Las lecciones sobre lo complejo que es gobernar están llegando pronto al joven presidente izquierdista de Chile, Gabriel Boric, quien en menos tres meses de gobierno recurre al decreto de Estado de Excepción aplicado por su antecesor, Sebastián Piñera, para controlar el conflicto mapuche en la Macrozona Sur del país. Su receta progresista basada en el diálogo para reducir la violencia falló.
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Al mandatario ahora le tocará creer en lo que antes como diputado desacreditó: el problema es hondo y no se resuelve hablando de plurinacionalidad. Además, no tenía otra salida. Desde que asumió el poder en marzo y revocó la medida en la zona en un intento por marcar la diferencia con la administración anterior, los hechos de violencia aumentaron 171 % y la ocupación ilegal de propiedades conocidas como “usurpaciones” se multiplicaron 400 %, mientras que los atentados pasaron de 22 a 36, según un informe gremial.
Los números contrastan con los avances en seguridad que durante casi medio año reportó Piñera. El despliegue de militares bajó en 45 % los hechos de violencia, 8 % los atentados incendiarios y 73 % las usurpaciones. Volver a estas cifras es un desafío para Boric, quien negó nueve veces su voto como parlamentario a las solicitudes que presentó el exmandatario al Congreso para extender la disposición.
Gabriel Boric no dice nada. Sólo habla en Twitter sobre temas de “igualdad” y el “compromiso” de su gobierno “con la comunidad LGBTQIA+”, a propósito del día contra la homofobia. Frente a su silencio e inacción, el republicano José Antonio Kast le recuerda a través de la misma red social que es hora de que “Boric deje de jugar a ser presidente y comience a gobernar de verdad”.
El respeto es la base para nuestra convivencia. Hoy reitero mi compromiso y el de nuestro Gobierno con la comunidad LGBTQIA+. Seguiremos trabajando por igualdad ante la ley y la erradicación de toda violencia. #NoMásDiscriminación pic.twitter.com/lcj1Wbai3S
— Gabriel Boric Font (@GabrielBoric) May 17, 2022
50 días de terror y desamparo en la Araucanía. Un gobierno ausente, que dejó a víctimas en manos de terroristas y que hoy, luego de fracaso absoluto, repone estado de emergencia que nunca debió levantar.
Señor Boric, deje de jugar a ser Presidente y comience a gobernar de verdad
— José Antonio Kast Rist 👍🇨🇱 (@joseantoniokast) May 17, 2022
Un fracaso conceptual
El decreto ya está en manos de la Contraloría para su ejecución, pero a Boric le pesa. Su moribunda aprobación necesita un triunfo para repuntar. Un resultado positivo en el manejo del problema mapuche sería clave para detener su imparable caída en las encuestas.
Por esta vía no sucederá. La renuncia del coordinador político y estratégico de los asuntos indígenas del Ministerio del Interior, Salvador Millaleo, por “discrepancias” con la titular de la cartera, Iskia Siches, aviva la percepción de faltas de competencias de la funcionaria al proponer un “Estado Intermedio”, sin existir en la legislación actual.
Según El Líbero, “el proyecto de Siches generó rechazo al interior de sectores amplios del Ejecutivo” por su inviabilidad, al estimar un despliegue de los militares pero como custodios de las rutas principales y no en los sectores donde ocurren más actos de violencia.
Los altos mandos lo cuestionaron. En los cuarteles reinó por unanimidad la opinión de que el proyecto era “deficiente y ambiguo” por confundir los roles de las Fuerzas Armadas con los de la policía. La ministra del Interior es médico. Quizá ello explique el embrollo.
Divisiones internas
En el oficialismo hay división sobre el manejo de los conflictos. El alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, cree que la decisión es expresión de “una profunda desorientación estratégica”.
Esta decisión es expresión de una profunda desorientación estratégica. Es lo mismo que hizo Piñera en el Wallmapu. Misma acciones, tendrán mismos resultados. Qué gran decepción. La derecha anti democrática hoy se frota las manos. https://t.co/6Qm7SCe2ZW
— Jorge Sharp (@JorgeSharp) May 17, 2022
La ministra de Desarrollo Social, Jeannette Vega, cuestiona el decreto de Estado de Excepción en las zonas afectadas por el conflicto mapuche aprobado por su jefe, el presidente Gabriel Boric. En una entrevista con la Revista Ya señaló que la medida significa “coartar un montón de libertades y, por otro lado, el apoyo de los militares, pero hay que estar dispuestos a que efectivamente haya muertes. Y creo que no es la solución para el Wallmapu, un lugar donde ya hay una cultura de violencia y muertes”.
La funcionaria no sólo es una voz disidente, también una inconsistente dentro del tren Ejecutivo que suma contradicciones al historial de desaciertos del gabinete, tras haber asegurado que existen “presos políticos” relacionados con el estallido y con los pueblos originarios, para luego negarlo en sus redes sociales con el propósito de apaciguar las polémicas al respecto.
Los costos políticos de lo que ocurre se deben estar evaluando ya en el palacio de La Moneda. Algunas destituciones no serían sorpresa. La Tercera sostiene que puertas adentro “resienten” las deslealtades que dejaron las negociaciones para lograr que la propuesta de Siches avanzara. Está claro que su fracaso cava la tumba política de Boric, quien enfrenta en simultáneo la explosión de un tren del metro de Santiago y el 45,6 % de rechazo al borrador de la nueva Constitución que él respalda, según coinciden los sondeos. Ya habrá comprobado que la silla nunca deja de estar caliente y que hablar es más fácil que gobernar.