El nuevo casi gobierno de Andrés Manuel López Obrador promete hacer historia, y no precisamente de la forma en que sus seguidores quisieran.
El kit de políticas públicas que pretende implementar para supuestamente combatir el “neoliberalismo” son de corte ampliamente estatista e intervencionista y han fracasado en absolutamente cada país que ha intentado llevarlas a cabo.
La cancelación del aeropuerto en Texcoco, la imposición del ecocidio que representa la construcción del tren maya, el amague que realizó el legislativo de enfrentarse con los bancos, los millones prometidos en propuestas asistencialistas y proteccionistas y la excesiva centralización del poder que se está gestando en torno al presidente electo es alarmante.
Los mercados no son otra cosa que la suma de millones decisiones individuales y la marcada tendencia de estos desde que ganó AMLO es de desconfianza, lo que los lleva a no hacer negocios en México; la debilidad institucional que históricamente nos ha caracterizado y el súbito control absoluto de un solo hombre sobre los tres poderes del estado dan una clara señal de inestabilidad política que se refleja también en lo económico.
El desencanto ha comenzado; gente que votó y apoyó a MORENA durante las pasadas campañas electorales motivadas por el hastío hacia la clase política tradicional, se está dando cuenta de que AMLO es más de lo mismo, solo que más impredecible, radical y autoritario.
La campaña que el presidente ha emprendido de descalificar a la prensa y a la ciudadanía que lo cuestiona como “fifí” no solo es inexacta, si no que refleja un profundo egocentrismo y una absoluta falta de respeto a la vida democrática del país, que él entiende como un simple “si no estás conmigo, estás contra México”.
Algunos aseguran que desear que le vaya mal al nuevo presidente de México es desear que le vaya mal a México. Nada más falso: desear que le vaya mal a AMLO en su proceso de radicalización del país y en la implementación de sus políticas estatistas es desear que le vaya bien a México, es ver por los más pobres y es, a fin de cuentas, una batalla por la libertad de todos los mexicanos.
No se puede fomentar el crecimiento económico ahuyentando a la inversión extranjera, no se puede combatir la pobreza eliminando millones de empleos con decisiones que ahuyentan las inversiones, no se puede combatir a la corrupción prometiendo perdón a los corruptos, no se puede trabajar por la paz militarizando un país y no se puede fortalecer la democracia silenciando a las minorías en las cámaras legislativas y tomando decisiones en base a lo que menos de un 1% de la población opina.
María Elena Walsh, cantautora y poeta argentina, escribió en 1963 “el reino del revés”, una canción popular infantil que describía un mundo ficticio en donde nada tiene el sentido con el que normalmente entendemos nuestro entorno. Años más tarde, Chabelo la haría ampliamente popular en México difundiéndola a través de su programa televisivo matutino.
Andrés Manuel y MORENA han inspirado un tercer lanzamiento de tan singular pieza, aunque esta vez un poco más aterradora y, lamentablemente, más realista de lo que quisiéramos.
“Me dijeron que, en el Reino del Revés, nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres.
Me dijeron también que en tan curioso lugar es presidente Andrés Manuel, que su mandato durará seis, aunque él diga que mejor 100.
En el reino del revés, no existen criminales ni corruptos, solo los impolutos, no porque la gente sea buena, si no porque el presidente ya avisó que con él no habrá mayor pena.
En tan curioso país los soldados son policías y los policías son soldados, no importan como se vistan o como actúen, la clave está en a cuantos civiles ejecuten.
Los colores de bandera del reino del revés no serán verde, blanco y rojo; ahora serán rojo, blanco y verde. Porque una reforma tan profunda parece ser la que más vende.
Los conservadores son liberales y viceversa según el humor del honorable prejidente, que no puede distinguir que al final todos son simplemente gente.
También dicen que en el reino del revés lo que antes era mal visto se convirtió en lo más visto; obra pública sin licitación y prensa sin libertad de expresión son el ritmo preferido y el son de esta canción.
Me dijeron que, en el reino del revés, un señor llamado Andrés tiene 30 millones de seguidores, que si miras no los ves y prefieren esconderse, porque están que no lo creen.
En el Reino del revés la única voz que se escucha es la del pueblo bueno, para eso se realiza la consulta, aunque si no estás de acuerdo con Andrés, ¡mejor no opines fifí hijo de ….!
Vamos a ver como es, el mundo del revés”.
La realidad es que son AMLO, su equipo y sus seguidores quienes se tienen que adaptar a la realidad económica y tecnológica de nuestros tiempos y no al revés. Ni los perros aúllan ni las vacas vuelan, aunque el presidente así lo diga.
Mientras tanto, bienvenidos a Amlolandia.