En los cinco breves pero intensos episodios de Nada hay algunas coincidencias de la ficción con la vida real: Luis Brandoni y Robert De Niro son dos personas consagradas. Tanto el argentino como el norteamericano. Ahora, una cosa es ser una celebridad en Buenos Aires y otra en Nueva York. Hay otro status, otra situación, e incluso, puede haber otras realidades económicas. De las necesidades tradicionales locales de tener que cambiar dólares en una “cueva” hasta la angustia por no conseguir un aceite importado necesario para una preparación “gourmet”. Pero, más allá de las circunstancias que puedan volcarse en la pantalla, lo que mejor se transmite es que los personajes de Manuel Tamayo Prats y Vincent Parisi son amigos en la vida real. Aunque a la distancia y con poco contacto en lo cotidiano.
La relación entre ambos comenzó en Buenos Aires, cuando De Niro cayó de sorpresa a ver una obra donde Lito Cruz hacía de su personaje en la versión original estadounidense. Esa historia ya era bastante insólita de por sí. Cruz (fallecido en 2017) se acercó a De Niro en una de sus visitas a la Argentina para preguntarle por su método de actuación. Lejos de ignorar al colega sudamericano, la estrella de El Padrino II y Taxi Driver y el argentino se sumergieron en un diálogo sobre el oficio. La locura terminó con el ganador del Oscar dando una clase en la escuela de Cruz en Buenos Aires. Siguiendo la cronología, ambos volvieron a coincidir en la obra de Broadway, que Cruz quiso replicar en suelo porteño. Cuando De Niro vino a ver el estreno, Cruz le presentó a otro colega, su amigo Brandoni.
En Nada, el relato de Parisi hace referencia a las cenas en el Buenos Aires de los ochenta, donde conoció a Tamayo Prats, con el que terminó construyendo una amistad a distancia. Aunque los personajes de los críticos gastronómicos de ficción son parte de un libreto, esas evocaciones tranquilamente pueden hacer referencia a la verdadera historia de los festines con bifes de chorizo que compartieron Brandoni, Cruz y De Niro por aquellos años.
La frutilla de la torta fue cuando el actor argentino fue a grabar unas escenas a Nueva York para una película argentina y su colega se enteró que estaba en la ciudad. De Niro le envió un mensaje pidiéndole que lo llamara y lo invitó a pasar la Nochebuena en su casa junto a su familia. Para Brandoni, todo eso se explica únicamente por el fuerte denominador común de ambos. ¿La actuación? No. Las raíces italianas.
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Con esa historia real como contexto, grabar y transmitir Nada, donde un crítico gastronómico argentino en decadencia invita a su prestigioso y mundialmente conocido amigo y colega a presentar un libro en Buenos Aires, todo resulta absolutamente verosímil.
El formato es el de El Encargado, que también fue un éxito en la plataforma de Star+. La serie tiene detrás a los mismos realizadores y hasta aparece Guillermo Francella para devolver gentilezas. En la otra, el invitado en un capítulo es Brandoni y aquí aparece el polémico encargado del edificio, interpretando a un comprador y vendedor de autos usados. Como ocurre con la otra producción, los capítulos de media hora se miran como si “nada” y resulta prácticamente imposible no terminarla en el día.
A diferencia de El Encargado, que ya tiene en producción su segunda temporada, Nada empieza y termina con moño y todo. Es redonda, de entrada fácil, compleja y sutil pero de paso muy amable y tiene un final de boca implacable. Como los platos y los vinos preferidos del complicado paladar de Tamayo Prats. Absolutamente imperdible para los “foodies”, como se dice por estos días. Pero para los tradicionales “old school”, que no podemos evitar sentirnos identificados con el personaje de Brandoni, y que jamás utilizaríamos semejante definición boluda y pelotuda en nuestro contexto argentino. Si alguien de otro país no está muy convencido de lo que quiere decir “boludo”, “pelotudo” o “la concha de la lora”, no debería perderse Nada, donde se lo va a explicar con lujo de detalles el mismo Robert De Niro. Imperdible.