Por estas horas, Aníbal Fernández debería estar en el debate por el desastre de la inseguridad en Argentina, área de la que es el ministro a nivel nacional. El asesinato de un policía ejecutado a sangre fría de dos tiros, al que quisieron robarle la moto, y la muerte de un joven de diecisiete años, acuchillado mientras se dirigía a la escuela, deberían poner el foco esta semana en el vocero no oficial del kirchnerismo. Pero, aunque parezca increíble, Fernández no es noticia ni por estas cuestiones ni por la reciente intimidación al caricaturista Nik, que desapareció ya como noticia vieja. El más grave cuestionamiento que recibe el ministro por estas horas fue haberle dicho “hijo de puta” al expresidente Mauricio Macri.
En el marco de una entrevista, donde el funcionario del nuevo gabinete aseguraba que desconocía la escuela a la que asistían los hijos de Nik, el periodista lo interpeló y le dijo que era el ministro de Seguridad, por lo que tenía mucha información. Aníbal dijo que él no utilizaba su influencia para averiguar las cuestiones privadas de los ciudadanos, lo que no se creyó absolutamente nadie, y aprovechó para meter un doblete: insistir con la idea de que la gestión de Cambiemos fue peor a la actual y utilizar el insulto como bomba de humo para desviar la cuestión de las cosas importantes. “No. Eso lo hace el hijo de puta de Macri”.
Y el plan le salió de maravillas. Apenas sus declaraciones se viralizaron en las redes sociales se multiplicaron los repudios y el único tema de discusión alrededor de la figura de Aníbal Fernández fue que le dijo “hijo de puta” a Macri.
Es claro que el Gobierno intenta llegar de cualquier forma a las elecciones del mes próximo y todas las distracciones que pueda utilizar le vienen como anillo al dedo. Hoy se confirmó que la Secretaría de Comercio impulsa un congelamiento de precios de cientos de productos, mientras la emisión monetaria sigue a toda máquina. Argentina, literalmente, está como dice el cantautor kirchnerista Ignacio Copani, “atada con alambres”. La inseguridad no da respiro y el final de la cuarentena volvió a dejar en evidencia que salir a la calle en el país tiene riesgo de muerte. En este contexto, enroscarse con las evidentes estrategias de distracción del inteligente vocero que tiene el Gobierno es lo peor que los argentinos pueden hacer.
¿Tiene la madurez el antikirchnerismo para dejar al perro ladrando solo? Parece que por ahora no.