Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, diversas instituciones transnacionales se desarrollaron bajo la órbita de los países occidentales. La idea era, según las trágicas experiencias vividas, que el mundo posea diversas estructuras poderosas globales, que busquen corregir los desequilibrios surgidos de las soberanías plenas de países que podían tener inconvenientes coyunturales peligrosos y contagiosos. Sin embargo, experimentos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de la Salud o la más reciente Amnistía Internacional, no han arrojado los mejores resultados en materia de defensa de las libertades individuales.
La Unión Europea, que tanto ha contribuido al proceso de paz más largo en la historia del continente, también arrojó luces y sombras y merece ser revisada. Todas estas estructuras multinacionales comenzaron a manejar presupuestos multimillonarios de los contribuyentes de los países miembros, como era de esperar, comenzaron a tener sus propios incentivos. Aunque las teorías conspirativas siempre sean atractivas para la psiquis de los seres humanos, lo cierto es que no hace falta imaginar a un grupo de titiriteros digitando los destinos del planeta. Todo se explica mirando cómo funciona una dependencia pública peronista en la provincia de Buenos Aires: los recursos fiscales terminan haciendo que la institución determinada tenga que justificar su existencia y no haga más que dislates, mientras asegura que su funcionamiento es vital y pide más recursos económicos. El que cuestiona estas entidades es víctima de una estigmatización pública automática. Se le juzga, no como un crítico de la institución en sí, sino de los fines que supuestamente tiene la misma (aunque no esté en condiciones de conseguirlo).
Claro que una cosa es una oficina gubernamental en un país del Tercer mundo y otra cosa es la estructura, por ejemplo, de Bruselas. Pero sus externalidades negativas terminan siendo increíblemente parecidas. Aunque, por ejemplo, la Unión Europea se haya fomentado bajo los principios liberales del mercado libre entre los miembros o el tránsito sin restricciones de los ciudadanos, terminaron impulsando generalidades como salarios mínimos más allá de las fronteras, generando rechazos como el de Inglaterra, que terminó en un comprensible Brexit (de también fundamentos liberales, vinculados a la autonomía, la soberanía y la libertad).
¿Qué persona que comprenda lo mínimo de Economía puede estar en contra de las recomendaciones generales del FMI?, más allá de delirios concretos puntuales como el rechazo a las criptomonedas, claro. Si uno lee sus mandatos, a grandes rasgos, llega a la conclusión de la izquierda: que fomenta abiertamente el capitalismo y la economía de mercado. Sin embargo, sus créditos. extraídos coercitivamente de los ciudadanos que sufren estos pulpos internacionales, terminan generando un subsidio a políticos que evitan las reformas que el mismo Fondo propone. Y a la hora de cobrar la cuenta, al acreedor no le importa si la misma se paga con reducción de la burocracia o con impuestazos. Y como el que consigue los recursos es el monopolio de la fuerza, siempre la opción es la del impuestazo. Cuando el ciclo arroja el resultado esperado, la culpa termina siendo del “neoliberalismo”.
Pero, aunque estas instituciones generen problemas económicos, la pandemia del coronavirus expuso el desastre de organismos más peligrosos, como es el caso de la OMS. Bajo sus mandatos recientes, muchos de los cuales se contradecían y luego quedaban sin efecto, se violaron las libertades individuales de muchas personas alrededor del mundo. Como si esto fuera poco, su mera existencia se confundió como la verdad revelada de la ciencia. Como dijimos antes, los que cuestionábamos, o dudábamos de sus mandatos éramos considerados “anti ciencia”. Y los recursos con los que cuentan estos monstruos son más que suficientes para implementar la feroz estigmatización mencionada. La misma se desarrolla mediante sobornos, prebendas, subsidios, pero también hay que sumar a la lista de factores la existencia de periodistas brutos e ignorantes. Impunemente, la picadora de carne mediática de estas estructuras globales hizo que, en tiempo récord, los que dudaban de la eficacia de la vacuna del Covid-19 fueran denominados como “antivacunas”, como si no hubiesen vacunado a sus hijos en contra del sarampión por algún motivo esotérico.
Lamentablemente, todas estas cuestiones parecen demasiado sofisticadas o poco entretenidas para los que, con buen tino, critican y se oponen a los mandatos de muchas de estas organizaciones transnacionales. Afortunadamente, muchos de ellos contaron con la suficiente individualidad intelectual como para percibir que algo no estaba bien, pero no pudieron evitar caer en la teoría conspirativa de un plan maestro. Un enemigo imaginario al que hay que revelarse: el Nuevo Orden Mundial. El proyecto del globalismo, al que algunos le agregan el remate de “neomarxista”.
Claro que en esta ensalada se cuelan los condimentos de los fetichistas de las tiranías, con tesis que de modernas no tienen nada. Los mismos argumentos de la derecha peronista sobre que Perón “frenó al comunismo” se repiten a la hora de justificar al Putin “tapón” del globalismo corruptor. El invitado que nunca falla a esta fiesta es el antisemitismo, que siempre encuentra cuerdas hebreas en el mecanismo titiritero que supuestamente “maneja” el mundo.
En una entrevista televisiva reciente, una parlamentaria ucraniana, de limitado inglés, dijo que, no solo se armaba en nombre de Ucrania, sino también lo hacía por el “nuevo orden mundial” de los países democráticos. Aunque suene increíble e insólito, muchos compradores de la ensalada conspiranoica consideraron que la mujer estaba reconociendo, frente a las cámaras, la entidad y existencia de ese ente global al que ellos vienen combatiendo y denunciando desde las redes sociales.
¿Resultó ella la primera vocera pública del Nuevo Orden Mundial? ¿Puede alguien ser tan estúpido?
I'm confused… I was told this was a conspiracy theory.
"We not only fight for Ukraine, we fight for this New World Order…" pic.twitter.com/j4ACYasDEI
— Tim Young (@TimRunsHisMouth) February 28, 2022
Claro que Putin evitó la influencia de muchas organizaciones globales en el territorio ruso en sintonía con sus propios intereses. Sin embargo, detrás de su soberana cortina de hierro moderna se esconde la persecución y el asesinato de opositores, la consolidación de un modelo autoritario, la alianza con las dictaduras del mundo y la violación de las libertades básicas de los ciudadanos rusos.
Claro que occidente necesita una revisión y la perspectiva adecuada debería ser la de las libertades individuales. El que considera que hay que hacer la “vista gorda” con Rusia, sobre todo desde la inaceptable, inexplicable y repugnante invasión a Ucrania, tiene tantos problemas como los que no perciben la peligrosidad de las estructuras “globalistas” que, aunque no son parte de una conspiración transnacional, sí son una de las mayores amenazas a las libertades individuales occidentales.