Celebramos el Día del Maestro en confinamiento. Si no fuera así, probablemente la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) tendría a sus afiliados en huelga desde hace dos meses y estaría en las calles, con sus aliados de la extrema izquierda, perturbando la tranquilidad de las personas, destruyendo bienes privados y públicos y atacando sin piedad a la policía.
La Fecode ha sido lo peor que la ha sucedido a la educación pública colombiana. Su accionar condujo a la liquidación de la calidad de la enseñanza y a convertirla en un medio descarado de adoctrinamiento ideológico. Enseñar mal es criminal y abusar de la posición de maestro para inculcarle a los niños los errores del socialismo es doblemente criminal. El país está urgido de recuperar la educación básica y eso pasa por arrebatarle a los dirigentes de la Fecode el control que ejercen sobre los maestros y el monopolio educativo. Las propuestas son las siguientes:
- Lo primero que debe hacerse es aprovechar la próxima huelga de la Fecode para despojar ese sindicato de su personería jurídica y proceder a su liquidación. Es afrentoso que ningún gobierno se haya atrevido a hacerlo, a pesar de que la Fecode, cuando le place, pasa por encima de la prohibición constitucional a huelga en los servicios públicos esenciales.
- Lo segundo es formular desde una perspectiva liberal los principios que deben regir la educación pública en Colombia. Hay que buscar implantar una escuela nacional, única y laica. Nacional, para que en ella se promuevan los valores de la libertad, el orden y la democracia alrededor de los cuales estamos tratado de construir nuestra nación desde la independencia. Única, porque todos los centros de enseñanza tendrán el objetivo misional de alcanzar el más elevado estándar de calidad y porque sus puertas estarán abiertas a los niños y jóvenes sin distingo de raza, religión o condición social. El principio de laicidad no será incompatible con la enseñanza religiosa que se impartirá a solicitud de los padres según su fe.
- Lo tercero es entender que el carácter público de la educación significa que está abierta y debe garantizarse a todos y no que deba ser impartida desde escuelas y colegios de gubernamentales. El subsidio a la oferta será remplazado por un subsidio a la demanda generalizado para que los padres puedan escoger la escuela de sus hijos y liberarlos así del monopolio ominoso de la Fecode.
- Hay que romper, en cuarto lugar, con el mito de que la enseñanza primaria y secundaria debe ser impartida por pedagogos especializados, no en las cosas que enseñan, sino en la tal pedagogía. No existe ninguna ciencia de la pedagogía, allí todo son opiniones y pareceres o, a lo sumo, prácticas de enseñanza circunstancialmente exitosas. Hay que abrir escuelas y colegios a profesionales de todas las disciplinas para que enseñen lo que saben con las prácticas pedagógicas que cada centro educativo se dé libremente.
- En quinto lugar, se deben liberar pensiones y matrículas de suerte que los colegios puedan pagar buenos salarios y atraer profesores altamente formados, incluso con estudios de posgrado. Se debe permitir una contratación flexible, incluso por días y por horas, para que profesionales activos, con gusto por la docencia, puedan dedicar parte de su tiempo a la enseñanza. El problema del costo de las pensiones y matrículas se debe encarar desde el subsidio a la demanda, no con el control de precios como se hace ahora.
- Se deben implantar exámenes de estado estandarizados internacionalmente para que dos veces en la primaria y otras tantas en la secundaria sean evaluados los niños y jóvenes de todas las escuelas y colegios. Los resultados de esos exámenes se divulgarán masivamente para que alumnos, padres y profesores pueden evaluar la calidad de los establecimientos y escojan en consecuencia. Los establecimientos estarán obligados a divulgar en su información institucional los resultados de esos exámenes.
Garantizar una educación pública de calidad —afincada en los valores republicanos de la libertad, la democracia y el orden que definen nuestra nacionalidad— es fundamental para el progreso material de los colombianos y su emancipación intelectual. Las cosas que propongo no son fáciles de hacer. Nada que valga la pena lo es en la vida. Sueño con celebrar el próximo Día del Maestro así sea con un pequeño avance en ellas y libre de confinamiento.