El conflicto chino-estadounidense estremece la economía global. Aumenta la salida de capital de China. Quince mil súper ricos chinos emigraron a Estados Unidos, Australia y Canadá el año pasado. Se esperan más este año. Muchas empresas transnacionales están trasladando su producción de China a Vietnam, Indonesia o Filipinas. Y cerca de la mitad de las empresas estadounidenses con producción en China planean reubicarla en una acelerada reorganización de sus cadenas de suministro.
La estrategia europea
Beijing aspira a mantener los mercados europeos. La visita de Wang Qishan a Berlín apuntó a eso. En la Unión Eurpea hay economías pobres en capital y dependientes de las exportaciones que no se pueden dar el lujo de prescindir del mercado chino, ni en las desiguales condiciones de acceso actuales. Las exportaciones europeas a China aumentaron un 11,3 % en el primer trimestre de 2019.
Pero China también es un rival tecnológico y un oponente ideológico a la influencia global de la UE. La lucha geopolítica entre Estados Unidos y China, la carrera tecnológica y la resistencia de Washington –y otros– a las pretensiones “asimétricas” chinas sobre el comercio global emergieron con Trump, pero seguirán con cierta independencia de quién ocupe la Casa Blanca.
La nueva estrategia europea tendería a dos ejes. Y Huawei sería el primer ejemplo. Es de esperar que países de UE esquiven la prohibición estadounidense permitiendo a China –incluso a Huawei– participar en su red 5G. No obstante, limitarán a Huawei –y otras empresas chinas– como China limita las empresas europeas en su mercado 5G. Ericsson y Nokia están limitadas a una cuota de menos del 15 % del mercado 5G chino. Y de hecho, están excluidas como proveedoras de componentes críticos. Algo similar sufrirán las empresas chinas en Europa.
Pero en Beijing apuestan a que las relaciones comerciales transatlánticas se deterioren más. Y una creciente ola de sentimiento antiestadounidense permite a políticos populistas –y empresas sin capacidad competitiva– importar cada vez más productos digitales baratos chinos en condiciones asimétricas, lo que pondría en jaque la competitividad de la UE en tecnologías críticas.
El gran hermano chino
Xi Jinping confía en que la tecnología china compensará –y eventualmente revertirá– el déficit de poder blando del Partido Comunista chino. En Beijing celebran que el rechazo político a su régimen autoritario en Occidente no implica rechazo a la tecnología china avanzada y barata. Tecnología que da al partido comunista chino métodos de control social barato, eficiente y de un alcance que Mao no podía soñar.
En Beijing quieren conquistar mercados –e influencia geoestratégica– vendiendo esa tecnología a otros autoritarismos. No faltan autoritarismos en el mundo. Declararse socialistas –y/o antiestadounidenses– les asegura apoyo de buena parte de la intelectualidad y los medios occidentales. De China necesitan la combinación productos baratos y tecnología de control social. Acambio entregarán lo que a los chinos interese de sus pobres y atrasados países.
El Australian Strategic Policy Institute señala que Huawei ya ha instalado en 46 países “sistemas que vinculan vigilancia 24/7 con centros de comando, tecnologías de reconocimiento facial, de matrículas, laboratorios de datos y capacidades de inteligencia artificial”. Países como Ecuador, Pakistán, Serbia, Venezuela y Filipinas han comprado tecnologías probadas en el sistema de vigilancia de Xinjiang, donde el control social del millón y medio de uigures estrenó la nueva tecnología china de control social.
Washington toma nota
El mediados del mes pasado, una audiencia del Comité de Inteligencia de la Cámara de representantes de Estados Unidos relacionaba el refuerzo del sistema autoritario chino mediante la tecnología de vigilancia sobre su población, con el riesgo que China incrementase el autoritarismo en todo el mundo exportando dichas tecnologías.
El presidente del Comité de Inteligencia, Adam Schiff, afirmaba que “aprovechando los avances en inteligencia artificial, aprendizaje automático y software de reconocimiento facial, Beijing busca optimizar y consolidar el control social de su población (…) su preocupante acoplamiento de innovación y autoritarismo se ha extendido más allá de China”.
El Partido Comunista chino, destacaba uno de los expertos, “tiene la intención de controlar el discurso internacional sobre China y los canales a través de los cuales individuos, gobiernos y empresas del mundo pueden interactuar con China (…) y las ciudades inteligentes son la encarnación de estrategias que permiten al partido desdibujar la línea entre métodos de control cooperativos y coercitivos”.
China en La Habana
A pesar de la creciente influencia rusa en La Habana, los castristas parecen entender dos cosas de que tratamos en las previas entregas:
- Hoy hay únicamente dos economías capaces de soportar una verdadera superpotencia de proyección global: los Estados Unidos y China.
- Washington decidió enfrentar el desafío chino en todos los campos. Esto eventualmente empujaría a Beijing a desafiar a Estados Unidos por medios –y en puntos geoestratégicos– que había evitado.
Los castristas esperan financiar la supervivencia de su dictadura y el relanzamiento de su proyecto continental del Foro de Sao Paulo, exprimiendo al México de López Obrador como a la Venezuela de Chávez hasta donde las aspiraciones autoritarias y la cercanía de López Obrador y su gente a La Habana faciliten y la realidad mejicana permita.
También confían retener la destruida Venezuela –incluso sin un Maduro al que apoyarán hasta el límite de sus posibilidades, como su mejor garantía de control colonial– incrementar exponencialmente su influencia en Colombia y recuperar Brasil y Argentina para el FSP en algunos años.
La dictadura de esa miserable y atrasada isla casi sin Internet, con un sólido totalitarismo comunista, una desmesurada influencia continental y un escandaloso superávit del poder blando en que China es deficitaria, tiene con que servir a intereses chinos en Latinoamérica. La venta de tecnología para control social a gobiernos autoritarios, enemigos de Estados Unidos, ya es parte del juego geoestratégico chino en una región en que Beijing ya vio en Venezuela las dificultades de hacer negocios con gobiernos que destruyen la economía de sus propios países.