En contraste con Argentina, por ejemplo, donde parece que ni siquiera están aseguradas las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias) programadas para el 2021, Perú avanza a paso firme con su calendario electoral rumbo a las elecciones generales de abril del año próximo. Por ahora, las organizaciones políticas se aprestan a realizar sus comicios internos para la definición de candidatos.
Si atendemos a la conformación actual del Parlamento, cuyos 130 escaños se renovaron en las elecciones extraordinarias de este año, encontramos algunos datos relevantes. El partido Acción Popular —que supo históricamente ganar un importante caudal electoral a punto de obtener y disputar la Presidencia en tiempos de Belaunde Terry y Vargas Llosa— aumentó significativamente su popularidad entre 2016 y 2020.
Este año, se constituyó en la fuerza más votada, con 1 518 171 sufragios. De hecho, tiene a la fecha 25 congresales, 20 de ellos sumados en las últimas elecciones.
No obstante, lo que más sorprende es desde ya el resultado del partido denominado Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap), que prácticamente de la nada obtuvo nada menos que 15 escaños parlamentarios, con 1 240 084 votos a su favor. Apenas 300 000 votos separaron al Frepap de Acción Popular.
Un giro político hacia el misticismo
Tal como informó en su momento la Deutsche Welle: “La sorpresa vestía ropas bíblicas. El Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP), un partido milenarista y mesiánico, cuyos miembros portan túnicas de la época de Jesucristo, se convirtió en la segunda fuerza más votada”.
Es este un fenómeno que cabe analizar, porque refleja un viraje hacia propuestas fundadas en el misticismo religioso que tal vez —desde una mirada del siglo XXI— podían darse por “superadas”.
En efecto, el Frepap se define a sí mismo como “un partido fundado en los 10 Mandamientos de la Ley de Dios y las tres reglas Morales del gran Imperio del Tahuantinsuyo (inca)”. Una especie de sincretismo cristiano-incaico.
Más aún, el artículo II de sus estatutos lo caracteriza como “un partido teocrático, nacionalista, Tahuantinsuyano, revolucionario, agrario-ecologista”.
Incluso su símbolo, el pez, emula al de los primeros cristianos. “Pez” en griego se pronuncia ΙΧΘΥΣ (ijzus), y resulta por ende acrónimo de Ἰησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ, (iesus jristos zeu uios soter), traducible como “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”.
Lo que se consigna dentro del pez es la sigla partidaria, es decir, Frepap. El símbolo también se asocia con el relato del fundador del partido, Ezequiel Ataucusi Gamonal, según el cual cuando tenía 18 años, un pez gigante lo salvó de morir ahogado.
Más prosaicamente, podría representar la riqueza ictícola del Perú, pero probablemente no sea esta la interpretación más fidedigna.
La historia del partido
Sus orígenes se remontan a 1989. Fue concebido por Ataucusi Gamonal como “brazo político” de su organización religiosa: la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal. Apodados “los israelitas”, adherentes y simpatizantes del Frepap sostienen, además, que Perú es la tierra prometida de Occidente.
Ataucusi Gamonal falleció hace ya 20 años. Autoproclamado reencarnación del profeta Ezequiel, había pronosticado su resurrección al tercer día de su muerte, pero, para desazón de muchos de sus seguidores, tal cosa no aconteció.
Fue entonces que su hijo Ezequiel Jonás Ataucusi Molina lo sucedió.
No obstante, Ezequiel “hijo” no ha tenido precisamente una participación activa en las organizaciones formadas por su padre. De hecho, ha estado literalmente “desaparecido” durante años, en medio de una disputa intrafamiliar por el liderazgo religioso y partidario en juego.
Ello no impidió que luego de tres contiendas electorales fallidas, finalmente llegaran al Parlamento 15 representantes, hombres y mujeres, cuya visibilidad se incrementó de manera considerable, en tanto sus túnicas celestes y blancas —largas barbas en los hombres y pudorosos velos en el caso de las mujeres— contrastaban casi cinematográficamente con los atuendos de sus colegisladores.
Un fenómeno digno de reflexión
Desde su página en Facebook, la vocera del partido, María Teresa Céspedes, difunde entre partidarios y “fieles” la agenda de su intensa actividad parlamentaria, con cerca de 200 proyectos de ley. Reivindicaciones agrarias y propuestas impositivas a las “grandes fortunas” alternan en sus posts con invocaciones teológicas y referencias incaicas.
Para el antropólogo Juan Ossio, autor de ‘El Tahuantinsuyo Bíblico’, los seguidores de Ezequiel son comparables con el grupo armado maoísta Sendero Luminoso que asoló a ese país durante la década de los ochenta y parte de los noventa.
Sumado a ello, Ossio afirma que los seguidores del “pescadito” surgieron en el mismo contexto.
Mientras que los senderistas buscaron la ‘salvación’ en la lucha armada y los textos de Abimael Guzmán, conocido como el camarada Gonzalo, los otros se aferraron a la palabra bíblica. Ambos movimientos, precisa el antropólogo, “fueron mesiánicos y manejados por líderes carismáticos”.
Definitivamente, estamos ante un fenómeno político, religioso, sociológico y antropológico digno de reflexión. Sobre todo, si análogos fanatismos místicos comienzan a extenderse peligrosamente por América Latina.