EnglishHace algunos años – quizás, desde que Mauricio Macri llegó a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires – los medios argentinos tratan esporádicamente el tema de los manteros. Lo hacen en general, cuando la Policía intenta realizar un desalojo, y mayormente con el fin de ensuciar la gestión de Macri tildándola de derechosa.
Los manteros son los comerciantes que se establecen en una calle para realizar sus ventas sobre, precisamente, una manta. En general, su actividad atrae las quejas de los comerciantes de los locales de la zona donde se establecen, mayormente debido al hecho de que los manteros no pagan impuestos ni solicitan permisos (aunque a veces si los poseen) para ejercer su actividad. Consecuentemente, los precios que ofrecen son más bajos y competitivos. Adicionalmente, suelen ubicarse sobre la vereda, con lo cual también dificultan el tránsito.
Recientemente, la Policía Metropolitana – cuya jurisdicción es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires – comenzó una nueva ola de desalojos contra grupos de manteros. El fin de estas acciones, aparentemente, no sería ya desocupar las calles donde los manteros ejercen su actividad, sino secuestrar mercadería ilegal que los mismos venden. Fundamentalmente, CDs truchos y ropa de imitación.
El accionar de la Policía, obviamente provocó la indignación de los manteros, quienes en los últimos días realizaron diversos cortes de calles para protestar contra su desalojo. El argumento que utilizan es demasiado simple: “Queremos trabajar”.
Y así, el eterno y fútil debate se centrará sobre dos argumentos: los impuestos que pagan los manteros – sea sobre su trabajo como sobre la mercadería que venden – y la nacionalidad de los mismos.
La cuestión de la nacionalidad es sencilla, y revela dos cosas: primero, lo mucho que nos gusta generalizar (como si entre los manteros no hubiese argentinos); segundo, lo lejos que estamos de abandonar los esquemas nacionalistas (¡los inmigrantes siguen siendo el problema de nuestro desarrollo!) y de abrazar conceptos como el de ciudadano del mundo.
La cuestión de los impuestos es más profunda. Las soluciones al “problema” de los manteros” – propuestas por vecinos, comerciantes, legisladores, distintos actores que pretenden intervenir en el conflicto – distan ampliamente de analizar el eje del problema: la tributación. Que Argentina haya pasado a ser el Estado de Latinoamérica con la presión fiscal más alta, no parece merecer atención.
Es decir, a un problema generado por la presencia excesiva del Estado – el contrabando y la evasión que surgen cuando el Estado el vago límite de la confiscación – se responde con más presencia excesiva del Estado. ¿Ésta es la lógica que nos llevará a una solución?
Lejos de pretender liberar a los comerciantes del peso de la tributación, se propone que los manteros caigan en el mismo sistema. Esta postura parece desconocer los mismos orígenes del progreso de la Ciudad de Buenos Aires, donde, desde los tiempos coloniales, los ciudadanos han sabido defender su subsistencia de las injustas imposiciones de la autoridad central a través del contrabando.
Creo que a lo largo de la historia, los impuestos han demostrado ampliamente ser contraproducentes para la actividad del hombre. Volvamos a nuestras raíces. El intercambio es la actividad que, por excelencia, unió a los seres humanos desde el comienzo de la existencia. El intercambio permitió que cada hombre se especializara en diversas actividades, y que así la sociedad creciera y se desarrollara. Ninguna persona debería ser capaz de coartarnos o dificultar lo que es un derecho inherente a ser humano.