A diferencia de Cristina Fernández de Kirchner, que se rehusó a darle los atributos de mando a Mauricio Macri en diciembre de 2019, Alberto Fernández sí le pondrá la banda celeste y blanca y le dará el bastón a Javier Milei. Consultado al respecto, con su tono sobreactuado de estadista compungido, dijo que él es siempre un demócrata y no solamente cuando su partido gana las elecciones. Este domingo, Argentina comenzará a transitar un cambio profundo y muchos dirigentes políticos, que hasta ahora ocupaban lugares de relevancia, deberán buscar nuevos rumbos.
El mandatario saliente tiene 64 años, acaba de ser padre, y tiene intenciones de seguir trabajando. Al menos eso manifiesta. A pesar de lo desastroso que fue su gobierno, Fernández ha repetido un mantra hasta el hartazgo, que puede que él mismo se lo haya creído, como un mecanismo de negación. En su cabeza, él no fracasó, sino que, por el contrario, fue un noble piloto de tormentas que tuvo que sortear “los peores años de la humanidad en el último siglo” (como él mismo dice), con motivo de la pandemia, “la guerra” (entre Rusia y Ucrania) y la sequía. Lo que no dice, por ejemplo, es porque Uruguay o Brasil enfrentaron los mismos desafíos sin llegar a tener una inflación de tres dígitos.
En los últimos días trascendió una información sobre un viaje de Fernández a España, por lo que se puso en duda su participación en la jura del presidente electo. Sin embargo, el mismo presidente argentino aclaró que estará para darle los atributos a Milei, “porque es lo que corresponde”, aprovechando para darle un “palito” a su vicepresidente, que no tuvo la misma actitud con Macri. Sin embargo, la madre patria podría estar en los planes de Fernández en el corto plazo.
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Según el diario El Mundo, el que pronto será expresidente argentino podría seguir desempeñándose en un cargo gubernamental. No de su país, ni bajo la gestión de Javier Milei, como sí haría el embajador en Brasil, Daniel Scioli, fuertemente cuestionado por Fernández por esto. El “carguito” podría ser en el gobierno español, como asesor presidencial de su amigo Pedro Sánchez, que acaba de conseguir una muy cuestionada nueva investidura.
También contaría con algunas propuestas para ejercer como profesor universitario, en casas de estudio de España. Cabe recordar que Fernández es docente de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió como abogado. Con estas dos actividades “livianas”, Alberto Fernández tendría argumentos para radicarse en suelo español, tal cual hizo otra exmandataria peronista: María Estela Martínez de Perón, que nunca regresó a vivir a la Argentina, probablemente para evitar cuestionamientos por las violaciones a los derechos humanos, que tuvieron lugar antes del 24 de marzo de 1976, cuando tuvo lugar el golpe militar de Jorge Rafael Videla.
¿Está capacitado Alberto Fernández para enseñarles algo a los estudiantes españoles, más allá del fetiche de tener en el aula a un expresidente “progresista”? ¿En materia de qué podrá asesorar Fernández a su amigo Sánchez, luego de los evidentes resultados de su gestión? ¿Necesita trabajar para vivir el presidente saliente, o todo esto es una salida decorosa de una gestión para el olvido? Aunque todo esto sea materia opinable, las respuestas serán bastante evidentes. Pobre España…