El periodista Pablo B. Suanzes escribe que Silvio Berlusconi demostró “la poca importancia a la falta de límites y de equilibrio entre la verdad y la mentira”. Y que “Il Cavaliere” será recordado no sólo como el político más importante de Italia en los últimos 50 años, sino, también, como “el padre del populismo occidental moderno”. Y para el chileno Sebastián Edwards, “una forma de acceder al gobierno típica de América Latina. Una plaga política recurrente en Argentina, Ecuador y Venezuela, que se ha vuelto global trastocando la política en Hungría, Italia, las Filipinas y Estados Unidos”.
Pero se escucha, también, que los gobernantes populistas de hoy, supuesto en el cual “Don Silvio” se ganó todos los trofeos, suelen exhibirse como defensores del “interés nacional”, censurando, por utópica la denominada “justicia global” y como imaginarios los caraqueados “derechos humanos” que aquella postula. Lo determinante, más bien, es potenciar lo nacional ante la globalización y el libre mercado. Los comentaristas expresan que se arenga con las consignas “compra nacional, contrata nacional”. En el film, hasta se argumenta la apreciación de Hobbes, esto es, “enajenar voluntariamente nuestra libertad para conquistar seguridad”. Un súper lobo, para el filósofo, creado a través de un pacto social con el cual poner fin a nuestra primitiva condición. “Ese lobo entre lobos es el Estado”. Don Thomas, tal vez, nunca imaginó que este último terminaría superando, inclusive, al “mamífero carnívoro, semejante a un perro grande, con pelaje de color gris oscuro, hocico puntiagudo, orejas tiesas y cola larga y muy poblada, que vive salvaje, es gregario y puede atacar al ganado”. Asumió más bien el sentido bíblico “animal malvado y sinónimo de destrucción”, pero lo grave, no por su etimología, más bien, por “los berlusconis”.
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Al “Cavaliere” se atribuye “haber transformado en profundidad y de manera permanente la cultura política italiana”. Fue el padre del populismo moderno, por lo que los amigos de Dante como los argentinos tras Perón, seguirán siendo berlusconistas (Suanzes). Copiamos de las fuentes: “Silvio Berlusconi fue un magnate de los medios, político y multimillonario que se desempeñó como primer ministro de Italia en cuatro gobiernos de 1994 a 1995, de 2001 a 2006 y de 2008 a 2011”. El aserto induce a expresar ¡Aunque usted no lo crea!
Es difícil negar que la humanidad es un proceso a través del cual esta crece y decrece, y que en ello es la misma gente que la integra y dinamiza el sujeto activo y pasivo de tan gigantesca tarea y que sucede con sus propias variables en cada pedazo del mundo. Es como para imaginarse que “El Creador” nos hubiese manifestado “allí la tienen hermosa y pura”. No la destruyan, pues “Yo volveré a entenderme con los pecadores”. Y haré un juicio justo entre todas las criaturas. Enviaré al fuego eterno a los espíritus malvados, mientras que a los justos y santos, que perseveraron en su amor, les daré la incorrupción y les otorgaré una gloria eterna. No es desacertado expresar, ante el confucionismo de hoy, que Jesús ha de prepararse para hacer más de un viaje, reiterando que las lámparas permanezcan encendidas, pues habrá diluvios y lluvia de fuego desde el cielo.
Pero lo más preocupante es que el comportamiento no es exclusivo de Silvio Berlusconi, “el milanés”, ha pues de mencionarse al “romano” Giulio Andreotti, quien ejerció como primer ministro en siete gobiernos (1972–1973, 1976–1979 y 1989–1992). Miembro de la Federación Universitaria Católica Italiana y líder de la derecha del partido “Democracia Cristiana”, cuya doctrina probablemente inspiró al “socialcristianismo venezolano”. Se diferencia bastante de Berlusconi, pues a “Giulio” se le considera ampliamente como el político más poderoso y prominente de la Primera República.
Los italianos, cuya inteligencia es difícil de negar, terminaron calificando a Silvio Berlusconi como “Il Cavaliere” (El Caballero) y a Giulio Andreotti como “Il Divo” (El Dios), no obstante que al último se le terminó vinculando con la mafia, por lo que provoca decir “Nella bella Italia tutto é possibile”. Los apodos y sobrenombres son usuales en “el embarazoso oficio político”. En la algazara que hoy preocupa en los Estados Unidos, cuya democracia “no se ha ahogado por haber aprendido muy bien a nadar”, Trump les adicionó, nada más y menos, que tres a Biden “Joe el dormido”, “Joe 1%” y “el raro Joe”. El actual Jefe de Estado se confirmó con uno solo: “Tweety”.
En esta “passeggiata” a la cual nos ha conducido la muerte del “Il Cavaliere”, pedimos perdón a nuestros paisanos venezolanos, dada la inquietud por recordar a Hugo Chávez, a juicio de sus seguidores, bastantes todavía, “El Comandante Eterno” y a su presunto ductor, a juicio de sus detractores, igualmente, unos cuantos, Fidel Castro. En un ya viejo ensayo copiamos a la periodista argentina Norma Morandini al resumir el libro “El último rey católico”, del profesor de la Universidad de Bolonia, Loris Zanatta. Relata que el Papa Francisco, en su visita al Comandante, le regaló “los sermones y reflexiones de Armando Llorente”, jesuita español tutor del colegio donde el guerrillero se formó, a fin de que se reconciliara con su pasado religioso. Se instituye como reacción la frase de Fidel Castro “hay que reprimir al hombre para salvarlo”. Para Morandini, Zanatta descubre en Fidel Castro “el predicador de la violencia redentora”, raíz hispánica de tradición nacionalista católica. “La cruz impuesta por la espada”. Pero, también, el rechazo al “laicismo”, bandera de los utópicos socialismos del Siglo XXI.
El destino ya se ha pronunciado con respecto al “caudillo” y a sus cuántos alumnos, por lo que las fuentes están a merced del lector, a quien acudimos en procura de ayuda para comprender a Fidel y a sus adláteres.