La Mona Lisa, pobre, “cobra” siempre. A lo largo de la historia, varias personas atentaron contra “la Gioconda”, por razones que nada tenían que ver con el arte, la obra o con su creador, Leonardo da Vinci. Hace décadas, los que atacaron el cuadro fueron algunos anarquistas por cuestiones políticas. Más recientemente, un hombre le arrojó una torta, luego de ingresar al Louvre disfrazado de anciana en una silla de ruedas. En 2017, una mujer rusa le tiró una taza vacía, que impactó sobre el cristal que protege a la famosa obra de arte, que tiene más de 500 años de edad y vigencia. Luego del episodio, los medios dijeron que la agresora estaba enojada por motivos vinculados a un trámite de la ciudadanía francesa, además de contar con un cuadro de desequilibrio mental evidente.
Este fin de semana, dos energúmenas atentaron contra la mítica imagen, a la que le arrojaron un líquido anaranjado, que los medios europeos señalaron como “sopa”. En sintonía con protestas similares, luego del ataque al cuadro (que lógicamente resultó intacto, gracias al cristal que lo protege), las mujeres proclamaron consignas vinculadas a la agroindustria, la pobreza y el medioambiente. Como suele suceder, los presentes registraron el patético incidente con sus teléfonos celulares, viralizando mundialmente las imágenes del episodio que tuvo lugar en el prestigioso museo de la capital francesa.
- Lea también: ¿Por qué la izquierda no repudia la inseguridad?
- Lea también: Youtuber ridiculiza al progresismo español con su cambio de sexo: “Me llamo Vida”
Detrás de estas manifestaciones, que advierten sobre emergencias que ni siquiera tienen consenso científico, existen grandes grupos lobistas que se benefician con millonarias subvenciones de los Estados y de organizaciones multilaterales. Pero, más allá de los que hacen negocio con estas consignas, un número importante de personas ha decidido dedicarse a estas causas por convicción. La mezcla de estos grupos con recursos económicos, sumados a algunos ilusos idealistas (que se proponen salvar al mundo porque no saben que hacer con sus propias vidas) suele brindar estos episodios, que no pasan de una nota de color en los medios de comunicación de todo el mundo.
Aunque existen multas económicas, y hasta eventuales penas de cárcel para estos absurdos atentados “artísticos”, lo cierto que es que, evidentemente, sigue resultando “barato” hacer estas estupideces. Hasta que no existan penalidades severas, que hagan que una persona desista de llevar a cabo estos ataques, las escenas como la de este fin de semana se seguirán repitiendo, a pesar del repudio del mundo civilizado.
Tan equivocado es el enfoque a la hora de tratar con estos energúmenos, que el protocolo vigente deja a los agresores junto a la obra de arte, mientras desaloja a los visitantes del salón. Como se vio en las grabaciones, el staff del museo coloca unos biombos, que terminan separando a las agresoras y a la obra del público presente. Como si fuera la policía retirando a los curiosos de una escena del crimen, los trabajadores del Louvre echan a la gente normal, para dejar a estas delincuentes junto al cuadro enchastrado detrás del biombo. Una vergüenza.
En las redes sociales, muchos usuarios comentaron el absurdo de la situación y se preguntaron las razones del insólito protocolo, que no reduce en el momento a las personas que van a atentar contra las obras de arte, con reclamos que nada tienen que ver con el lugar y el momento.
Lo que más me asombra es que no haya habido 1 que INSTANTÁNEAMENTE haya aparecido con una patada voladora pic.twitter.com/TDMdmFTQHP
— La Pistarini (@La_Pistarini) January 28, 2024