Alberto Fernández sigue sumando amigos en la región. Primero se cruzó con su par uruguayo por el rumbo del Mercosur. Después vino el conflicto en Ecuador, por sus declaraciones donde se diferenciaba de Lenín Moreno, sugiriendo su condición de traidor. Ahora, el presidente argentino abrió un nuevo frente, criticando la respuesta de Iván Duque, ante el caos y los disturbios de las manifestaciones fogoneadas por la izquierda. La respuesta del Gobierno colombiano no tardó en llegar.
El socio de Cristina Kirchner señaló en sus redes sociales que observaba “con preocupación” la “represión desatada” luego de las “protestas sociales. También “instó” a Duque a que “en resguardo de los Derechos Humanos, cese la singular violencia institucional que se ha ejercido”. Para las autoridades colombianas, sus dichos no hacen otra cosa que “alimentar la polarización”.
La dura respuesta del Gobierno colombiano indicó que se “rechazan firmemente las declaraciones del presidente Alberto Fernández, que desconocen que los miles de colombianos han tenido, conforme al Estado de Derecho, todas las garantías para ejercer la protesta pacífica a lo largo y ancho del país.
El comunicado, sin medias tintas, indicó que el Gobierno de Colombia no será desprestigiado por pronunciamientos, que no son más que intromisiones, que buscan aumentar el nivel de conflicto:
“El Gobierno Nacional ha convocado y adelanta diálogos con todos los sectores del país. La institucionalidad democrática colombiana protege los derechos constitucionales de los colombianos y no será desprestigiada por este tipo de pronunciamientos que, además de ser una intromisión arbitraria, buscan alimentar la polarización que no contribuye a la convivencia y al consenso”, señalaron en un comunicado desde Colombia.
Los denominadores comunes de las “derechas light” latinoamericanas
El problema que se compró Iván Duque debería dejarle alguna lección a los espacios que se proponen en la región como alternativa al populismo. El fracaso de Mauricio Macri, que generó el retorno kirchnerista, y las tibias actitudes del chileno Sebastián Piñera, al que la izquierda le abrió la caja de pandora con la constituyente, tienen cosas en común con la torpeza de Duque y su reforma (ya retirada) de aumento de impuestos.
No alcanza con buenas intenciones y mantener las instituciones democráticas y republicanas para que la izquierda no llegue al poder. Hay que tener un claro programa económico y la valentía que demostró, por ejemplo, Jair Bolsonaro, al enfrentar a los sindicatos de su país, a los que les quitó la financiación coercitiva de representados cautivos.
Hoy, Iván Duque es cuestionado por la izquierda por un aumento de impuestos y, todos sabemos, que quienes los que fomentan estos desmanes serían mucho peores si estuvieran al mando. Pero eso no les quita la inmunidad opositora, para decir y hacer cualquier cosa. Lo mejor que podría quedar de esta experiencia es que se destierre la idea de los espacios “no populistas” que, ante la crisis, en lugar de cortar los privilegios de la burocracia y el tamaño del Estado, se proponga subir los impuestos y la mochila fiscal de los contribuyentes y las empresas.