El senado argentino aprobó por amplia mayoría (49 votos a favor y 1 en contra) una normativa que establece un cupo de género para espectáculos musicales. A partir de ahora, como ocurre con el armado de listas de candidatos en el ámbito de la política, los conciertos y festivales deberían cumplir con una nómina que garantice “un 30% de mujeres”. De lo contrario se estaría cometiendo un delito y habría que afrontar las consecuencias de las penalidades pertinentes.
Para que esta locura total se materialice, la Cámara de Diputados debería darle la media sanción que le falta el proyecto. Dada la abrumadora mayoría de legisladores que ya dieron el sí en el senado, todo parece indicar que el resultado está cantado. Otro sin sentido más en la historia de regulaciones arbitrarias en Argentina.
Aunque en estas elecciones, el macrismo y el kirchnerismo seguirán representando a la famosa “grieta” que divide a la sociedad, a la hora de la demagogia, el populismo y de la corrección política parece no haber divisiones entre ambos sectores: el proyecto fue presentado por una senadora kirchnerista, pero también es impulsado por la Secretaría de Cultura de la Nación.
“Los eventos de música en vivo así como cualquier actividad organizada de forma pública o privada que implique lucro comercial o no y que para su desarrollo convoquen un mínimo de tres artistas o agrupaciones musicales en una o más jornadas, ciclos o programaciones anuales, deben contar en su grilla con la presencia de artistas femeninas”, dice el proyecto aprobado anoche en el senado.
Feministas y estatistas
Aunque el proyecto fue avalado y defendido por 700 mujeres pertenecientes al mundo del espectáculo, lógicamente, no hay un acuerdo general con relación a la utilización coercitiva de los cupos. En diálogo con PanAm Post, la fotógrafa argentina Monserrat Marin criticó duramente la iniciativa. Resaltó que estas mujeres no son representativas del género femenino en su conjunto, solamente un grupo de “feministas que hacen las cosas al revés”.
En su opinión las impulsoras del proyecto “no hacen nada por mérito propio” y se limitan a “pedirle permiso al Estado”. “Lo bueno es que ahora, cuando la gente las vea tocando en un festival va a poder saber que están ahí por una cuestión arbitraria y no por cuestiones vinculadas a su talento”, señaló.