
Para algunos puede ser una sorpresa que en la reciente encuesta realizada por el Global Attitudes Project del Pew Research, los venezolanos hayamos aparecido como una sociedad individualista.
Digo que podría causar sorpresa porque, a fin de cuentas, los venezolanos hemos estado sometidos durante tres lustros a un intento de imposición ideológica que plantea la construcción de valores socialistas.
Sin embargo, en el mencionado estudio, la sociedad venezolana se sitúa por encima de Estados Unidos y de un número importante de países emergentes.
De acuerdo a la encuesta, un 62% de los venezolanos está en desacuerdo con la idea de que el éxito dependa de factores externos. Es decir, perciben que la realización de sus planes de vida, dependen mucho más del esfuerzo individual. Esto llama la atención en un país en el cual la población se ha visto sometida, de manera brutal, a los embates de un populismo rentista fundamentado en el ingreso petrolero.
Uno tendría que preguntarse cuáles son las razones que explican esa percepción en un momento de la historia venezolana que se ha caracterizado por la destrucción de las instituciones republicanas, por la cooptación de los espacios de la sociedad por el aparato estatal, por la reducción del régimen de libertades asociado al funcionamiento adecuado del Estado de derecho, y por la imposición de restricciones importantes al ejercicio del periodismo y a la libertad de expresión.
Los venezolanos mantienen una percepción positiva acerca de la asociación del esfuerzo individual y el éxito en la medida en que se han visto forzados a actuar individualmente para garantizar su supervivencia
El Estado venezolano ha impuesto una lógica clientelar que busca reducir la iniciativa individual, que ha afectado la productividad de la empresa privada, que ha reducido de manera importante las oportunidades de realización que tienen los individuos, que ha incrementado nuestros niveles de dependencia del recurso petrolero y puesto en riesgo la protección de nuestra soberanía. Tenemos un mercado interno distorsionado, con una alta escasez de productos de la canasta básica y altísimos niveles de inflación.
Pocos fuera del país pueden imaginar las peripecias de los consumidores en búsqueda de pañales, leche en polvo o azúcar. El Gobierno menciona como un logro la importación de 29 millones de tabletas de acetaminofén en un país de 30 millones de habitantes, lo que nos da un total de menos de una tableta per cápita. Esto por no decir nada de la escasez de medicamentos para el tratamiento del cáncer, de la diabetes, del SIDA o de la hipertensión.
Yo creo que, mas allá del discurso oficial, los venezolanos mantienen una percepción positiva acerca de la asociación del esfuerzo individual y el éxito en la medida en que se han visto forzados a actuar individualmente para garantizar su supervivencia en un ambiente que se hace cada día más hostil. La ineficiencia gubernamental ha obligado a los venezolanos a organizarse a favor de sí mismos y de los grupos de intereses particulares alrededor de los cuales se agregan.
Más que de ciudadanos debemos hablar de sobrevivientes. Uno encuentra que en Venezuela no se cumple ni tan siquiera aquella transacción propia de la teoría del contrato original, según la cual los individuos limitan su libertad natural a favor del establecimiento de un orden a partir del cual su vida y sus bienes estarían protegidos.
Nos enfrentamos a diario a un Estado macrocefálico, hipertrofiado y corrupto, que representa los intereses de los grupos gobernantes.
En realidad los venezolanos nos enfrentamos a diario a un Estado macrocefálico, hipertrofiado y corrupto, que representa los intereses de los grupos gobernantes y que ha perdido la capacidad para identificar y dar respuesta a las demandas de la sociedad. Un país del cual un número muy importante y creciente de jóvenes quieren irse por falta de oportunidades, es sin duda, un país que se encuentra en problemas. Uno puede detectar que exista una ausencia de coincidencia entre los postulados ideológicos impuestos por el aparato del Estado y las aspiraciones de un número importante y creciente de quienes conformamos la sociedad venezolana.
En el caso venezolano, el individualismo se explica por defecto, por ausencia, de mecanismos formales a través de los cuales resolver los problemas de la vida cotidiana, por un exceso de incentivos negativos que obliga a la gente a funcionar a partir de sus propios intereses y que dificulta la posibilidad de hacer empatía con los demás. El individualismo en Venezuela no tiene un carácter virtuoso —por el contrario, creo que es un síntoma de nuestra enfermedad colectiva.