Argentina tiene un serio problema que corta transversalmente lo político, lo económico y lo social. Es el drama de los piqueteros, los planes sociales y la extorsión permanente de las “organizaciones” que amenazan a los gobiernos por más recursos, mientras complican a la ciudadanía, que se ve imposibilitada de transitar durante las manifestaciones.
Desde la crisis de 2001, los planes sociales crecieron exponencialmente en Argentina. Lejos de haber servido como un “parche” para un momento complicado, los subsidios comenzaron a multiplicarse con finalidades clientelares. Hoy en día, con el Estado absolutamente quebrado y con una inflación galopante, las mal llamadas “organizaciones sociales” quieren más: renta básica universal, aumento en las asignaciones universales por hijo y todos los subsidios habidos y por haber. Como era de esperar, estos “planes” combinados, en muchos hogares ya superan en varios casos a los ingresos de los trabajadores y los jubilados.
Pero, más allá de las cuentas y los cálculos que ya son escandalosos de por sí, en los últimos días se vivieron distintas situaciones que incrementaron la indignación de la ciudadanía de bien.
Hace unas semanas, una beneficiaria de estos subsidios subió un video a sus redes sociales donde le contestaba a uno de los tantos argentinos indignados. Sin ruborizarse, “la planera” (como se la bautizó desde los medios de comunicación) reivindicó su situación, reconoció que no tiene ganas de trabajar y les dejó un consejo a los críticos de su estilo de vida: irse del país o ponerse ellos también a cobrar planes sociales. Lógicamente, la viralización del video exacerbó aún más los ánimos de una sociedad harta.
En la jornada de ayer, se vivió otro de los caos usuales en la Ciudad de Buenos Aires por los cortes de las organizaciones, que marcharon una vez más, interrumpiendo el tránsito en varias de las principales arterias porteñas.
Sin embargo, otra escena (que seguramente habrá ocurrido en el pasado sin ser registrada por las cámaras) parece haber sido la gota que rebalsó el vaso. Una persona, que quiso sortear un piquete, haciendo uso de su derecho constitucional al libre tránsito, terminó detenida por la policía que, como siempre, se limita a cuidar a los piqueteros y a desviar a los autos. La reproducción de las imágenes en todos los medios de comunicación hizo que el intendente Horacio Rodríguez Larreta tenga que remover de la fuerza a los oficiales responsables, aclarando que el joven fue rápidamente puesto en libertad.
Entre las imágenes del caos del miércoles por la tarde, se vio al diputado nacional José Luis Espert en uno de los cortes del microcentro, protestando también por la actitud de la policía. En un video de los tantos que circularon por las redes, economista liberal le dice a los piqueteros que deberían estar presos por cortarle el tránsito a las personas. “Es una locura, ¡la policía cuida el corte!”, se quejó indignado el legislador de Avanza Libertad, ante los celulares que lo grababan.
el profe espert el unico que se anima a plantarsele a los piqueteros pic.twitter.com/Nwj9hAJEq6
— Leo Sosa (@leo_bertario) August 10, 2022
¿La culpa es del kirchnerismo?
Aunque en un proceso peronista se incrementó la problemática de los planes sociales, lo cierto es que toda la clase política argentina es responsable. Si miramos a la principal coalición opositora de Juntos por el Cambio, y su accionar desde 2007, sería un absurdo echarle la culpa exclusivamente al kirchnerismo.
Cuando Mauricio Macri llegó a la intendencia porteña, la gestión municipal llevó a fondo una política “progresista” (que incluso incrementó exponencialmente el gasto), como para romper con las clásicas acusaciones de la izquierda, que señalaba al macrismo como a un espacio “neoliberal” y de “derecha”. En público, los funcionarios del PRO decían que ese era su modelo y que reivindicaban a Lula. En privado, aseguraban que necesitaban de esa plataforma, para poder llegar a la Nación y realizar las reformas necesarias.
Por aquellos días, los socios de la actual coalición cambiemita como la Coalición Cívica de Elisa “Lilita” Carrió, se pasaba presentando proyectos como el de la “asignación universal por hijo” (que luego implementó el kirchnerismo) o fomentando ideas delirantes como la del “ingreso universal”, que se debate hoy.
Aunque muchos creyeron en la estrategia macrista, cuando Cambiemos ganó las elecciones presidenciales en 2015, gobernando también la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires, nada de lo que esperaban muchos de sus fieles partidarios ocurrió. En lugar de cortar con los subsidios, los mismos se incrementaron y hasta se justificaron desde lo ético. Todos recordamos a la exgobernadora María Eugenia Vidal decir que los planes sociales eran “derechos” que nadie le podía “sacar” a la gente. Claro que, para que el peronismo pueda retornar el poder, en 2019 tuvo que ofrecerle a la gran masa de beneficiarios, una política asistencialista aún mayor, que ya no se puede financiar.
Aunque Juntos por el Cambio perdió la Nación y el distrito bonaerense, todavía conserva la Ciudad. Sin embargo, Larreta no hace nada distinto al peronismo en ninguna de sus versiones. Su reacción de ayer, justificando al ciudadano y expulsando a un policía (que en el fondo lo único que hizo fue cumplir con “órdenes políticas”), no es más que un manotazo de ahogado. Si el intendente considera que la historia de ayer debió haber terminado de forma distinta, ya que aseguró que el oficial no se manejó como tenía que hacerlo, debería dar una clara explicación sobre lo que considera que debió haber pasado. Claro que no puede hacerlo hacer sin evitar enromes contradicciones. Él es el responsable máximo por el accionar de la fuerza de seguridad municipal, que en lugar de liberar las calles como corresponde, se dedica cuidar a los piquetes y a desviar el tránsito.
¿Cómo se soluciona este problema?
Ni el oficialismo ni la oposición tienen en agenda la eliminación de los planes sociales, que en muchas familias ya tienen a dos o tres generaciones subsidiadas, alejadas de cualquier experiencia laboral en la vida. Sin embargo, tanto el kirchnerismo como las fuerzas que aspiran a reemplazarlo el año próximo, tienen incentivos y necesidades para superar esta dramática situación. Ya sea por cuestiones meramente fiscales, o por éstas sumadas a la demanda del electorado propio.
En el marco de una inflación que por ahora no da tregua, y aunque no se trate de un óptimo o un ideal, una oportunidad viable sería la de congelar los montos y los programas, para que la licuación monetaria haga el trabajo sucio que no quieren hacer los políticos. Claro que esto tendría que venir de la mano con una reforma laboral, para que, mientras los planes se mantengan en valor nominal, pero pierdan poder de compra, los beneficiarios tengan incentivos para complementarlos con un trabajo en el sector privado.
Lamentablemente, dadas las características de la dirigencia política argentina, una idea como esta, que recién podría dar soluciones en el mediano plazo, sería lo más concreto en el marco de lo realizable. Lo que sí tendría que tomar nota la oposición con suma urgencia, es que, ante los conflictos callejeros, las fuerzas de seguridad no pueden hacer otra cosa que no sea liberar el tránsito y garantizar el paso de las personas que van a trabajar. Es la ciudadanía perjudicada la que realiza actividades productivas en el mercado para pagar finalmente con sus impuestos los subsidios de los piqueteros, los sueldos de la policía y los salarios de los burócratas. Un cálculo sencillo que parece que no entienden ni los “planeros”, ni los oficiales que deshonran el uniforme ni los políticos que miran para otro lado.