El momento histórico que vivimos en Venezuela nos obliga a acudir a Enrique Aristeguieta Gramcko. Quizá el político venezolano vivo más sabio, cuenta con una trayectoria y una experiencia que ningún otro dirigente o activista por la libertad de Venezuela comparte.
Con 85 años se convirtió, el año pasado, por varias horas, en el preso político más longevo del mundo. Ante el escándalo por su secuestro arbitrario, el régimen de Maduro terminó liberándolo.
Enrique Aristeguieta Gramcko es el último sobreviviente de la Junta Patriótica que derrocó al dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). Fue miembro del partido venezolano Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI). Abogado e historiador que ejerció los cargos de diputado, embajador en el Caribe, viceministro de Relaciones Interiores, gobernador encargado del estado Nueva Esparta y director del Consejo Supremo Electoral. Hoy preside la nueva alianza GANA que busca la salida de Nicolás Maduro y forma parte de la coalición Soy Venezuela.
Aristeguieta conversó con el PanAm Post sobre la compleja coyuntura política que atraviesa Venezuela. El año está por terminar y aún el presidente interino, Juan Guaidó, no ha logrado concretar alguno de los tres pasos de la agenda que propuso en enero: el cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres.
Se agota el tiempo antes de que empiece una nueva crisis institucional. Por ello, ante la incertidumbre y la urgencia, Enrique Aristeguieta Gramcko se vuelve, en esta entrevista, una pequeña linterna que se dispone para aclarar un poco el horizonte. «Yo le recomendaría a Guaidó que hiciera un análisis muy descarnado de la situación, ¿no? Que tomara conciencia de cuál es su verdadera fuerza. Y que tuviera un objetivo claro. Porque yo lo que he visto es que, desde que él está allí, lo que hay son bandazos y zigs zags», dijo Aristeguieta en entrevista con el PanAm Post.
Don Enrique, vimos lo que ocurrió en Bolivia. Una sociedad que se mantuvo firme y unas Fuerzas Armadas que asumieron una postura institucional. Lograron, por los momentos, por lo que se ve, la libertad. ¿Qué lecciones nos dejan a nosotros?
Lo que pasa es que el proceso boliviano, primero, ha sido más corto que el nuestro. Y en segundo lugar da la impresión de que Morales no pudo exterminar a las Fuerzas Armadas como sí lo hizo Chávez en Venezuela. En Bolivia quedaba obviamente una reserva moral, una reserva patriótica. Pero aquí a todos los que han tratado de hacer algo los han puesto presos, los han torturado o los han matado. Inclusive, la gestión de Evo Morales no ha sido tan perversa. No ha destruido Bolivia.
Lo nuestro es una cosa inaudita. Un caso único. Semejante solo a Cuba. Yo decía en estos días que los países comunistas de la Europa oriental no fueron destruidos. Quedaron devastados por la guerra, pero algo hicieron ellos. Inclusive se preocuparon en algunas ocasiones por la educación —claro, con su discriminación de no admitir burgueses en las universidades y todas esas cosas—. Pero se fue formando una pseudocracia media.
En Cuba y Venezuela la clase media fue destruida. Salvajemente destruida. Aquí queda más que en Cuba, pero el desangre del país es una cosa impresionante. Veinte años será poco para la reconstrucción de Venezuela desde el día que comience. Y tendrá que ser con Gobiernos muy serios y muy competentes. Y con un pacto de gobernabilidad, semejante al satanizado Pacto de Puntofijo.
El episodio de Bolivia, como tal, en el que ellos logran gracias a la conjunción de una serie de factores la renuncia de Evo, ¿qué nos deja a nosotros como sociedad?
Evidentemente en la oposición boliviana no había un entente de un grupo de ellos con la gente del régimen, como lo hay aquí en Venezuela. Entonces, es muy difícil. Tú me preguntas: “¿Y en lo del sábado, qué va a pasar?”. Mira, no sé. Porque yo no sé en el fondo qué es lo que tienen preparado. Yo no puedo confiar en muchos integrantes del Frente Amplio. ¡Porque son agentes del régimen! ¡Y tú lo sabes! Son agentes del régimen.
