“La DAIA, representación de la comunidad judía argentina, tras la muerte del ex primer mandatario Carlos Menem, expresa que durante su presidencia se produjeron los dos atentados terroristas más graves de la historia argentina”.
Con este comentario, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas abrió ayer un hilo en su cuenta de Twitter, en la jornada del fallecimiento del expresidente Carlos Saúl Menem. La verdad que uno no sabría por dónde empezar. Lo pobre a nivel idiomático, retórico y comunicacional es solamente comparable con lo patético de lo que expresa políticamente. Generalmente, cuando uno, sea persona o institución, expresa algo, es su visión, interpretación u opinión acerca de un hecho específico. “Expresar” que durante la presidencia de Menem se produjeron los atentados a la Embajada de Israel o la AMIA, sería tan estúpido como “expresar” que durante la administración de George Bush se realizaron los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ni hablar de la supuesta representación que dicen ejercer de la “comunidad judía argentina”. Como judío y argentino, lejos de representarme, cada vez que comunican algo no dejan de causarme indignación y vergüenza. Casi tanto como cuando un extitular de la entidad tuvo que renunciar a su cargo luego pretender acostarse con una negacionista del holocausto.
Si no tienen nada para decir al respecto, y deseaban meter el dedo en la llaga en un día de luto, al menos podían utilizar el término “recordar”. Pero lo burdo y el apuro les puede más siempre a la hora de comunicar. Es que la institución, que no representa a absolutamente nadie, salvo a ciertos funcionarios acomodados, sectores filokirchneristas y macristas “políticamente correctos”, ha sido cooptada en general por un progresismo vergonzoso.
Aunque en sus redes la institución asegura que “vela por la seguridad de la comunidad judía”, la DAIA suele limitarse en lo político a los lógicos repudios ante los frecuentes ataques antisemitas, pero guarda silencio y no cuestiona a un Gobierno que mira con cariño a Irán y a sus aliados en América Latina y el mundo, que pretenden la destrucción del Estado de Israel.
En Argentina la justicia no funciona. No en la época de Menem, cuando tampoco funcionaba. No lo hacía antes ni funcionó después. Por lo tanto, con los atentados impunes en el país (con los agravantes posteriores como la muerte del fiscal Alberto Nisman), solamente podemos guiarnos por nuestras interpretaciones. En lo personal, yo creo que si Menem no era el presidente durante los noventa, probablemente los atentados no hayan tenido lugar. Es cierto. Ahora, hay que reconocer que esto seguramente tuvo que ver con el alineamiento correcto que el expresidente buscó para la Argentina. En esos años, los aliados eran Europa, Israel y los Estados Unidos. Es probable que los bombazos hayan estado vinculados a las alianzas geopolíticas de entonces. Pero la DAIA prefiere la “paz” de la alianza de Cristina Kirchner y su séquito con Irán, que no solamente está sospechado de ser el responsable de los atentados, sino que, si pudiera, volaría en pedazos a Israel. El día que muera CFK, ¿escribirá la DAIA en sus redes sociales que ella también estaba acusada de encubrimiento del atentado por un fiscal que apareció suicidado? Difícil.
Cabe destacar que Menem fue absuelto en esa causa hace dos años, mientras que sí otros funcionarios y policías fueron condenados a prisión. El kirchnerismo todavía insiste con la teoría que Nisman quiso perjudicar a CFK, y que finalmente se suicidó por la presión de no poder mantener sus mentiras. Antes que el proyectil en su cabeza termine con su vida, Nisman, seguro de sus dichos por televisión, aseveró que si no se escapaban del país iban todos presos. Él terminó muerto y ellos volvieron al Gobierno.
Menem fue una víctima más de los atentados y su gestión llevará siempre esas sombras. Pero puede que el terrorismo islámico no haya causado solamente un dolor de cabeza político al mandatario que falleció ayer. En la Argentina, que poco y nada tiene resolución en la justicia, también está pendiente el esclarecimiento de la causa del fallecimiento de Carlos Menem Jr. No muchos creen en la tesis del accidente del helicóptero que terminó con la vida del hijo del expresidente.
Si algo le faltaba a los partidarios de la línea del comunicado, era comenzar a tildar de “antisemitas” a los que cuestionaron a la DAIA, como el exembajador Jorge Yoma, que tuvo que salir a defenderse en las redes sociales. Ese recurso de la muletilla del supuesto antisemitismo para el que cuestiona sus posturas políticas es una vergüenza que nos indigna, sobre todo, a los judíos argentinos que pensamos distintos. Son tan llorones como soberbios, que se abogan una representación que no tienen.
Lamentablemente, a mí, antisemita no me pueden decir, ya que no son más judíos que yo. Tampoco me pueden señalar como ajeno a los atentados, ya que mi cuero cabelludo todavía conserva las lesiones de los vidrios rotos de aquella mañana de 1994. De haber estado durmiendo boca arriba, probablemente no estaría viendo hoy las letras que escribo. Mi ventana tiene una vista directa a la sede de la AMIA, que se encuentra a pocos metros. Primera calle paralela y sin edificios en el medio. Recuerdo lo primero que sentí ese 18 de julio, cuando me despertó la conjunción de los ruidos de la explosión, el derrumbe y los miles de vidrios rotos. Mientras me corría la sangre por los ojos, que brotaba a borbotones de mi cabeza, asumí que era un terremoto y que el edificio colapsaría de un segundo a otro y que todo había llegado a su fin a mis 13 años. El sonido de las ambulancias y los gritos me dejó en claro que se había tratado de un atentado. A mí no me la van a contar. Afortunadamente, lo peor que me pasó es haber tenido que abandonar un departamento semi destruido por riesgo de explosión de gas por algunas semanas. Ochenta y seis familias todavía lloran a sus muertos. Pero el que piense que vamos a estar más a salvo con gobiernos que miran como aliados estratégicos a las teocracias islámicas como Irán se equivoca. Es un error garrafal que ningún judío argentino puede cometer. Pero la mezcla de las prebendas políticas y económicas, y el virus del progresismo generan estragos y pueden más que el sentido común.
Menos mal que Israel reacciona distinto a las amenazas y la hostilidad de sus enemigos. Otra hubiera sido la historia si el país se manejaba desde su fundación con la actitud de la DAIA, que de haber tenido la actitud de hoy hace unos años, por ahí hasta se ponía del lado de los que cuestionaron la metodología captura del nazi Eichmann hace seis décadas.