Las cifras sobre indicadores de bienestar social son indispensables para entender y diseñar instituciones que puedan mantener la concordia entre la sociedad. En la tensa situación de Venezuela, el Gobierno de Nicolás Maduro adelanta la posesión de la Asamblea Nacional Constituyente, que tiene como objetivo primario obtener poderes absolutos para eliminar la poca democracia que allí queda, silenciando a la oposición para obrar a sus anchas, depredando los recursos de ese país a favor de una camarilla de sátrapas que solo buscan lucro personal a costa de la sociedad.
Este escenario dantesco ha incentivado la diáspora de ciudadanos que buscan mejores condiciones de vida abandonado su terruño natal, con el drama que esto implica. Como es natural, el primer refugio es la frontera colombiana, en el departamento de Norte de Santander, el cual es uno de los lugares donde históricamente las instituciones colombianas han sido débiles gracias al centralismo político, pero ahora con un problema mayor porque Colombia no ha sido un país receptor de migraciones. Cuando llegaron a los puertos del Caribe expatriados europeos de ascendencia judía, perseguidos por el régimen Nazi, el presidente Eduardo Santos avaló los decretos de su canciller Luis López de Mesa que cerraron las puertas a las víctimas del holocausto (ver estudio); hechos como estos mantuvieron al país en el ostracismo, alejándolo de los circuitos internacionales del comercio mundial reforzando el nacionalismo.
El éxodo venezolano debería prender las alarmas, porque según el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), en 2011 había 721.791 colombianos que estaban empadronados en Venezuela (ver reporte), y que posiblemente han retornado a su país de origen producto de las persecuciones xenófobas del régimen chavista. Igualmente, el director legal de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) reveló en un reportaje (ver nota) que Colombia podría haber recibido, hasta la fecha, un millón de refugiados venezolanos, mientras la canciller María Ángela Holguín afirmó en rueda de prensa que los desplazados de Venezuela eran del orden de los 150.000 habitantes. Esta variedad de cifras, indica la ausencia de planes para poder absorber esta migración, que por definición es buena para un país, si tiene los mecanismos para que la productividad de estas personas aporte valor agregado a la economía nacional. De acuerdo con un estudio de David Card, la migración de cubanos a suelo norteamericano durante la década de 1980 no provocó caídas en el ingreso de los ciudadanos menos cualificados de la ciudad de Miami, sino que, por el contrario, durante una recesión económica le fue mejor a la ciudad receptora de migrantes (ver estudio).
En este caso, la situación de Norte de Santander no es la mejor, teniendo en cuenta que este departamento recibirá el mayor impacto de ese flujo migratorio sobre su sistema de salud regional.
Por medio de la encuesta de fertilidad, se aprecia en la figura 1, que en Norte de Santander el embarazo adolescente incrementa un 15 % la probabilidad de que un bebe nazca con bajo peso, es decir, menos de 2.500 gramos. Si la madre vive en unión libre con menos de 2 años de coexistencia con la pareja, aumenta la incidencia de bajo peso en 37 %; cuando es madre soltera esta posibilidad es del 31 %; no estar afiliado al sistema de salud incrementa esta posibilidad en un 53 %.
Figura 1. Probabilidad de bajo peso al nacer (menos de 2.500 gramos)
Si se contrastan estos mismos números con respecto a lo que sucede en Bogotá, se considera que el efecto de mejores instituciones y la concentración de poder político incrementa la brecha a favor del desempeño futuro de los niños que residen en la capital del país. Es de resaltar, según la evidencia, que la estabilidad de la pareja en el hogar genera las mejores probabilidades para un niño al nacer, crecer y las del resto de su vida.
Ahora, bajo un escenario de migración a gran escala, sin capacidad institucional para gestionarla apropiadamente, puede terminar agravando el problema en los departamentos fronterizos en torno al ambiente de seguridad, porque existe una relación entre el desempeño futuro de un niño que nace con baja talla, reflejando una situación anómala con alta probabilidad del deterioro social al interior de los hogares, es decir, violencia intrafamiliar, mal desempeño escolar, y esto, caldo de cultivo para el incremento de inseguridad ciudadana.
Lo anterior ha sido estudiado por diversos académicos (ver estudio), demostrando la reciprocidad entre el incremento del crimen violento y el embarazo adolescente, así como malas condiciones de los bebes al momento del nacimiento. Por eso la seguridad ciudadana cruza por el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), Sisbén y demás instituciones que requieren acciones integrales.
Por todo lo anterior, el drama humanitario venezolano en departamentos como Norte de Santander, en lugar de ser una oportunidad de desarrollo económico para Colombia, puede transformarse en una trampa de pobreza y crimen.