El siglo pasado fue de genocidios terribles. Alrededor de 6 millones de judíos fueron exterminados por el nacional socialismo alemán. El socialismo soviético extermino 7 millones y medio de ucranianos por hambre en el Holodomor. Sumando victimas de totalitarismos se superan 100 millones. Empezó el siglo XX con el genocidio armenio en Turquía. Cerró con el genocidio tutsi en Ruanda. Sufrieron genocidios desde gitanos hasta kulak´s. Innumerables olvidadas victimas.
Ya hay candidatos a primeros genocidios del siglo XXI. Rohingyas en Myamar. Cristianos –y Yazidies– bajo el efímero califato de Isis entre Irak y Siria. En Yemen hay riesgo de que estemos ante el inicio de un genocidio. Si el sesgo ideológico no lo impide es posible distinguir un genocidio ocurrido, del riesgo de un genocidio en desarrollo y la propaganda de un genocidio inexistente. De los tres, no podían sino abundar en tiempos de alianza entre los herederos ideológicos y políticos de genocidios pasados, perpetradores de genocidios presentes y aspirantes a genocidas futuros.
Antisemitismo y eugenesia racista fueron corrientes entre progresistas de principios del siglo XX. Por eso miraron a otro lado ante los genocidios de la primera mitad del pasado siglo. Después miraron a otro lado únicamente ante genocidas de izquierda. Negando o minimizando sus crímenes. Condenando los de socialismos que consideran “derecha” como el nacionalsocialismo alemán. E inventando genocidios inexistentes para atribuirlos a quienes derrotaron alzamientos armados marxistas. Era de esperar de una intelectualidad izquierdista occidental, eterna e hipócrita cómplice del totalitarismo más genocida de la historia.
Pero aprendimos demasiado –por desgracia– del siglo XX sobre demografía y propaganda de genocidios. La demografía es lo principal. Poblaciones victimas de genocidios tardan generaciones en recuperar los números previos al crimen. En ciertos casos –como los judíos de Europa– jamás ocurre. Por la demografía es que la propaganda actual sobre el supuesto genocidio de árabes palestinos por Israel es tan evidentemente falsa.
La población palestina en los territorios ocupados por Israel era de un millón 6 mil. Y es de 4 millones 19 mil. En Gaza la población árabe palestina subió de 731 mil en 1994 a un millón 800 mil en 2014. La población árabe en Israel era un 20% del total en 1948. Igualando al crecimiento poblacional judío sigue siendo 20% del total.
Las condiciones de vida son malas para una población gobernada por una débil autonomía dividida entre grupos enfrentados coincidentes únicamente en adoctrinarla en la violenta hostilidad a sus vecinos judíos. Israel controla militarmente las fronteras dentro de las que viven para garantizar la frágil y claramente amenazada seguridad de la población israelí. Y la vida bajo esa “ocupación” es mejor a la de casi cualquier población musulmana bajo el poder de una ocupación también musulmana pero extranjera y hostil.
Ambas cosas las rechazan como “afrentas” insoportables. En occidente son excusa del renacimiento del antisemitismo del progresismo occidental. En casa rehenes de la voluntad –y fantasía– de borrar Israel del mapa.
Pero es imposible tomar en serio un supuesto genocidio por Israel de árabes palestinos en territorios ocupados –y/o árabes israelíes– mientras esas poblaciones crecen más rápidamente, o igual, que la población judía de Israel.
Mientras Israel mantiene igualdad ante la ley a ciudadanos árabes musulmanes. Políticos musulmanes árabes –e iraníes– han aspirado públicamente al genocidio de judíos Si los israelíes hubieran buscado un genocidio de palestinos bajo su dominio serían ridículamente incompetentes. La población árabe palestina ha crecido a un ritmo más rápido bajo ocupación de esos “genocidas” que antes de aquélla.
Israel es el único país en el Medio Oriente en que homosexuales árabes viven sin temor a ser perseguidos, linchados o ajusticiados. Cientos de homosexuales palestinos huyen a un Israel que les concede asilo. En occidente ocupa titulares de los medios cualquier baja palestina ocasionada por israelíes.
Grandes medios no tienen problema en pasar a miembros identificados de grupos terroristas por “víctimas civiles”. E ignorar que usen multitudes indefensas como escudos humanos de sus acciones, buscando a como dé lugar bajas civiles por fuego israelí.
Es la gran prensa que jamás reportará los acuchillamientos de civiles judíos por terroristas musulmanes en Israel. La que se niega a ver autobuses escolares atacados si los niños son judíos israelíes. La que mira a otro lado durante andanadas de cohetes lanzados desde territorios “ocupados” contra objetivos civiles en Israel. Y desestima –o aplaude– ataques incendiarios contra cultivos israelíes.
El asunto sigue siendo que mientras Chaim Weizmann dirigiéndose al Decimocuarto Congreso Sionista en Viena adelantaba en 1925 que “No debe haber una ley para el judío y otra para los árabes (…) Es meramente una advertencia oportuna que es particularmente necesaria porque tendremos una gran minoría árabe” e insistía en 1947 en que “En el Estado judío, los judíos no tendrán ningún derecho que se les niegue a árabes (…) residentes y ciudadanos del Estado”
Haj Amin al-Husseini, Gran Mufti de Jerusalem y líder histórico palestino colaboró estrechamente con el nacional socialismo reclutando voluntarios árabes para las Waffen SS. Y respondió a la partición por la ONU de palestina en dos Estados –uno judío y otro árabe– con la que los sionistas declaran el Estado de Israel, con “¡Declaro una guerra santa, mis hermanos musulmanes! ¡Muerte a los judíos! Asesínenlos a todos”.
Todos los vecinos árabes del nuevo estado atacaron. Y perdieron aquella guerra como todas las siguientes. No pierden la esperanza de borrar Israel del mapa. Está por encima de diferencias irreconciliables entre suníes y chiíes.
Como confirmó el Ayatollah Khamenei cuando en 2001 declaraba en favor de la Intifada: “A su debido tiempo, el mundo islámico tendrá un dispositivo nuclear militar, y entonces la estrategia de Occidente llegaría a un punto muerto, ya que una bomba es suficiente para destruir a todo Israel”.
Su propio punto muerto es otro, están en él desde hace mucho tiempo. Y la esperanza nuclear de quebrarlo es remota y potencialmente suicida. Pero ni quieren ni pueden verlo.