
Leí en Periodista Digital la triste noticia del reciente fallecimiento de don Juan Velarde Fuertes, prestigioso economista y catedrático universitario –cuando los catedráticos tenían prestigio y categoría-, un gran patriota español, que siempre puso por delante la verdad a su conveniencia, y un hombre de honor.
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Un verdadero intelectual, con una gran cultura, y sólidos conocimientos en muchas materias.
Me sorprendían, por ejemplo, sus sesudos trabajos y estudios sobre la nobleza asturiana, en la revista Hidalguía, denotando una pasión por su tierra asturiana.
O su excelente El Tercer Viaje de la Seguridad Social, donde yo, un graduado social en aquella época, pude ver, leer y entender el establecimiento, reformas, cambio de rumbo, y posible hundimiento futuro, del sistema de seguridad social, que nos hemos dado, o más bien, nos han impuesto…
Mientras que los juristas, y no digamos los leguleyos, tienden o tendemos, a embarrarlo todo, citar normas legales a patadas –el papel lo aguanta todo-, para que los lectores no entiendan lo que queremos decir, o, lo que es peor, ni siquiera lo sepamos, don Juan Velarde, tal vez por su condición de economista y buen escritor, se expresaba con una claridad meridiana, que hasta el más lerdo de los lectores, podía entender lo que decía, y quería decir.
Tuve el honor de conocer personalmente a don Juan en unos cursos sobre el Estado de bienestar de la universidad internacional Menéndez Pelayo en Formigal, Huesca, y a pesar de que por aquel entonces era Consejero del Tribunal de Cuentas –cuando los consejeros lo eran por su capacitación profesional, no como ahora-, era sencillo, afable, amable con los simples alumnos del curso o seminario, como el que suscribe.
¡Confirmo mi tesis de que las personas de categoría no necesitan hacer aspavientos, o darse a notar, pues todos conscientes de su categoría, intelectual y humana!
Juan Velarde Fuertes procedía del falangismo de juventud, y creo que siempre se mantuvo firme en esa idea de justicia social, de igualdad de oportunidades –que no dé resultados-, etc.
Prestó grandes servicios a España y a los españoles, tanto en la cátedra universitaria, como en la política, en el Tribunal de Cuentas, y, en su última etapa tan fecunda como las anteriores en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que presidió.
La Patria, agradecida, no puede ni debe olvidarle nunca.
Descanse en la Paz de Dios este servidor de todos nosotros.