Dice el refrán que el dinero no puede comprar la felicidad, pero la ciencia dice lo contrario. De acuerdo a un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de los EE. UU., “Comprar tiempo promueve la felicidad”. Un equipo internacional lo plantea con evidencia. Si bien la felicidad no es algo tangible, proponen que lo que sí compra el dinero es la capacidad de delegar tareas y así tener menos presión y por ende más tiempo libre. Aplica a personas de toda capacidad adquisitiva. Es decir, no hay que ser rico para ser feliz, solo lo suficiente para poder comprar tiempo.
Plantea lo siguiente:
En todo el mundo, el aumento de la riqueza ha producido una consecuencia no deseada: una creciente sensación de escasez de tiempo. Proporcionamos pruebas de que el uso de dinero para comprar tiempo puede generar un amortiguador contra esta escasez de tiempo, promoviendo así la felicidad. Usando muestras amplias y diversas de Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Países Bajos (n = 6.271), mostramos que las personas que gastan dinero en servicios para ahorrar tiempo reportan mayor satisfacción con la vida. Un experimento de campo proporciona evidencia causal de que los adultos que trabajan reportan mayor felicidad después de gastar dinero en una compra que ahorra tiempo que en una compra material. En conjunto, estos resultados sugieren que el uso de dinero para comprar tiempo puede proteger a las personas de los efectos perjudiciales de la presión de tiempo sobre la satisfacción con la vida.
El estudio fue dirigido por la profesora auxiliar de Administración de Empresas en la Escuela de Negocios de Harvard, Ashley Whillans. Las encuestas empezaron con 4.500 participantes en los 4 países ya mencionados. Los encuestados respondieron si pagaban o no a otras personas para hacer “tareas diarias poco placenteras” con el fin de “aumentar su tiempo libre”.
Un artículo del LA Times recopila los datos más destacados de la investigación. Revela que en el 28 % de los casos, la respuesta fue afirmativa. Estas personas gastaron un promedio de USD $147,95 por mes para comprar tiempo extra.
Es decir, lo que perdieron en dinero, compensaron con felicidad. Whillans y sus colegas exponen que las personas que intercambiaban dinero por tiempo estaban más satisfechas con la vida que sus homólogos que no lo hicieron. También eran menos propensas a decir que sentían “estrés por la falta de tiempo”, una condición que está relacionada con niveles más bajos de satisfacción con la vida.
Con el fin de ampliar el estudio, en caso de que el primero no fuera muy revelador, los investigadores realizaron una segunda encuesta que preguntó a más de 1.800 estadounidenses si gastaban dinero para comprar “más tiempo libre”. Esta vez, la mitad de los encuestados respondieron que sí. Estas personas gastaron entre USD $80 y $99 por mes, en promedio, para que otros desempeñen las tareas como cocinar, hacer las compras y “mantenimiento del hogar”.
Al igual que la primera encuesta, las personas que “compraron tiempo” estaban más satisfechas con la vida que las que no. Y como antes, las personas que no empleaban esta estrategia estaban generalmente menos satisfechas con la vida porque su falta de tiempo libre las estaba causando estrés. Incluso sin delegar esos trabajos que llevan tiempo se puede invertir para que se haga de manera automatizada. Por ejemplo, tanto la máquina para lavar platos como para lavar la ropa, al igual que el microondas, simples electrodomésticos que subestimamos, nos ahorran horas cada semana.
En la siguiente etapa de la investigación, durante dos fines de semana consecutivos, los investigadores entregaron USD $40 para gastar a participantes de Vancouver. En la primera semana, se pidió a los voluntarios que gastaran el dinero en una compra de material. La siguiente semana, se les pidió invertir su ganancia inesperada en algo que les ahorre tiempo. Luego los investigadores consultaban a los voluntarios cada fin de semana para ver cómo se sentían después de haber gastado el dinero.
Tal como preveían los investigadores, los voluntarios reportaron menos estrés relacionado con el tiempo en la semana cuando hicieron una compra que ahorraba tiempo que en la semana en cual compraron un bien material. También tenían sentimientos más positivos (como alegría y entusiasmo) y menos sentimientos negativos (como la ira, el miedo y el nerviosismo) en la semana cuando se compraron tiempo.
“Hacer una compra que ahorra tiempo causó mejoras en el estado de ánimo diario”, escribieron los investigadores. “Las mejoras en el estado de ánimo diario deben promover una mayor satisfacción con la vida”.
En otras palabras, descubrieron una manera para comprar felicidad.
De acuerdo a Our World In Data (Nuestro Mundo en Datos), la felicidad aumenta no solo en los países más ricos sino entre las personas más ricas dentro de estos países. Suma varios factores. Primero está la expectativa de vida. Esto genera bienestar, tanto porque el individuo vive más como porque sus seres queridos también y eso implica que disfruta de su compañía por más tiempo, lo cual está estrechamente vinculado al mejor acceso a salud, tanto del servicio como los estándares de higiene y de alimentación. Luego está la satisfacción personal, es decir, plantear objetivos y alcanzarlos. Lo cual a su vez repercute sobre los ingresos. Agrega la importancia de la libertad, detalla que acorde cuan libres se sienten las personas, más felices son. También influye la cultura y el entorno. Una cultura que fomenta el crecimiento económico lo estimula.
Respecto a lo último, comparto una anécdota histórica. Cuando el psicólogo suizo Jung estuvo con los Hopi, la misma tribu indígena norteamericana que visitó Einstein, quienes le apodaron Hermano Relatividad, le preguntó al jefe sobre su visión del dinero. El jefe respondió, “deshonrar el dinero es deshonrar el legado de nuestros ancestros”. Esto no implica que se deba rendir culto al dinero. Significa que el dinero, como facilitador del comercio, logra que intercambiemos de manera pacífica, sin expolio, usurpación y violencia, como sucedió por milenios y tristemente aun sucede cuando la fuerza se superpone al consenso. Recordemos que en la América precolombina el spondilyus, un molusco, servía tanto como moneda como ofrenda hacia la Tierra. Es decir, que la “moneda” se consideraba sagrada, pues permitía acceder a los alimentos.
Por ende, acorde cambia nuestra visión del dinero, se modifican también nuestras conductas. Cuando valoramos que heredamos un mecanismo que nos permite acceder a un pan por medio del intercambio, sin necesidad de sembrar cereales ni poseer una extensión de tierra, comprendemos que desde las interacciones más básicas ya empezamos con el proceso planteado por la investigación inicial, pagamos para que otro haga lo que nos quitaría tiempo y agregaría presión a nuestros días. Y cuando lo hacemos, a su vez, le damos trabajo a esa persona para que pueda satisfacer tanto sus gustos como sus necesidades y así seguir la cadena de la cooperación voluntaria.
En resumen, no hay una receta para acceder a la felicidad ni sucede igual para todos, lo que sí está claro es que el dinero visto como una herramienta y no como un fin puede lograr que producirlo sea visto no como un martirio, ni tenerlo como una situación culposa —ya que la cultura lo fomenta— sino alegre, que posibilita un mejor estándar de vida donde sea hacen las cosas por elección y no por obligación.