A lo largo de la historia se ha demostrado que las voces disidentes son esenciales para el correcto funcionamiento de cualquier gobierno. Dejando de lado ideologías, es una realidad que tener opositores, tener que rendir cuentas y enfrentar cada determinado tiempo la posibilidad de perder el poder terminan por hacer que los gobernantes en turno hagan un esfuerzo por tener un mejor desempeño durante su gestión.
Sin oposición, sin la obligación de rendir cuentas y sin la posibilidad real de perder el poder, la probabilidad de tener un gobierno corrupto y con intenciones de perpetuarse en el poder se multiplica exponencialmente.
México hoy enfrenta una realidad alarmante a las luces de la sensatez política; el poder del siguiente presidente será absoluto. Con una victoria contundente en las urnas que lo legitima ante el electorado y siendo jefe máximo de cada funcionario de los tres poderes, AMLO tiene la mesa servida para convertirse en “su alteza serenísima” de la historia contemporánea.
La propuesta de creación de la figura de los “super-delegados” federales es un atentado al federalismo y la autonomía de los Estados. Es prácticamente un hecho que quienes ocuparán este nuevo cargo serán los aspirantes naturales por MORENA a las gubernaturas en los siguientes comicios. También preocupa el desconocimiento a las instituciones que manifiestan cada vez que los resultados electorales o cualquier otra resolución no sea favorable a sus intereses (elecciones de Puebla o Querétaro, por ejemplo).
Ante este escenario que para cualquier amante de la libertad representa una tremenda distopía que hace apenas unos pocos años era difícilmente imaginable, solo queda redoblar esfuerzos para que las voces que históricamente han sido críticas y resistentes ante las grandes concentraciones de poder no cambien su discurso ni permitan que se les calle bajo ninguna circunstancia.
El presidente electo aún no toma posesión de su nuevo cargo, pero su partido ya enfrenta severas acusaciones y sanciones que lo involucran en temas de corrupción y lavado de dinero, además de muchos escándalos mediáticos de sus candidatos a lo largo y ancho del país.
Preocupa de sobremanera la falta de autocrítica de AMLO y sus seguidores cuando de reconocer errores se trata. Según ellos todo es resultado de conspiraciones y venganzas orquestadas por “la mafia del poder”, jamás han cometido ni cometerán errores. Ser juez y parte les da el poder de afirmar que son absolutamente incorruptibles.
Es responsabilidad de todos comprender que las elecciones y los momentos de tomar bandos han quedado atrás. Independientemente del sentido que hayamos dado a nuestro voto, hoy tenemos frente a nosotros un nuevo bloque político que se hará cargo de las decisiones más importantes de la vida pública del país y toca vigilarlos y exigirles de manera objetiva y puntual.
En política, como en la vida en general, la congruencia legitima (o no) cualquier postura que se pretende defender. Por eso no deja de llamar la falta de esta cuando observamos situaciones tan alarmantes y evidentes entre simpatizantes y dirigentes de MORENA como, por ejemplo:
– La terrible desestimación de la sentencia desvío del recurso destinado a las víctimas del sismo en CDMX por parte de MORENA cuando aseguran, sin fundamento alguno, que se trata de una “venganza política”.
– La falta de solidaridad y diplomacia al no reconocer los asesinatos de estudiantes a manos del Estado nicaragüense como crímenes contra la humanidad.
– El radical cambio de discurso al asegurar que los contrapesos no son necesarios en un gobierno para funcionar adecuadamente, cuando apenas hace unos meses atrás afirmaban todo lo contrario.
– El silencio mediático sobre la presencia de representantes de MORENA en el Foro de Sao Paulo, organismo del que solo han emanado gobiernos que tienen sumergidos a sus países en la miseria en Latinoamérica.
– Los principios de censura que se entrevén cuando se exige que se respete la “figura presidencial” y a todo lo que le rodea, que podrían desembocar en leyes realmente tóxicas para la libertad de expresión.
Pareciera como si el espíritu combativo que había caracterizado a la izquierda mexicana en contra de las injusticias y la corrupción se estuviera quedando dormido después del 1 de Julio.
Da la impresión de que quienes votaron por AMLO piensan perdonarle todo y creer todas sus teorías conspiranoicas. Se puede leer entre líneas de cada una de las consignas enviadas por sus seguidores un fuerte mensaje exigiendo fin a una resistencia que terminaría por consumar el nacimiento de una nueva dictadura en México.
Las señales que se perciben son de mal augurio, pero no permitirlo aún está en nuestras manos como sociedad civil.
Al tiempo.