa principalísima de la escalada inflacionaria (el dólar oficial se cotiza a Bs. 6,30; el paralelo, por encima de Bs. 40). Los dólares deben fluir. Cadivi no es suficiente.
La preocupación del ministro no consigue eco. El diputado del PSUV, Ricardo Sanguino, impide que en la Asamblea Nacional se debata acerca de la situación económica porque según su partido “aquí no hay crisis”. Todo es un invento de la derecha para desestabilizar al Gobierno y forma parte del “plan colapso total” denunciado por Nicolás Maduro en repetidas ocasiones durante las recientes semanas. Merentes no posee suficiente musculatura dentro del Gabinete para dinamizar sus proposiciones. No consigue aliados que respalden su posición. Da la impresión de que la ortodoxia marxista, liderada por Jorge Giordani, sigue teniendo un peso determinante en las decisiones económicas que se adoptan.
Mientras tanto, de acuerdo con el Banco Central de Venezuela (BCV) la inflación desde agosto de 2012 hasta la presente fecha, se encaramó en 45,4%; la inflación en 2013 se acercará a 50%; el diferencial cambiario entre el dólar oficial y el paralelo es superior a 700%, el mayor en toda la historia nacional; la inversión foránea en Venezuela es la más baja de América de Sur.
Consejos en el nuevo cuadro
Los problemas de todo orden desbordaron a Maduro y su precario gobierno. En Venezuela el aparato económico fue destruido, la inflación es la más elevada del continente, la capacidad de enfrentarla mediante el incremento de las importaciones masivas se redujo porque la producción de petróleo ha mermado, los servicios públicos atraviesan una severa crisis, el hampa y la inseguridad personal convirtieron a la nación en una de las más peligrosas del planeta, en las cárceles los reclusos se matan entre sí a mansalva.
Frente a este pandemonio, la única respuesta que logra articular Maduro y sus colaboradores, en medio del desconcierto, es la que les recomiendan los cubanos: más represión y hostigamiento a la oposición, mayores controles, más hegemonía comunicacional a fin de impedir que la realidad se conozca y reducir el impacto de la escasez, la inflación, la inseguridad y el colapso eléctrico.
Desde el 10 de diciembre de 2012, cuando quedó encargado de la Presidencia de la República hasta la actualidad, Maduro ha “develado” 19 planes conspirativos concebidos para acabar con su administración. Los cubanos le aconsejaron decir que todos los graves déficits del país son producto de un saboteo orquestado por la oposición. Los recurrentes apagones son debido al “golpe eléctrico”; la escasez y la inflación, producto de la “guerra económica”; el deterioro de los servicios públicos, ocasionado por el “saboteo de los fascistas”.
Extraño el país diseñado por los fidelistas: después de quince años gobernando el chavismo, los responsables de la crisis son los dirigentes de la oposición.