Uno tiene que tener reserva y andar con pie de plomo. Yo no le firmo a ninguno de ellos un documento en blanco. Ni cheque en blanco. Absolutamente. Hay algunos a los que yo les tengo confianza y sé que son buena gente. Conozco algunos que son gente decente. Pero hay otros a los que no quiero pero ni regalados.
¿Cómo evaluaría usted estos casi diez meses de Gobierno interino?
Tuvo éxito al principio. Recibió mucho apoyo del exterior. Creo que no se han jugado las cartas con la debida habilidad. Lamentablemente perdieron el impulso del comienzo.
Yo he sido muy cauteloso con Juan Guaidó. Porque siempre he sostenido que él aún representa la legitimidad frente a una horda de salvajes que secuestró al país. La legitimidad es importante. Y, mira, por querer saltarse la legitimidad salió Pérez Jiménez. La legitimidad es importante. Y, sobre todo, frente a la comunidad internacional.
¿Qué te puedo decir? No siempre ha sido acertada la conducción de ese Gobierno provisorio. Yo les he recomendado, privadamente, que separen los cargos del presidente de la Asamblea del presidente encargado. No se puede ser presidente de dos poderes, en el país, al mismo tiempo. Claro, yo no lo digo porque no le quiero dar armas al enemigo, pero mañana estos bandidos logran, por una cosa u otra tener mayoría en la Asamblea o convocan a una nueva Asamblea, si ya están separados los cargos no pueden destituir al presidente.
En fin, mira, yo creo que ellos deben saber lo que están haciendo. Me imagino. Creo que, como una vez dijo Gonzalo Barrios, “les falta un poquito de ignorancia”.
Y, ¿cree que lo que están haciendo realmente se corresponde con lo que el país quiere o simplemente obedece a sus intereses particulares?
Bueno, ahí hay de todo. Hay mucha inmadurez. Mucha. Mucha falta de formación, de teoría política. No se trata de repartir unos cargos que en el fondo no son nada. Como ha pasado con el Tribunal Supremo, como ha pasado con los embajadores. Que tantos para ti y tantos para mí. ¡Eso no puede ser! Hay que buscar a los mejores. No importa de qué lado sean. Deben buscar, para todo, a los mejores. Sobre todo en estos momentos. Un momento tan terrible como el que vive el país.
Supongamos que se logra la salida de la satrapía y se instala un Gobierno provisorio. Toca empezar la reconstrucción del país. Para eso, ¿qué se necesita? A los más capaces. No importa si es independiente o si pertenece a un grupo político. Ahora, lo que yo veo es que cada quien quiere tener su cuota aparte.
Hay una voracidad por los cargos. Eso es muy nocivo. Eso no puede ser.
¿Cuáles cree que han sido los mayores errores que ha cometido el Gobierno interino? Esos errores que han derivado en que el Gobierno interino hoy se haya desdibujado.
Se han dado bandazos. Todo el mundo estuvo de acuerdo con lo planteado en un comienzo: cese de usurpación, Gobierno provisorio y elecciones libres. Eso era lo lógico. Pero, ¿cómo vamos a lograr elecciones libres si no hay cese de la usurpación? Sabemos que nuestro proceso está sumamente viciado.
No se pueden tener elecciones limpias con Maduro en el poder. Es una locura. Yo estoy esperando, tengo curiosidad por ver a quién van a nombrar en el Consejo Nacional Electoral. Yo conozco ese monstruo desde adentro. Mi último cargo público fue director nacional del registro electoral. Si no tienes a alguien honesto, incapaz de alguna trácala, vamos a tener más de lo mismo.
Yo tengo muchos temores de que esto no se maneje bien. Me he mantenido muy prudente. Estoy a la expectativa. Yo prefiero hablar después, en base a los hechos, y no a mis pronósticos.
Vamos a ver si le puedo sacar algún pronóstico: siendo honestos, ¿usted ve posible que el proceso se encamine? Nos quedan dos meses del año, ¿lo ve posible?
Yo no lo veo fácil. En lo absoluto. Aunque, claro, hay muchas cosas que pasan allá adentro que yo no las conozco. Para mí eso es un mundo aparte. Es un mundo casi tan extraño para mí como el mundo de la usurpación.
Me llegan muchos comentarios. Todo los tomo con reserva. Los guardo y los medito muy bien. A mí no me extraña nada. Porque aquí puede ocurrir cualquier cosa. Venezuela es así.
