Las cartas están echadas. Será decadencia, decadencia, decadencia y finalmente explosión. Uno puede llegar a comprender los incentivos nefastos de no buscar soluciones de fondo llegando al final de un mandato para no inmolarse políticamente y dejar de herencia la bomba. Pero cuando ni siquiera se llegó al año de gestión, es absolutamente incomprensible.
La última gran crisis con hiperinflación de por medio, que puede ser como la próxima, encontró a un recién llegado Carlos Menem a la Casa Rosada. Entre 1989 y 1991, a los tumbos, pudo al menos generar el terreno para una política de reformas que le dio al país el último proceso de crecimiento y estabilidad y a él la reelección.
Aunque ya pasaron nueve meses de mandato, parece que Alberto Fernández no se da cuenta de que no puede seguir con la improvisación macrista y el populismo kirchnerista que llevaron al país a esta dramática situación.
La noticia preocupante de hoy tiene que ver —una vez más— con los delirios intervencionistas alrededor de los contratos de alquiler. En lugar de ir sincerando la economía, el Frente de Todos (con silencio de Cambiemos en las cuestiones conceptuales, cuando no con el acuerdo explícito) determinó que seguirán “congelados” los precios de los alquileres hasta el año próximo y que sigue estando prohibido el desalojo. Como la cuarentena que se extiende permanentemente, este mamarracho violatorio a la propiedad privada, por ahora, tiene lugar hasta febrero del año próximo.
En los fundamentos del decreto Fernández indica que «la emergencia sanitaria requirió, por parte del gobierno, la adopción de medidas tendientes a velar por la salud pública, extremando simultáneamente los esfuerzos para coadyuvar a las problemáticas económica y social». Lo que lograrán será todo lo contrario. Aunque supuestamente se busca evitar «problemáticas sociales», los incentivos que generará la continuidad de la normativa serán desastrosos. Los abogados, agradecidos.
Una vez que termine la locura de la cuarentena más larga del mundo, habrá que destapar una olla a presión que mostrará los resultados de todas estas políticas populistas, que fracasaron en reiteradas oportunidades. La prohibición de despidos generará una ola de quiebras, la apertura normal de los bancos y la disponibilidad de los pesos incrementará la corrida y cuando todo empiece a normalizarse el sobrante de dinero (que ahora se imprime y se importa) generará un estallido. No sabemos el futuro porque seamos adivinos. Solamente miramos el pasado, que es lo suficientemente claro y reciente.