Seguramente no va a faltar el estúpido que diga que con esta analogía banalizamos el terrorismo de Estado de la última dictadura, o que hacemos leña del árbol caído con el fracaso sanitario de Gobierno respecto al manejo de la pandemia. Todo lo contrario.
Los que se dedicaron a hacer política y utilizaron a sus muertos fueron los herederos de las organizaciones armadas de izquierda, que utilizaron un relato ficticio para contribuir a su agenda política del presente. Al día de hoy, y mediante el aparato del Estado, siguen insistiendo con la historia oficial de los 30 000 desaparecidos durante el proceso militar (1976-1983), aunque los documentos históricos, las investigaciones y las declaraciones de los mismos exguerrilleros confirmen lo contrario.
De igual manera, los que manejaron de la peor manera la problemática del COVID-19 fueron los mismos funcionarios de Gobierno, que también cayeron en la más impune manipulación. Fueron ellos los que utilizaron la pandemia para ejercer la suma del poder público en pos de sus intereses políticos y judiciales, y que mantuvieron irresponsablemente hasta hoy las distorsiones económicas en el período de encierro, para evitar implementar un necesario y urgente plan de reformas.
Alberto Fernández ya no puede presentar sus famosos Power Point en cada extensión de la cuarentena. Hace varios meses que la mentira quedó al descubierto. El mundo sabe que Argentina no ha sido ningún ejemplo ante el complicado desafío del COVID-19. Todos los países con los que nos amenazaba, diciendo que podíamos terminar como ellos, han mostrado mejores resultados en sus estrategias sanitarias y económicas. Es que nosotros no hemos tenido plan ninguno. Encierro, migajas en forma de subsidios licuados por la inflación y a aguantar. Mientras tanto, y con las cifras en alza, el sector privado, que ya venía golpeado, terminó de volar por los aires.
De la mano de los 30 000 fallecidos por coronavirus, Argentina queda en el puesto 12 de la lista fatídica mundial. En cuanto a los contagios, ya estamos entre los peores siete del mundo. En las últimas jornadas, el país ya se ubicó en algunas oportunidades como el peor de todos en promedio de decesos por cada millón de habitantes.
La historia de la humanidad muestra que las tragedias ocurren y que ante una eventualidad como la de una pandemia, todos podemos estar en riesgo. Nadie tiene la vida comprada y puede que, además de cuidarnos, no podamos hacer mucho más. Pero lo que escapa a la suerte de la ruleta es la responsabilidad del Gobierno, que, lamentablemente, a la par del COVID-19, también se vistió de asesino. La cuarentena extrema ha dejado en la calle a demasiados argentinos. También ha fundido Pymes, comercios y empresas. Alguien debería hacerse cargo del desastre que hicieron.
Lamentablemente hoy llegaremos a la fatídica y simbólica cifra de 30.000 muertos por COVID. Una tragedia.
Terrible paradoja del destino para un gobierno kirchnerista… pic.twitter.com/jg8b6is7uG— Luis Rosales (@luisrosalesARG) October 28, 2020