Una vez, creo que te lo comenté entre nuestras tantas conversaciones, yo le pregunté a Ramón Velásquez: “¿Qué cree usted que va a pasar aquí en Venezuela?”. Él me respondió: “Mire, yo no le puedo contestar eso. Yo se lo podría contestar si usted me pregunta sobre Colombia, porque Colombia es un país de instituciones. Venezuela no es un país de instituciones, Venezuela es un país de acontecimientos”. Y eso es verdad. Aquí de repente, detrás de una puerta sale un fantasma. Aquí hemos ido de sorpresa en sorpresa.
El 30 de abril nadie se lo esperó. Aunque amenazó con ser algo bastante peligroso, ¿no? Además se manejó de una forma sumamente opaca. Un acuerdo inaceptable.
Muy peligroso. Yo te digo una cosa: le doy gracias a Dios que eso fracasó.
¡Pero por supuesto!
¡¿Tú sabes lo que es encompincharse con Maikel Moreno y con Padrino López?! Eso es como juntarse con el vicio y la traición, como hubiera dicho Napoleón Bonaparte. Él una vez vio llegar agarrados del brazo a Talleyrand y Fouché. Napoleón los vio y dijo: “Allí vienen el vicio y la traición”. Bueno, el 30 de abril estaban encompinchados con el vicio y la traición.
¿Y qué nos evita a nosotros sospechar de que eso no continúa? ¿De que pueda haber otra reedición del 30 de abril?
Tú sabes que el mundo militar nuestro está destruido. Les han dado muy duro. Hay muchos oficiales presos, torturados, asesinados. Esto ha sido una cosa inmisericorde. Nuestras Fuerzas Armadas están penetradas por los cubanos. Lo sabe todo el mundo. Dentro y fuera de nuestro país.
Mira, siempre habrá reserva. Porque no puede ser que todos los oficiales del Ejército, de la Marina o la Guardia sean unos bandidos. Eso escapa de cualquier razonamiento lógico. No puede ser. Y siempre en las Fuerzas Armadas, entre los rangos medios, ha habido un fermento.
Tú sabes que la Academia se funda en el año 10. El curso duraba dos años. Bueno, en el año 19, siete años después de la primera promoción, ya un grupo de jóvenes oficiales estaba conspirando contra el régimen. Fueron descubiertos y torturados salvajemente. Estaba el capitán Pimentel, el teniente Betancourt…Y el año 21 hubo otro movimiento. Luego, el 28.
No hay nada más natural en las Fuerzas Armadas que la conspiración.
Siempre entre los jóvenes oficiales. Está esa inquietud y ese fermento.
¿Pero vale todavía depositar las esperanzas en eso? Luego de tantos intentos y experiencias, ¿vale aún apostar a que haya gente que esté fraguando un movimiento?
Bueno, pero es que por análisis histórico te puedo decir que debe haber gente conspirando. Yo no tengo conocimiento de nada. Los oficiales amigos míos todos están en retiro o muertos. Yo hice un curso con un grupo grande de oficiales en el Instituto de Altos Estudios. De ahí salieron ministros y comandantes. Yo tenía muchos amigos en las Fuerzas Armadas. Hoy en día no me queda ninguno, por supuesto. Porque todos esos amigos míos están en retiro, o mascando el agua o muertos.
Pero yo deduzco que debe haber, obviamente. Deben estar irritadísimos por la intromisión de los cubanos.
Ahora, si usted pudiera recomendar algo a Guaidó, ¿qué le diría? ¿Vale la pena seguir insistiendo en establecer relaciones con las Fuerzas Armadas y con grupos de militares descontentos o debería apuntar hacia otro lado?
Yo creo que debe construirse un movimiento reivindicativo de la democracia y la libertad de Venezuela. Una segunda independencia. Y ese eventual movimiento tendría que contar con apoyo de algún grupo de militares. Ahora, ¿existen esos grupos? Supongo que algunos. ¿Están en capacidad de hacer algo? No lo sé. Están más golpeados que nunca. Tienen la intromisión del G2 cubano. Tú me preguntas sobre ese mundo y yo no lo conozco.
Claro, pero más allá de eso. Vamos a suponer que, como no sabemos nada, quizá no es responsable apuntarle a ese mundo. Pero, más allá de eso, ¿qué le recomendaría a Juan Guaidó como líder del país?
