El 6 de diciembre, los enemigos de la Constitución celebraron su existencia, o más bien su próxima destrucción, a manos del partido sanchista —antes PSOE—, los comunistas de Podemos –todo para el pueblo, pero sin el pueblo-, y los separatistas catalanes y vascos.
Y con el acompañamiento coreográfico, en el papel de tontos útiles del PP, partido para ayudar… a los partidos de izquierdas.
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Solo Vox tuvo una actitud digna, no participando en semejante representación teatral.
Tiene narices que los enemigos de la Constitución tengan la desfachatez de celebrar el Día de la Constitución!
Y que el botarate máximo, el presidente Pedro Sánchez diga que van a derogar o reformar a mínimos el delito de malversación de caudales públicos.
Así podrán “robar”, o más bien seguir robando, sin problema alguno.
Y, de paso, impiden la entrada en prisión de varios condenados en firme, algunos de su propio partido, de separatistas huidos de la justicia, y de redondón, de algunos condenados del PP, que ya sabemos la afición que tienen los políticos a apropiarse del dinero ajeno.
Pero, esto no es problema…
El problema es que Marruecos nos haya eliminado del mundial de fútbol, como preludio de la próxima invasión de Ceuta, Melilla, e islotes adyacentes.
Esta mañana, mientras desayunaba en una cafetería, e intentaba leer el diario El Mundo, uno de los pocos que todavía se pueden leer, varios “catedráticos en futbología” me torturaban los oídos, a voz en grito, dando su ilustrada opinión sobre los fallos del entrenador nacional, de los jugadores, etc.
Eso es lo verdaderamente importante, para el noventa por ciento, como mínimo de la población española.
Por no hablar de la tensión sexual, ya resuelta, de Alba Carrillo con el benemérito “empotrador”. ¡Menos mal que ha dejado bien al Cuerpo de la Guardia Civil!
Cada día estoy más convencido de que España no tiene solución, al menos mientras el noventa por ciento de la población pase de todo, y solo se preocupen de los veinte céntimos subvencionados de la gasolina o el diésel, y de votar cada cuatro años.
¿De verdad son —somos— tan imbéciles como parecemos…?