La izquierda tiene y ha tenido siempre una muy selectiva noción de lo moral, lo justo y lo deseable. Lo correcto y lo humano se ajustan a la conveniencia, a lo oportuno. Y tal ha sido el caso de la relación de los gobiernos actuales de Uruguay y Venezuela en el marco de ese gran dolor de cabeza en el que ha derivado el Mercosur.
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Primero fue la presidencia de la mencionada unión económica lo que levantó las cejas de los países miembro. ¿Podría Venezuela, en paupérrimo estado político y económico, ser presidente pro tempore del Mercosur? Bajo circunstancias normales, la presidencia del ente se rige por orden alfabético (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela). Pero las circunstancias del país caribeño distan de ser normales. En medio de una dictadura asesina que arrastra a su población a la cárcel y el hambre, el gobierno de Nicolás Maduro no está en condiciones de ejercer tal cargo (ni cargo alguno).
Sin embargo, el oficialismo de Montevideo no vio en la evidente violencia chavista falta alguna. “Uruguay entiende que a día de hoy no existen argumentos jurídicos que impidan el traspaso de la Presidencia pro tempore a Venezuela” afirmaba un comunicado de la cancillería uruguaya, incluso cuando está establecido en la Carta Democrática que lo ampara que ningún país no democrático puede pertenecer al organismo.
A los ponchazos, Uruguay logró salir sin demasiados golpes de una situación que lo ponía no como abogado, sino como cómplice del diablo. Vázquez, casi que llevado por las orejas por Temer, Macri y Cartes, también se vio obligado a aceptar la suspensión de Venezuela del Mercosur, medida que tomó vigor inmediato la semana pasada.
Desde entonces, todo tipo de cruces se han dado entre Caracas y Montevideo, algunos entre hilarantes e intimidantes, como la amenaza de Nicolás Maduro sobre su homólogo uruguayo “estoy a punto de agarrar un avión buscarlo en el país que esté”, en referencia a la gira europea de Vázquez.
El dictador contaba, aparentemente, con el apoyo incondicional de un presidente que no aparenta ser más que un seguidor enceguecido “va a reconocer que tenemos razón y que el Mercosur debe buscar el rumbo de la unión en la diversidad y no el sectarismo y la persecución ideológica”.
Pero Vázquez tuvo que obedecer al bloque y a su partido, el partido de gobierno, no le gustó la idea. Ellos (el poder actual) están del lado del dictador. Ellos, los que odian las viles dictaduras de los Pinochet y de los Videla, pero que admiran las de Castro y las de Chávez y su sucesor.
El pasado 9 de diciembre, la Mesa Política del Frente Amplio (y es necesaria la repetición: el partido al poder) denunció, en casi idénticas palabras a las que usara el dictador venezolano, que la suspensión del país caribeño es una “ofensiva de la derecha” que está “al servicio de los intereses imperialistas”.
La izquierda uruguaya sostiene oficialmente en su declaración conjunta que “resulta claro que el cambio de las correlación de fuerzas al interior de los países del Mercosur ha llevado a que los que antes criticaban un supuesto ‘pacto ideológico’”. Pareciera ser que Mauricio Macri y Michel Temer son artífices de todo mal que pueda afrontar la región, y Maduro, una víctima.
Para la izquierda uruguaya, que quede claro, las víctimas no son los miles de venezolanos muriendo en hospitales por falta de insumos. Tampoco lo son los presos políticos ni los ciudadanos famélicos. La víctima es Nicolás Maduro, la víctima es el “modelo”.
La declaración afirma además que “el objetivo político de excluir a Venezuela del Mercosur es parte de una ofensiva dirigida a golpear al Gobierno de Venezuela y a debilitar la Integración Regional no sólo a nivel del Mercosur, sino muy probablemente a otras instancias de integración como UNASUR y CELAC. Resistir esos intentos de afectar la integración regional es un imperativo para quienes consideramos que la Integración Regional y su ampliación es la mejor alternativa para lograr la inserción en un mundo globalizado”.
Como informase Panam Post hace poco más de un mes, el romance uruguayo – venezolano puede no ser sólo ideológico. Desde principios de este año la oposición uruguaya intenta investigar qué clase de negocios hubo entre el expresidente José Mujica y el dictador Nicolás Maduro. Las denuncias, que van desde sobreprecios, financiación al MPP (sector de Mujica) y tráfico de influencias, parecen sólidas, pero no ha habido más que piedras en el camino.
El Frente Amplio está cerrando el año mostrándose nuevamente como lo que es: un partido con ideologías totalitaristas y obsoletas, que se esconde en las necesidades del pueblo para alimentar intereses propios.