Se ha hablado mucho sobre los esfuerzos de una coalición multinacional para enviar ayuda humanitaria a Venezuela. El debate se ha centrado en, como se ha señalado en el diario The Wall Street Journal y otros medios internacionales, lo favorable que es esta oportunidad, la del ingreso de ayuda humanitaria a Venezuela, para deponer al dictador Nicolás Maduro.
Leía en un medio anglosajón —que ahora no recuerdo si fue en The Wall Street Journal o The Economist—, que el eventual intento de ingresar ayuda humanitaria a Venezuela imponía un dilema —que en verdad era una trampa— a Nicolás Maduro: si deja entrar los insumos, pierde el control de la frontera y parte del territorio; si obstaculiza el ingreso de la ayuda, empieza un conflicto del que no saldrá bien.
Precisamente, la ayuda humanitaria es nuestra próxima gran oportunidad. Y no debe ser otra cosa.
Hoy, 11 de febrero, la alianza política Soy Venezuela, en voz de la líder de la oposición María Corina Machado, pidió a la comunidad internacional activar el principio de proteger con el fin de que se forme una coalición internacional que, a la fuerza, ingrese la ayuda humanitaria a Venezuela. Pertinente y acertado llamamiento. Sin embargo, para algunos ha sido antipático y peligroso.
En paralelo al comunicado de Soy Venezuela, el presidente interino, Juan Guaidó, anunció la entrega de los primeros cargamentos de insumos de los esfuerzos humanitarios a la Asociación de Centros de Salud (AVESSOC) con el fin de que sean distribuidos en las próximas horas. Las cajas llegaron al país por avión en valija diplomática de Francia.
Son buenas noticias que ya se estén empezando a distribuir los insumos. Son miles los venezolanos que mueren de hambre. Es un país devastado, en condiciones críticas. Pero no se puede permitir que la ayuda humanitaria termine convirtiéndose en, simplemente, un atenuante. Seguro muchos países que están detrás de los esfuerzos no lo consentirán.
Corrió la advertencia de que Nicolás Maduro estaría pensando permitir el ingreso de la ayuda. Juan Guaidó lo alertó. Lo haría para capitalizarla y utilizarla como mecanismo de opresión, tal cual como hace con las CLAP. Pero, incluso si el dictador no utiliza la asistencia humanitaria a su favor, existe el riesgo de que termine siendo solo un paliativo y no se enmarque dentro de un proceso político para deponer a Nicolás Maduro —como debería ser—.
Durante el proceso del conflicto de Bosnia a principio de los noventa, se pensaba que la crisis era estrictamente humanitaria y que no existía un bando dispuesto a ejecutar una limpieza étnica. Por ello, se enfocaron, por un tiempo largo, todos los esfuerzos para asistir a la población, con paliativos; y no se invirtió nada en asediar al régimen serbio. El resultado fue un genocidio en Srebrenica.
“Durante los 92 y 93, en el Consejo de Seguridad, yo representaba a Venezuela. Fui especialmente fuerte en destacar que el proceso de limpieza étnica que estaban llevando a cabo los serbios con la población musulmana, no se resolvía prestando una asistencia humanitaria”, dijo al PanAm Post el diplomático Diego Arria quien, en ese momento, fue protagonista en las Naciones Unidas.
“No eran suficiente las cobijas, los alimentos y las medicinas, porque estaban desapareciendo a la población. Y de hecho, hasta que murieron doscientas mil personas, al final la comunidad internacional dejó que los propios Estados Unidos bombardeara Belgrado y sacaran a Milošević. Ese fue el final, pero mientras tanto se insistía en la asistencia humanitaria”, agregó Arria.
Como apunta el diplomático, era la fuerza lo urgente. Siempre lo fue desde el principio. El desalojo de Slobodan Milošević fue, al final, la mayor ayuda humanitaria al pueblo musulmán en la parte occidental de los Balcanes.
Hoy la ayuda humanitaria a Venezuela es un paliativo que, como han señalado medios internacionales, solo sirve como excusa para imponer dilema a funcionarios venezolanos —y a Nicolás Maduro—.
Seguramente Estados Unidos no esté haciendo esta inversión en Venezuela arriesgándose a que termine solo siendo un atenuante —o a que el régimen se la apropie—.
La ayuda humanitaria solo se enmarca en el proyecto para derrocar a Nicolás Maduro. Así debe ser. Eso lo saben el presidente Juan Guaidó y el Gobierno de Donald Trump.