La discusión entre un presidente y una cantante llama la atención de los medios y la opinión pública, ya que corta transversalmente dos universos que no siempre se cruzan, con aficionados y partidarios de dos mundos distantes. Javier Milei y Lali Espósito fueron los protagonistas de un debate que explotó en las redes sociales, pero que deja una cuestión concreta sobre la mesa. Algo relevante para el momento de transformación que vive la Argentina.
Los caminos de Milei y Espósito se cruzaron luego de las primarias presidenciales, cuando el libertario sorprendió ganando las PASO. En una clara referencia al acontecimiento electoral, la cantante escribió en sus redes sociales la frase “que peligroso, que triste”. Automáticamente, “Lali” se convirtió en una bandera del kirchnerismo y en uno de los nuevos blancos preferidos de los libertarios.
Ya con Milei presidente y el plan “motosierra” en marcha, el mandatario eligió el mote que sus votantes le pusieron a la cantante para hacer referencia a las cifras millonarias que ella cobró de fondos públicos: “Lali Depósito”. Ella eligió sus redes sociales para contestarle. Le recordó que cuenta con una extensa y exitosa carrera en el sector privado, lo que es cierto, y esgrimió a modo de defensa que ella no ha sido la única artista en cobrar dinero de los contribuyentes para realizar algunas actuaciones particulares. También lamentó que el presidente “le dé la espalda a la cultura” o no le otorgue “prioridad”.
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Más allá de toda la acalorada discusión de esta última e insólita grieta argentina, en estas dos últimas cuestiones está el asunto relevante: ¿Tienen que cobrar dineros públicos los artistas? ¿Javier Milei “le da la espalda” a los artistas y a la cultura?
En su descargo, Espósito no pudo dejar de lado la cuestión central del asunto: que más allá de su redituable y exitosa carrera en el mundo capitalista, ella recibió importantes sumas de dinero, como se dice en las redes, “del IVA de la polenta”. Este asunto abre un “sub-debate” sobre la moralidad (o inmoralidad) de los artistas millonarios que perciben fondos públicos. Aunque muchos consideran que la financiación de las expresiones artísticas no deberían tener relación con las arcas el Estado, varios apuntan a que la inmoralidad de los “cantantes famosos” que “no la necesitan” es todavía mayor.
Lali, como persona pública, eligió posicionarse ante la eventual llegada de Milei a la Casa Rosada. Está bien que lo haga. Lo que no puede pedir es que su posicionamiento no genere una respuesta. Si utiliza su posición de personalidad influyente en medio de un proceso electoral –está en todo su derecho–, no puede ni debe victimizarse si de la vereda de enfrente le responden.
Lo importante aquí es que se trajo a la discusión pública la cuestión del rol del Estado. Puede que este sea el aporte más importante de Milei hasta este momento. Aunque Espósito diga que fueron varios los que cobraron dineros públicos por recitales y festivales, no puede evitar que el asunto se ponga encima de la mesa. ¿Deben cobrar plata de los impuestos los artistas? Aunque el liberalismo libertario de Milei tenga una respuesta moral, independiente del país y su situación económica coyuntural, cuando la pregunta se hace en un contexto con la mitad de las personas por debajo de la línea de pobreza, la respuesta no es ideológica. Es de sentido común.
Todo esto ocurre en el marco del debate entre el Poder Ejecutivo Nacional y varios de los gobernadores provinciales. Mientras que la Casa Rosada aplica con énfasis el camino al tan necesario “déficit cero”, muchos mandatarios provinciales cuentan con agendas diferentes. En medio del tironeo por los recursos escasos de un Estado quebrado, debates como el de “Milei-Lali” ponen el foco en el destino de los dineros fiscales y el rol del Estado. Cuando esto sucede, se conecta el sentido común de las mayorías con una realidad que la política y sus beneficiarios escondieron durante años. Cuando esto ocurre, ya no es un debate de minorías, como los partidarios de un espacio político contra otro. Ya es asunto cerrado, aunque muchos “no la ven”.
¿Hay otra cuestión relevante detrás de todo este debate que reunió a los programas de chimentos del espectáculo con los de la política? No.