Sergio Massa deberá apelar a la imaginación para pedir el voto en agosto y octubre. Buscará que los votantes crean, como si se tratara de algo esotérico, que durante su presidencia podrá hacer lo que no está haciendo como ministro de Economía. Es que su último índice de inflación antes de las primarias del mes que viene dio mal, como todos los publicados desde que Alberto Fernández es presidente.
Por estas horas el mandatario formal está prácticamente desaparecido. Ya ni aparece para decir que la inflación es culpa de la pandemia, la sequía y la guerra en Ucrania, como hizo los últimos tres años. Claro que también los países vecinos lo refutan mensualmente. Mientras que en junio el INDEC argentino reconoció un 6% de inflación, Uruguay (que tuvo los mismos “padecimientos”) registró el índice más bajo en los últimos seis años. El interanual argentino ya es del 115%, mientras que el uruguayo no llega al 6%.
La apuesta del oficialismo es la del discurso de la “desaceleración”. Es que el 6% del mes pasado pretende contrastarse con el 8,4% de abril y el 7,8% de mayo. Una complicada estrategia, que busca hacer creer que, aunque la foto es mala, la película tiene una tendencia positiva. Pero esto tampoco reviste ningún análisis si miramos las cuestiones de fondo.
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Lo cierto es que el 6%, aunque se trate de un número escandaloso para cualquier país medianamente civilizado, es bastante mentiroso. El número se obtiene con los fallidos controles de precios que, aunque no tengan productos en las góndolas, prestan los valores para el relevamiento. También se miden las tarifas subsidadas y reguladas. Sin dudas que las variables que debería analizar la opinión pública, para corroborar si hay proceso virtuoso o no, pasan por otro lado.
Como una muestra de la verdad de la milanesa, solamente hay que mirar el precio del dólar libre, que ya pasó los 500 pesos, sin intención de volver atrás, y lo que está pasando con la emisión del banco central. Esta última semana, el monopolio monetario incumplió las pautas de emisión con el FMI, por el módico porcentual del 264%. El que piense que todo esto no tendrá impacto inflacionario, que lo piense dos veces. De a poco, ya son los billetes de dos mil los que llenan las billeteras de los argentinos, que ya valen menos que los cuatro dólares que compraban cuando fueron presentados.