
¿Se puede ser parte del Poder Ejecutivo de un país y a la vez ser la jefa de la oposición? Cristina Fernández de Kirchner piensa que es posible. Aunque suene un delirio total (muchos aseguran que la vicepresidente no está en sus cabales) la exmandataria piensa que es un plan viable. En la tarde de este viernes, en un acto en la provincia de Chaco, CFK le declaró la guerra a Alberto Fernández de la peor manera: con un ninguneo total. De esta manera, Cristina comienza a transitar el camino de lo que un funcionario albertista enojado denominó hoy en un off the record como el “opoficialismo”.
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A lo largo de estos dos años y medio de gestión, Kirchner le marcó la cancha a Fernández de muchas maneras. Sin embargo, la vicepresidente nunca había dicho ante el público (tampoco hacía mucha falta), que el jefe de Estado ostenta la banda presidencial, solamente porque se le ocurrió a ella. “Elegí a una persona que hoy es presidente que no representaba a ninguna fuerza política que conformaba el frente, pero que además me había criticado duramente desde el año 2008”, señaló CFK recordando el famoso lanzamiento del Frente de Todos. Pero, además de resaltar que Alberto llegó a la Casa Rosada por una jugada “inteligente” de ella, aseguró que el mandatario oficial no pude discutirle ni debatirle el poder real.
Sin muchas vueltas, Kirchner dijo que podría tener una puja de poder político con Sergio Massa o Emilio Pérsico, de las organizaciones piqueteras, pero no el hombre que ella decidió poner como candidato en 2019. No hay que ser un talentoso analista para darse cuenta de que Cristina le está diciendo al presidente “no le da el piné” para enfrentarse con ella.
Si algo le faltaba al insulto y al menosprecio directo que Cristina tuvo para con Alberto, fue la referencia a su generosidad. Sin mencionar directamente al ministro de Economía, Martín Guzmán, la vicepresidente dijo que fue “generosa” al dejarle al presidente la potestad de elegir su gabinete económico. Como viene haciendo recientemente, castigó duramente al ministro y su equipo. Señaló que es la primera vez que en Argentina hay empleados en relación de dependencia y “pobres”.
El camino que CFK quiere transitar este último año y medio es claro. Piensa utilizar su posición de poder dentro del gobierno, para tratar de ganar espacios en la Justicia y boicotear su complicado frente judicial. Mientras tanto, va incrementando sus críticas hacia el presidente y su ministro, de forma gradual y constante, pero sin romper la coalición.
Cree que puede llegar así hasta las elecciones del año próximo, cuando, ya en la víspera de la campaña, pueda darle el tiro de gracia a su subalterno. Considera que puede llegar a 2023, vendiéndole a la opinión pública que el fracaso del Frente de Todos se debió exclusivamente al desastre de Alberto. ¿Se comprará el electorado argentino que Cristina puede hacer otra cosa? El sentido común diría que no. Pero vale recordar que una buena parte del padrón nacional compró la mentira del Alberto independiente. Si ya le salió una vez…