Yo le recomendaría a Guaidó que hiciera un análisis muy descarnado de la situación, ¿no? Que tomara conciencia de cuál es su verdadera fuerza. Y que tuviera un objetivo claro. Porque yo lo que he visto es que, desde que él está allí, lo que hay son bandazos y zigs zags. Porque hay demasiados intereses entre ellos mismos. Mira que Guaidó es miembro de un partido político. Y tiene disciplina de partido.
Afortunadamente yo no tengo disciplina de partido porque digo lo que me da la gana. Pero hay unos partidos que todavía se sienten que tienen que dominar la escena. Y esta escena no va a cambiar si no es de verdad, verdad un intento desinteresado. Porque cuando salió Pérez Jiménez, en el Gobierno provisorio de Larrazabal no hubo ningún representante de un partido político. Ninguno. Ni en los ministerios tampoco. Ahí se buscaron hombres que pudieran hacer algo para llevar a esta nave del Estado venezolano a unas elecciones. Y se logró. Porque Pérez Jiménez cae en enero del 58 y en diciembre del 58 ya hubo elecciones presidenciales. Hubo que empezar de cero el registro electoral, claro. Y Larrazabal, que era un hombre apolítico completamente, cuando decidió lanzarse a candidato se retiró del Gobierno. Un gesto de decencia. Renunció a la presidencia de la Junta y a la Junta. Y fue sustituido por un civil. Y Larrazabal concurre al proceso electoral sin ventajismo.
¿Usted le recomendaría a Juan Guaidó que rompa de los partidos o se aparte de los grandes partidos opositores?
Cuando se elegía un presidente, durante los cuarenta años, la primera cosa que hacía el partido ganador era liberarlo de disciplina partidista. Ocurrió con Rómulo, con Leoni, con Caldera, con Luis Herrera, con Carlos Andrés, Lusinchi y todos. Liberarlo de disciplina partidista. Guaidó tendría que estar liberado de disciplina partidista.
Él no puede estar sometido a lo que diga Leopoldo López. O la cúpula de su partido. ¡No puede ser!
¿Cree que Guaidó está sometido a Leopoldo López?
Bueno, por lo menos a los lineamientos de su partido, que a su vez tienen que encajar dentro de los lineamientos de la coalición de partidos que constituye la antigua MUD. En la cual, tú sabes, hay algunos partidos y algunos dirigentes que tienen sus buenos lazos e intereses con el régimen. Yo no puedo tener confianza en Timoteo Zambrano. Yo no puedo tener confianza en Stalin González o en Rosales. No puedo, no puedo. O en los diputados de Gorrín.
En menos de dos meses se acaba el año. Llegará enero y tendremos al frente un reto institucional. Algunos han comenzado a decir que Guaidó debe mantenerse como cabeza de Gobierno interino hasta que cese la usurpación —lo que sea que eso signifique—, bajo este ritmo puede ser eterno. Y otros dicen que, dado que pasó un año, es evidente que los objetivos no se lograron. En consecuencia, es momento de darle paso a una alternativa. A otro liderazgo. ¿Usted qué piensa?
Fíjate, tú me preguntas sobre lo que puede pasar en la coalición de partidos opositores —sin incluir allí a Henri Falcón, Fermín, que ellos no son oposición—. Pero, es que, ¡los rusos también juegan, como decía aquel chiste! El régimen sigue ahí montado y tiene mucho dinero todavía. Y carece de escrúpulos. Entonces, ¿qué harán los del régimen? Tenemos al frente a unos señores sin ética. El país está en manos de unos malhechores. Y esos delincuentes aún tienen poder, dinero y apoyo parcial internacional. Nuestra situación es difícil. Entonces no es lo que decida la antigua MUD.
Claro, ¿pero usted vería con buenos ojos que Guaidó mantenga la presidencia interina y el liderazgo el próximo año?
Guaidó, a mi juicio, debería tratar de asesorarse bien. Y habría que apoyarlo solo a él. Él debe dejar de estar siguiendo directrices de unos partidos. Él tuvo que haber sido liberado de disciplina partidista. ¡Y de disciplina pluripartidista!
