Llegué a Nueva York con otra agenda y otros espectáculos por presenciar. Haciendo el check in del hotel reparé que en el rincón de las clásicas publicidades de los restaurantes y los musicales a los que no suelo ir, estaba el volante del musical de Volver al Futuro. A los que transitamos la infancia en la década del ochenta, el mero contacto visual con todo lo que tiene que ver con el universo del DeLorean que viaja en el tiempo nos resulta altamente emotivo y electrizante.
Ya en el cuarto, sin siquiera abrir la maleta, comencé a mirar disponibilidad de tickets y horarios de funciones. Mientras que la orquestación de Alan Silvestri sonaba irremediablemente en mi cabeza, ya tenía decidido que le daría prioridad al musical, por sobre las actividades que me habían llevado a la ciudad que teóricamente nunca duerme, pero que a las 11 de la noche no se consigue un lugar decente para cenar. Afortunadamente, para el día de mi retorno a Buenos Aires, había una función a las dos de la tarde, con entradas disponibles.
Cuando se apagaron las luces el día del show, no esperaba más que algunos momentos de nostalgia y el disfrute de un soundtrack inolvidable, tocado en vivo por una orquesta de músicos al nivel de Broadway. La verdad que no es poco y bien vale el precio de la entrada. Sin embargo la sorpresa fue superlativa. Apenas comenzó a desplegarse el potencial del espectáculo, me di cuenta por qué jamás algo así se podría ver en un teatro de la avenida Corrientes de mi Buenos Aires querido. ¿Un DeLorean que vuela? ¿Una adaptación sorprendente en vivo desde un escenario para un film de ciencia ficción? ¿Las líneas de fuego de las yantas del auto en el suelo, con un calor que llega hasta hasta las butacas? Sí, sí y sí. Hasta los más flojos efectos especiales de una película de la primera mitad de los ochenta, se mejoran en vivo para el deleite de los asistentes.
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Es posible que muchos fanáticos de la trilogía estén más interesados en la historia de esta producción cinematoráfica que en las típicas canciones con bailes de los musicales, pero la verdad es que esa sección ineludible se torna tolerable. Sobre todo hacia el final cuando los temas son los clásicos Earth Angel, Power of Love y Back in Time. Sí, hasta el cierre es los títulos de la película original. Es que, el musical de Volver al Futuro, está plagado de guiños a los fieles incondicionales de la sagrada trinidad…digo, trilogía.
Aunque uno no se imagina la historia con otros actores diferentes a los que le dieron vida en la pantalla grande, lo cierto es que los intérpretes están a la altura de la circunstancia. Tanto Michael Fox como Christopher Lloyd, que dijeron presente en el debut, hablaron maravillas del Marty y del Doc del musical. Pero el que se lleva todos los aplausos es el George Mc Fly contemporáneo. Desde el tono de voz hasta el permanente acomode del pelo del singular personaje, todo está interpretado a la perfección.
Al espectáculo no le falta nada ni le sobra nada. Lógicamente, el guion tiene ciertas adaptaciones para estar en sintonía con la actualidad, pero todo está bien pensado y cada gag despierta las merecidas risas. Cada fanático de Volver al Futuro del mundo debería hacer lo posible para presenciar este espectáculo en vivo, aunque se encuentre en la otra punta del mapa y haya que hacer una considerable inversión. Vale la pena.