El escenario que tendrá Argentina luego de las elecciones del 27 de octubre es un misterio. Ni hablar de lo que puede estar sucediendo el 10 de diciembre cuando tenga que asumir el próximo presidente, probablemente Alberto Fernández. La elección del 11 de agosto, donde el peronismo triunfó por amplia diferencia, destapó un cóctel explosivo: a la situación “atada con alambres” que se vive desde el día uno del macrismo se le sumó la incertidumbre total con respecto a un eventual gobierno de los Fernández.
La corrida sobre el peso y el pánico hizo volar el dólar una vez más y Mauricio Macri tuvo que sacar un control de cambios de la galera para evitar un escenario de incendio antes del final de su mandato. Pero la olla suma presión rápidamente y las distorsiones se acentúan, generando un problema más grande a futuro.
En las últimas horas, la brecha entre el tipo de cambio oficial (restringido) y el libre (en el mercado informal) se incrementó más de un 20 %. Mientras que en los bancos se podían generar algunas operaciones a 60 pesos por dólar, fuera del sistema vigilado por el Banco Central el precio de la divisa norteamericana arrimaba a los 68. Pero la diferencia del “dólar bolsa” (divisa para tener depositada dentro del país) presentó un spread aún mayor: 70,11. Finalmente, el “contado con liqui” (dólar para depositar en bancos del exterior) tocó los 73 pesos. ¿Hace falta decir como termina esta historia?
Lamentablemente, la situación política es muy desalentadora. El Gobierno no piensa más allá del día de las elecciones y sigue fomentando una bomba de tiempo, con dilapidación total de reservas para posponer lo inevitable. ¿La oposición? Se agota en la demagogia infantil. Si el macrismo vive una fantasía irresponsable en la campaña del “sí se puede”, buscando la épica reelección milagrosa en medio del incendio, el kirchnerismo propone llegar con combustible para que, directamente, vuele todo por los aires.
Si hay algo que contribuye al panorama sombrío, a la desinformación y confusión es el rol de la mayoría de los comunicadores. Mientras que los “vivos” de siempre hacen fortunas comprando en unos mercados y vendiendo en otros todos los días, la mayoría de los periodistas argentinos apuntan contra esos “especuladores” en lugar de cuestionar el sistema. La tara estatista y dirigista parece que le hace considerar a los más afamados hombres de la prensa que hay que fortalecer los controles para evitar la especulación en lugar de reconocer que los controles son la causa inicial del problema.
En 2003 Argentina eligió el camino del engaño y las distorsiones en materia económica. El mejor contexto internacional de la historia hizo que la mentira durara y el kirchnerismo pudiera llegar con lo justo a diciembre de 2015 sin que volara todo por los aires. Macri cometió el viejo y repetido error de evitar las reformas de fondo y la situación se agravó considerablemente. A partir de ahora no hay muchas opciones y no es posible ningún tipo de populismo sin recursos. O se encaran las reformas necesarias, reduciendo el Estado, gasto público y los impuestos, saneando la moneda y generando un contexto amable para la inversión en lo inmediato, o en cualquier momento Argentina podría caer en la página más negra de su historia.