A través de los años, se ha creado una ola de personas que se hacen llamar “liberales”. En nombre de la libertad ellos pueden llamarse como quieran, pero hay que tener muy en cuenta que no todo aquel que se autoproclame liberal sabe lo que realmente dicen las ideas de libertad, o por qué lo dicen.
Las personas que creemos en las ideas de libertad sabe mos que los seres humanos tienen tres derechos fundamentales que los ayudan a ir en búsqueda de su felicidad, y que mientras no sean coartados de alguna forma, con cada acción les permitirán ser —o al menos tratar de ser— cada vez más felices. Estos derechos son tres: derecho a la vida, a la propiedad privada y a la libertad.
En un artículo reciente publicado en el diario ecuatoriano Expreso, un autoproclamado liberal se preguntaba algo muy interesante:
¿Cabría pensar que siendo muchos los beneficiarios del talento o incompetencia de un gestor, sean también ellos y no solo el dueño del capital quienes escojan a aquel que debe regir los destinos de una empresa?
Puedo entender todas las buenas intenciones y la preocupación en aquella pregunta, pero lo que olvida el autor del texto es que en Economía es muy importante resguardar los incentivos para crear riqueza; que, en otras palabras, sería para crear una empresa o para iniciar un emprendimiento.
Si mi trabajo ya no es para mis hijos, o si cuando muera o me retire no podré poner a quien yo quiera para que me reemplace en mi puesto como dueño de mi compañía, entonces claramente preferiré no emprender o no invertir en un país en el que me ponen una regla como esa. Y así, entonces, le habrán quitado a muchos el incentivo de crear riqueza en ese país.
Además de lo mencionado en el párrafo anterior, tampoco está claro en ese escrito cuál debería ser el filtro para que los empleados elijan al nuevo dueño de una compañía. Podría ocurrir, por ejemplo, que el nuevo dueño elegido “democráticamente” sea alguien muy popular, e incluso podría ser un gran vendedor, pero cuyas dotes en administración o gerencia dejen mucho que desear, lo que llevaría a la compañía a la ruina.
Muchos empresarios cuyo incentivo para emprender es dejarle un legado al mundo, o que han llegado a crear un vínculo muy fuerte con sus trabajadores o con su empresa, y saben que sus hijos no son lo suficientemente aptos para poder hacerse cargo de esta, sin duda alguna dejarán a alguien con el perfil adecuado para poder hacerlo.
Creo que el autor también olvida que no todo es malo en esta vida, y que también existen empresarios responsables —aunque él no conozca a muchos, yo sí; y muchas de las personas que yo conozco, también. Sí hay empresarios que se dedican a educar a sus hijos para que sean grandes líderes, grandes personas, grandes gerentes, grandes administradores; que no haya nadie que conozca mejor a esa empresa que ellos mismos.
[adrotate group=”7″]Tampoco hay que olvidar que, en muchos casos, los hijos terminan amando la empresa de sus padres, puesto que es su legado; lo que le queda a ellos cuando sus padres abandonen este mundo. Quizás ellos crecieron en los pasillos de esa empresa; quizás no haya nadie que quiera mantener viva esa compañía como lo desea el hijo del dueño. Probablemente si se incluyera a un tercero, este no tendría tantos incentivos para cuidar la empresa de su antiguo jefe.
No hay que disminuir los incentivos para crear riqueza. Todo lo contrario. Para alcanzar el progreso en un país, hay que dar cada vez más incentivos para que más personas deseen iniciar un negocio en este y estén dispuestas a invertir en él.
A mayor cantidad de empresarios, emprendedores e inversionistas, habrá más empleo; y así empieza lo que yo denomino “el efecto dominó de la libertad”. La competencia entre empleadores por mantener y captar trabajadores hará que las condiciones de los empleados sean cada vez mejores, sin necesidad de que los políticos aprueben leyes que “busquen” aquello.
Este competitividad en el mercado laboral no se ha visto nunca en Ecuador por la ausencia de plazas de empleo, efecto de las políticas equivocadas que se han implementado y que disminuyen los incentivos para crear riqueza en el país.