El régimen venezolano está cada vez más aislado. Todo parece indicar que a Nicolás Maduro ya no le importa mantener la relación con el peronismo y el Frente Amplio uruguayo. En una entrevista con un medio de Brasil, el dictador fue consultado por los dichos de José Mujica y Alberto Fernández y decidió responder con insultos.
Según publicó el Folha de Sao Paulo, Maduro dijo que los que se hacen eco del informe de Michelle Bachelet, que confirma serias violaciones a los Derechos Humanos por parte de la dictadura chavista, son “estúpidos”. Más allá de la generalidad del comentario, los dos principales destinatarios son el expresidente uruguayo y el candidato del Frente de Todos y compañero de fórmula de Cristina Kirchner.
Alberto Fernández, que le puso un tono moderado a su campaña y busca despegar su imagen del kirchnerismo más duro, afirmó que en Venezuela hubo un “proceso democrático” que mutó en un “autoritarismo”. En la opinión del candidato a presidente más votado de las primarias, el informe de la expresidente chilena confirmó ante el mundo los abusos del chavismo contra la oposición y la sociedad civil.
En Argentina, las palabras de Fernández, que se negó a utilizar el término “dictadura” (según él por cuestiones técnicas) no cayeron nada bien. Pero sus comentarios escuetos sobre lo evidente de lo que ocurre en Venezuela parece que hicieron enojar al dictador en decadencia, que está cada vez más solo.
El entredicho entre Maduro y Fernández tiene dos impactos concretos para el dirigente peronista: por un lado, el insulto de Maduro es un aporte a la campaña. El exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner busca todo el tiempo de mostrarse alejado del populismo más duro y hasta aseguró que su proyecto político “no tiene nada que ver con el chavismo”. La última semana prometió que “nadie” va a hacerle cambiar de opinión para impulsar una reforma constitucional. En este sentido, el insulto del dictador venezolano es casi un escupitajo de agua bendita. Un aporte de campaña no monetario que suma para que Fernández se consolide en el electorado de centro.
Pero lo cierto es que el vínculo, que parece roto antes de empezar, prende las alarmas en el kirchnerismo duro. Este espacio vinculado a la expresidente teme que Alberto gire a la derecha al momento de asumir, convirtiéndose en una especie de Lenín Moreno peronista. Aunque este conflicto se dilucidará recién a partir de diciembre, la disputa de poder dentro del peronismo ya empezó hace rato. Desde que se supo el resultado de las primarias de agosto que comenzaron los chispazos entre Alberto y las “organizaciones sociales”. Mientras que Fernández busca mostrar previsibilidad, de su espacio piden reforma agraria y acampan en las calles para pedir más subsidios.
Por ahora, esta disputa, aunque incipiente, es una realidad pero está escondida debajo de la alfombra. Ni el peronismo tradicional ni el kirchnerismo quieren hacer nada que pueda impedir la victoria en octubre y por ahora nadie tira las cartas. El año que viene será otra historia.