Estados Unidos quedó fuera de la Copa Mundial Femenina que se celebra este año entre las locaciones de Australia y Nueva Zelanda. La causa de esta eliminación fue, entre otros factores, un penal errado de la jugadora Megan Rapinoe.
La estadounidense, quien es una reconocida activista y afiliada al Partido Demócrata, se encuentra actualmente en el ojo del huracán ante el escarnio público. Y es que lo que está en boca de muchos es que cuando el activismo está por encima del entrenamiento pasan situaciones de esta naturaleza, que dejan en evidencia lo que que la falta de disciplina puede hacer.
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No es fácil anotar un penal, por supuesto. Sin embargo, la jugada de Rapinoe causó indignación y burlas. La selección de Estados Unidos quedó derrotada frente a Suecia, equipo que se ha destacado en el fútbol femenino tanto o más que la oncena norteamericana, que ha tenido grandes exponentes a lo largo de su historia.
Ahora, ¿qué es lo que ha puesto esto sobre la palestra?, Rapinoe ha sido una activista feminista LGBT muy activa exigiendo igualdad de salarios frente a sus compañeros de la selección masculina. Al poner la lupa sobre este punto quedan varias preguntas por efectuarse: ¿cuál es la realidad sobre las diferencias entre hombres y mujeres en el fúltbol?, ¿el fútbol femenino realmente llena estadios?, aunque en teoría el feminismo alega sororidad, en la práctica no suele cumplirse.
En lugar de hacer un apoyo multitudinario, para que marcas puedan patrocinar en escala masiva a las jugadoras, de modo que puedan llenar las canchas, tratan de exigir ganancias igual que los hombres sin producir como ellos. Evidencias sobran. Hoy en día Mega Rapinoe no es tan conocida como Lionel Messi, por ejemplo, pese a que ambos han estado en las respectivas selecciones de sus países.
Esto no es una cuestión de hombres o mujeres, en cuanto las propias mujeres podrían llenar los estadios y no lo hacen. Es decir, hay una lógica que se ha instaurado desde su activismo y muchas vocerías parecidas donde se pide, fiel al socialismo, la repartición de la riqueza y no la producción de la misma, no una solidaridad donde se comparte lo suyo, sino donde nos quitan lo nuestro. Hoy, lo que vemos es que justamente este activismo feminista, este rostro femenino que exige quitar a unos para dar a otros, en lugar de hacer más.