Este domingo, en Argentina se celebrarán las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Aunque las elecciones definitivas tendrán lugar en octubre, este fin de semana los partidos y frentes que tienen competencia interna dirimirán sus primarias. Por ejemplo, Juntos por el Cambio le ofrecerá al electorado a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta, mientras que el oficialismo irá con las candidaturas de Juan Grabois y el ministro de Economía, Sergio Massa. Además de la lista definitiva de los candidatos por todos los espacios, la jornada electoral dejará en evidencia como están parados las facciones políticas ante la opinión pública, en un contexto de encuestas desacreditadas por recurrentes fracasos.
Como en cada elección, la veda electoral trae consigo las tradicionales prohibiciones. Como es sabido, 48 horas antes de que se abran las urnas no se pueden realizar actos proselitistas ni difundir sondeos. También se suspenden los espectáculos y las reuniones públicas que no tengan que ver con el acto electoral. Sin embargo, la restricción más cuestionada y discutida suele ser la prohibición total del expendio de bebidas alcohólicas.
Seguramente, esto tuvo que ver con la posibilidad que en el pasado que, mediante la ingesta de las mismas, se podría alterar o vulnerar la voluntad de los votantes. Sin embargo, en la actualidad, esto es un completo dislate. Vale destacar que no está prohibido consumir bebidas alcohólicas, sino que lo que no se puede hacer es venderlas.
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En un escenario absolutamente innecesario, los supermercados aparecen luciendo en los sectores de las bebidas alcohólicas ridículas bandas que recuerdan a los comercios clausurados por las autoridades gubernamentales. El que piense que puede dirigirse a una cadena supermercadista para rogarle a los empleados que le vendan unas botellas de vino para el asado del domingo, que descarte la idea. No hay chances. Si tiene suerte, en el barrio encontrará un supermercadito dispuesto a correr el riesgo y despachar alguna lata de cerveza. Claro que el infractor deberá, además de tener suerte, ir con alguna mochila o bolsa opaca como para esconder el cuerpo del delito a la salida del comercio. Todos sabemos que en la Ciudad de Buenos Aires, sobre todo en los últimos 16 años del macrismo, no faltan los inspectores municipales dispuestos a joderle la vida a la gente.
Pero, dejando de lado a los previsores que compraron con anterioridad o los rebeldes que salen a conseguir un vinito clandestino en el comercio de cercanía, a los que más complica esta cuestión es a los gastronómicos, que ven mermar la facturación considerablemente durante la veda. Es que, por 48 horas, una pizzería no puede ofrecer un porrón de cerveza al comensal y una parrilla tampoco puede vender un vaso de vino.
Esta se trata de una de las tantas regulaciones absurdas que Argentina debería repensar, para ver si comienza a cambiar sentido común por sin sentidos, como estos, que lamentablemente abundan.