Ok, ¿pero por cuánto tiempo más vamos los venezolanos a seguir apostando a que él sea liberado, a que se aparte? Ya, luego de diez meses, ¿no ha quedado claro, no se ha ratificado el hecho de que él forma parte de la misma dinámica? ¿Es prudente seguirlo tratando como si fuera una víctima?
Esa es la impresión que hay. Él está atrapado en esos engranajes. Pero yo creo que nunca es tarde para reaccionar. Aunque no sé. No conozco esa realidad. No tengo prácticamente ningún contacto de cerca. No sé qué ocurre adentro.
Me parece que se ha desperdiciado un tiempo muy valioso. Un momento extraordinario. Se ha dejado que esta gente se fortalezca. Y todo apunta a que la mayoría de los que están en los partidos lo que quieren es llegar a un acuerdo con el régimen para elegir a un organismo electoral que sea digerible por todos los bandos. Quieren ir a elecciones primero. ¡No se puede!
Siempre he dicho, Orlando, que el problema no son las leyes. Con leyes malas se pueden hacer cosas buenas. Con leyes buenas se pueden hacer cosas malas. Todo depende de la intención que tú le pongas. Te doy un ejemplo: Betancourt gobernó del 59 al 61 con la Constitución de Pérez Jiménez. Y gobernó democráticamente. Luego se aprobó la Constitución del 61.
Con esta Constitución, que dicen los chavistas que era la mejor del mundo, pues se están haciendo las tropelías más grandes. Se cometen las mayores tropelías. Todos los artículos de la Constitución actual se han violado.
Sobre las licencias que como ciudadanos le hemos dado al Gobierno interino: ¿cuál sería su límite? ¿Qué no toleraría? ¿En qué momento le diría al Gobierno interino: “Hasta este momento apoyamos esta iniciativa”?
Bueno, yo creo que está próximo a llegar ese momento. Porque la cabulla tú me la puedes estirar, estirar y estirar; pero en un momento se te va a reventar. Y yo creo que estamos cerca de ese momento. Ahora, yo no quiero hablar hasta que no pasen ciertos acontecimientos. No quiero luego que digan que yo contribuí.
No, no. No es que yo tenga tanta influencia, pero solo basta que uno lo diga…
¡Porque es que ellos siempre van a buscar a quien responsabilizar de sus fracasos!
Siempre. Siempre.
Vamos a suponer que la tendencia que viene llevando el Gobierno interino se mantenga y, efectivamente, Guaidó termine apagándose. Se convierte en una caricatura de lo que fue. ¿Ve posible construir una alternativa similar a lo que representó Guaidó?
Lo ideal sería un candidato que logre la confianza de todos los sectores. No solo de los partidos… Es que, vale, estos partidos no son comparables a los de mi época. No, no. Estos partidos no son ideológicos. Son grupos de electores. Son franquicias. Y actúan como franquicias. “Tantos diputados para ti, tantos embajadores para ti, tantos jueces para mí…”. ¡Eso no puede ser!
¿Qué te puedo decir? Mira, en materia de política yo sigo prefiriendo ser historiador y no profeta.
Es inevitable, por su inmensa trayectoria, experiencia y sabiduría, acudir a usted para tratar de esclarecer el horizonte. Consejos. Consejos. No sé si el Gobierno interino se los ha pedido, pero yo quisiera aprovechar esto para que usted los dé y, ojalá, les lleguen. Ahora, ya hemos hablado lo suficiente del Gobierno interino y yo creo que aquí hay otros actores que también tienen una responsabilidad. Y propiamente me refiero a María Corina Machado. Creo que el venezolano cuando piensa en una posible alternativa a Guaidó, naturalmente se le viene a la cabeza la imagen de Machado. ¿Qué le recomendaría a ella?
¡Lógico, lógico! María Corina ha sido muy prudente. Y la acusan de haber perjudicado a Guaidó. ¡Eso es mentira! Ahora, ella está fundando un partido político, ¿no? Entonces deberían estar agradecidos de que ella está enfocada en su partido político y no anda conspirando, ¿no? Ella funda su partido contando en que algún día va a tener que acudir a unas elecciones libres y, el haber sido consecuente, constante, correcta y honesta, le dará algunos resultados. Algunos dividendos. Yo creo que sí.
