Con menos de tres días en el poder, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aceptó a Sebastián Depolo, sociólogo aliado de su par chileno, Gabriel Boric, como el nuevo embajador de la nación austral, tras ser rechazado por el exmandatario Jair Bolsonaro.
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Después de Boric acumular diez meses sin un representante en el gigante suramericano, Lula otorgó en tiempo récord el “beneplácito” a las credenciales de Depolo después de una reunión bilateral en Brasilia, tras su toma de posesión.
“El señor Depolo tiene una destacada presencia en la vida académica y política de Chile, y su solicitud fue remitida en marzo de 2022”, destaca el comunicado de la Cancillería de Brasil dejando a un lado que el Palacio de Planalto, cuestionó su arribo como diplomático por tildar a Bolsonaro como el “inicio del fascismo” e incitar el “odio a la diferencia, persecución política a disidentes y castigo a ideas contrarias”.
Unasur a cambio
Boric respira con la aprobación de su embajador en Brasil. Vocifera que ahora “Chile volverá a tener la relación que corresponde con Brasil, en todos los ámbitos diplomáticos que se merecen”, se indica en BíoBío. Sin embargo, la decisión de Lula aprobar al embajador de Boric es estratégica, considerando que una de sus prioridades es reactivar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Lula busca respaldos y Boric está dispuesto a sumarse a la organización que ya está moribunda después de quedar con solo cuatro de los 12 países que fundaron a la plataforma en 2008. Hoy solo la conforman Bolivia, Guyana, Surinam y Venezuela, luego de la salida en 2019 de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, ante los abusos del régimen de Nicolás Maduro.
“Nosotros le señalamos que estamos disponibles para empujar todos los mecanismos de integración latinoamericana que den resultados concretos”, dijo Boric. Asimismo, argumentó la necesidad de “tener instrumentos que permitan una integración fructífera y que otorgue beneficios concretos”.
Una cumbre clave
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) del próximo 24 y 25 de enero, que se efectuará en Buenos Aires, servirá para Lula impulsar sus pretensiones geopolíticas en la región que no esconde, mucho menos disimula.
De hecho, su canciller Mauro Vieira insiste en que “Brasil regresa al gran palco de las relaciones internacionales” asegurando que la política del gobierno será “la ideología de la integración”, pero habrá una “especial atención” con Argentina, Uruguay y Paraguay, para “fortalecer los mecanismos bilaterales y la implementación de proyectos de interés común”.
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, apoya desde su despacho. Para ello se hizo la invitación a la cumbre de la Celac al mandatario estadounidense, Joe Biden. ¿Asistirá o se desistirá? Es una interrogante sin respuesta aún.
Lo único sin dudas es la incapacidad de Unasur para enfrentar los dos mayores problemas que afectan a la región: los masivos flujos migratorios y el surgimiento de regímenes autoritarios, a pesar de que desde 2010 agregó a su tratado constitutivo una cláusula democrática que incluyó sanciones a los Estados infractores.
Revivir a esta fracasada plataforma sin ninguna garantía de que cambios en bloque es enrumbar de nuevo a la región a un precipicio izquierdista de hambre, corrupción y miseria.