EnglishEl sindicalismo promovido por el gobierno socialista de Venezuela ha resultado una forma de agruparse, no para estimular la producción y la productividad y luego repartir entre el capital y el trabajo los beneficios derivados de ese incremento, sino para arruinar las empresas, sean estas públicas o privadas.
Los ejemplos abundan. Helados EFE, Coca Cola FEMSA, Toyota, las industrias de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), particularmente Ferrominera, son algunas de las víctimas de ese sindicalismo depredador y gansteril, suerte de bazar ideológico con trazos de marxismo, anarcosindicalismo y cheguevarismo, expresión de una cultura cuidadosamente elaborada para combatir y exprimir las empresas, en el caso de las industrias privadas, y ordeñar la ubre del Estado, en el segmento de las empresas públicas, y, por encima de todo, enriquecer la aristocracia sindical protegida por el Gobierno.
El Fracaso de la Vía Electoral y la Nueva Estrategia
El régimen que se instala el 2 de febrero de 1999, con Hugo Chávez como Presidente, intenta desde sus inicios capturar y someter al movimiento obrero organizado. Es precisamente en este campo donde sufre sus primeras derrotas en aquella fase inicial, cuando vivía uno de sus momento de mayor popularidad.
En diciembre del año 2000, a través del Referendo Sindical o Consulta sobre la Renovación de la Dirigencia Sindical, trata de deslegitimar y sustituir la directiva de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) para entronizar a sus aliados y militantes dentro de la Confederación. En esta consulta de carácter nacional (y no solo de los trabajadores), además de que apenas logró movilizar un pequeño sector de la población inscrita en el Registro Electoral para que fuese a votar (23.5%), no obtuvo el objetivo de salir de los dirigentes de a Confederación. Estos fueron ratificados.
Luego, en 2001, Carlos Ortega, destacado dirigente de la Federación de Trabajadores Petroleros (FEDEPETROL) y de la oposición democrática, compite por la presidencia de la CTV con Aristóbulo Istúriz, conocido dirigente político dcl chavismo. Ortega le propina una paliza a Istúriz. En vista de esos reveses sucesivos y dolorosos, el Gobierno opta por una nueva estrategia que tendrá dos líneas de acción: crear organizaciones paralelas a los sindicatos donde no triunfa por la vía electoral y dejar languidecer las organizaciones sindicales autónomas.
Luego de la salida de Carlos Ortega de la CTV en 2003, la confederación se desvanece en manos de una dirigencia burocrática, indolente y cómplice de los abusos del Gobierno. Su antigua combatividad, esa que había mostrado en 1989 contra las reformas modernizadoras de Carlos Andrés Pérez, se extingue. En medio de la peor crisis vivida por los trabajadores venezolanos, con varios miles de convenciones colectivas vencidas, con el derecho a huelga amenazado en organismos públicos como el Servicio Nacional de Administración Tributaria (SENIAT), esa capa “dirigente” opta por esconderse. No dar la cara, ni pelear. Es tan dócil e inofensiva, que el gobierno más autoritario que ha tenido Venezuela desde el tirano Juan Vicente Gómez, ha permitido que sobreviva de las migajas que les dan sus afiliados y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Esos “líderes” solo aparecen en los tristes desfiles del 1º. de mayo para celebrar las “victorias de la gloriosa clase obrera”, a la cual en la práctica ha abandonado. Los grupos de sindicalistas honestos y combativos desprendidos de la CTV, como el conformado por los dirigentes del Frente Autónomo en Defensa del Empleo, Salario y Sindicato (FADESS), todavía no han adquirido la fuerza ni la proyección suficiente para convertirse en una referencia nacional significativa.
La Ofensiva del Sindicalismo Socialista
La desidia del sindicalismo tradicional le ha dejado el camino libre al sindicalismo socialista. Helados EFE constituye un ejemplo emblemático de esta práctica perversa. De acuerdo con el trabajo de investigación “Helados en coma”, publicado por el prestigioso diario El Universal el 30 de junio de 2013, con la firma del periodista Francisco Olivares, “un grupo de sindicalistas mantiene sitiada la planta de Productos EFE con frecuentes paralizaciones.
En el ejercicio 2011-2012 se registraron pérdidas por 161 millones, de bolívares” (un poco más de 37 millones de dólares al cambio oficial de la época, Bs. 4.30 por dólar). Según Olivares, “el nuevo contrato colectivo ofrecido a los trabajadores de EFE elevará el salario promedio a 8 veces el salario mínimo, pero persisten acciones de paralización que han provocado un ausentismo de 10%”. Las asambleas convocadas por los sindicalistas se realizan en cualquier momento de la jornada laboral. Las líneas de producción se interrumpen cuando a los líderes sindicales se les antoja.
El resultado de esta operación de exterminio es que la empresa se encuentra al borde de la quiebra, luego de haber sido la firma más representativa del país en el rubro de los helados y a pesar de que la demanda de ese delicioso producto ha crecido. Por lo que puede apreciarse, el sindicalismo socialista no saciará su impulso destructivo hasta ver aniquilada esa empresa. Luego se trasladará a otra donde repetirá el mismo comportamiento. El destino de los trabajadores no le interesa a esa casta corrompida.
El ejemplo de Productos EFE se reproduce en empresas públicas estatizadas, como Lácteos los Andes y las cementeras, o en empresas tradicionalmente públicas como las que integran la CVG. En ellas se mezclan una gerencia incompetente y abúlica, con unos sindicatos voraces. En casos como Toyota, Mitsubishi y Coca Cola FEMS –todas empresas privadas con capital internacional-, predomina la ferocidad de unos dirigentes insaciables que cuentan con la complicidad del Gobierno. El discurso de la “lucha de clases” y “el combate al capital transnacional”, permanentemente esgrimido por esos sindicalistas, intenta maquillar el hostigamiento a la propiedad privada, al Estado de Derecho y a una forma de actuación delictiva contraria a los intereses nacionales y de la clase trabajadora.