Yo recuerdo cuando se fundó COPEI. Cuando se fundó, la percepción de muchos venezolanos fue que no éramos populistas o demagogos, sino gente honesta, seria y con principios. Y así se formó el liderazgo de Caldera. Que al fin y al cabo cobró.
Yo creo que María Corina en parte representa esa reserva moral de la política. Ese rol lo juega ella. Y la detestan, claro. ¿Cómo no? La guerra contra María Corina es ruin, es vil. Y no directamente por parte de los políticos, sino por sus gatilleros.
María Corina tiene una responsabilidad grande. Y hay quienes hoy han empezado a increparla por, quizá, no tomar posturas más firmes frente al descalabro del Gobierno interino. En su desespero, se lo exigen. ¿Usted qué le recomendaría a María Corina en este momento?
Ella está trabajando políticamente. María Corina también tiene que cuidarse de que no digan que ella está dañando a Guaidó —aunque ya lo dicen—. Todo eso es mentira. No he escuchado de la boca de María Corina ninguna declaración en la que trate a Guaidó de manera peyorativa. Siempre hay que buscar a algún culpable.
Quiero insistir en esto porque aspiro a que esta entrevista de alguna manera se pudiera convertir en una oportunidad para que usted aleccione. Le pregunto: si a usted le tocara ser hoy el presidente interino de Venezuela, ¿cuál sería propiamente su agenda? ¿En qué se concentraría y cómo buscaría lograr esos objetivos?
Poner orden en el país desde el punto de vista económico y social.
Pero, ¿cómo? Digo, siendo Gobierno interino, teniendo una realidad como la de Juan Guaidó, en la que maneja muy poco realmente.
Creo que yo no hubiera aceptado una presidencia como la de Guaidó. Yo no tengo tiempo para estar esperando a que eventualmente pueda ejercer las funciones del cargo.
Si usted tuviera el objetivo de lograr el cese de la usurpación, que sería el primer paso, antes de propiamente aventurarse en un Gobierno interino, ¿cómo usted propondría lograr el cese de la usurpación?
Por la forma que sea. Por la forma que sea. ¿Y por qué te digo esto? Porque cuando tú estás secuestrado, a ti no te importa cómo te liberen de un secuestro. Está secuestrado el país, ¿y cómo se libera? Pues como sea posible.
Hablando con quien haya que hablar.
Pensar que a estos rufianes los vas a sacar por el medio del voto es irresponsable. ¡Ojalá! ¡Ojalá los señores de la oposición logren esos milagros! Ahora, como eso no se puede lograr, pues lo que se haga.
Ahora, eso no necesariamente desde el punto de vista de lo común, sino desde la moral. Ya lo dijo Santo Tomás hace muchos siglos: al tirano se le combate con lo que se puede. ¿Acaso ellos tienen algún reparo?
Pérez Jiménez tuvo la oportunidad de salir por la puerta grande. Tuvo la oportunidad de lograr un acuerdo con los partidos clandestinos de la época. Irse tranquilo con una elección libre. Pero él se empeñó en seguir. Porque le daba la gana. Violando su propia Constitución. Allí perdió la precaria legitimidad que aún tenía. Y eso fue lo que enardeció a la gente. Y por eso salió como salió.
Ahora, esta es una situación mucho más delicada que Pérez Jiménez. La justicia siempre los perseguirá. Estos han hecho demasiado daño. Esto está peor que cuando salimos de la independencia. Por lo menos en esa época había comida.
No hay derecho. No hay derecho. Después de haber dilapidado un billón y pico de dólares, que no se sabe dónde está —¡bueno, sí se sabe dónde está!—… Que todavía vayamos a tener consideraciones… Eso sí, siempre desde el punto de vista legal. No hablo ni de venganza ni represalias.
¡Es justicia!
Normalmente la mejor venganza es la aplicación estricta de la ley.
Don Enrique, ¿es optimista?
Bueno, chico, yo estoy obligado a ser optimista. ¿A mi edad me preguntas eso? ¡Pero, claro! Yo me quiero morir en democracia. A mí se me está acabando el tiempo en el planeta. Y yo quiero morir en democracia. Quiero ver un renacer de la democracia en Venezuela, como lo vi en el año 58. Creo que el pueblo venezolano ha sufrido demasiado y no se lo merece. No se lo merece.