EnglishEs posible sostener que Colombia se encuentra entre dos modelos que definirán su futuro. La dirección que tome el país dependerá del peso que adquieran dos realidades, cada vez más definidas, en la percepción de los ciudadanos. Por un lado, se encuentra una Colombia que está avanzando hacia una senda de creación de riqueza, que está creciendo y, como consecuencia, ve disminuir la pobreza. Por el otro, un país que evidencia un modelo completamente distinto, precisamente en el plano estatal, materializado en la lucha por el poder político. Su demostración más reciente fue en los resultados de las pasadas elecciones parlamentarias, realizadas el pasado 9 de marzo.

El día siguiente a los comicios, el dirigente del partido Centro Democrático, y expresidente Álvaro Uribe Vélez, denunció la existencia de un supuesto fraude. A lo cual se sumaron los representantes de partidos como el Polo Democrático Alternativo, el partido MIRA y el partido Verde.
Hasta ahora no se ha podido comprobar si tal fraude existió o no, en tanto el proceso de escrutinio aún continúa; sin embargo, el número total de votos anunciado en un principio ha cambiado lentamente a medida que el proceso de revisión avanza. Además de estas denuncias, ha tenido lugar otra igual de preocupante: la obtención de las curules asignadas para la comunidad afro por dos candidatos de tez blanca, María del Socorro Bustamante y Moises Orozco.

Debido a la afiliación de los candidatos electos con personajes “oscuros” del pasado colombiano como Enilce Lopez, también conocida como “la Gata”, es muy probable que este resultado se deba al uso de amenazas de violencia, o a la compra de votos. Más allá de las especulaciones, que tendrán que ser investigadas por la justicia, este hecho demuestra algunas características del segundo modelo que se manifiesta en el país y de sus efectos negativos.
Primero, está el tema de las consecuencias no anticipadas. En la Constitución de 1991, se contempló la creación de curules especiales para las minorías étnicas —indígenas y afrocolombianos— como una forma de facilitar su participación en política y de defender sus intereses. Sin embargo, se ha dejado de elegir candidatos que han representado los intereses de estas minorías, y las curules se han convertido en botines políticos, sin fomentar la creación de organizaciones políticas estables, en particular, de las comunidades afrocolombianas.
Lo anterior lleva a otros tres fenómenos: El modelo basado en el Estado incrementa, y no soluciona, los conflictos. La creación de curules destinadas a las minorías étnicas es una forma de destinar a estos individuos a no considerarse como ciudadanos, sino como parte de grupos marginados. Además, es una forma de estimular una suerte de lucha de clases en Colombia, extrapolada al ámbito étnico. ¿Son los intereses de las comunidades indígenas o afro, diferentes a los del resto de ciudadanos? Y en ese caso, ¿es que todos los ciudadanos indígenas y afro tienen los mismos intereses?
Por el otro, se crean incentivos que impiden el cambio. Hoy la crítica es ¿por qué las curules fueron ganadas por personajes cuya tez no se corresponde con la de aquellos que alegan representar? Sin embargo, no se considera que el problema pueda ser, precisamente, la existencia de esas curules. ¿No es más racista y discriminatorio que toda la discusión se presente por el color de piel de las personas involucradas?
Además de lo anterior, esta vía se ha convertido en un medio de exclusión para estos ciudadanos colombianos quienes están lejos de la prosperidad que muchos otros comienzan a disfrutar. Mientras que Bogotá, centro económico de Colombia, presenta la tasa más baja de pobreza del país y las zonas rurales han comenzado a ver retroceder su histórica situación de pobreza; Quibdó, capital del departamento de Chocó y centro de concentración de la comunidad afro del país, es una de las ciudades con mayor persistencia de la pobreza.
Así que, mientras que el país trae buenas noticias en el ámbito económico; en el político, la historia parece ser muy diferente: lo único que se percibe es corrupción, mezquindad, excesos, poca transparencia y conflicto. Es evidente que lo mejor para los ciudadanos colombianos, cualquiera sea su origen étnico, es insertarse en el primer modelo y liberarse del segundo.
Para algunos, este trabajo comienza por la discusión sobre la conveniencia de persistir en estrategias de discriminación positiva que, como las curules, no solucionan los problemas para los que fueron creadas; sino que incrementan los conflictos y se convierten en fuentes de rentas y corrupción. Para todos, comienza por reconocer lo mucho que falta en la profundización de la única estrategia que permite crear riqueza, valorar la diferencia y consolidar la cooperación entre individuos: la apertura económica y la limitación del Estado.