La muerte de Walter Arízala, alias Guacho, jefe del Frente Oliver Sinisterra de las disidencias de las FARC, significó un duro golpe y un llamado institucional que muestra la mano dura del Estado colombiano a la hora de combatir a aquellos hombres que no se acogieron al proceso de paz.
Si bien se dio de baja a uno de los disidentes más sanguinarios que dejó el acuerdo de paz con la exguerrilla de las FARC, analistas y organizaciones no gubernamentales (ONG) advierten que la violencia continuará y que el papel de ´Guacho´ será ocupado.
La región de Tumaco es el segundo puerto del Pacífico colombiano y principal cultivador de coca en el mundo, con 19.000 hectáreas, según el último reporte de la ONU. Esto ha hecho que disidencias de las FARC hagan control territorial en la zona, se dice que Guacho hacia presencia en esta región.
Un reciente informe publicado por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) señala que al menos unas 7.750 personas estarían vinculadas al crimen organizado en Colombia a través de grupos armados.
Se detalla que la nueva radiografía del conflicto estaría conformada por un pie de fuerza que al parecer crece con el paso de los días, a pesar de los golpes de la Fuerza Pública.
Los grupos paramilitares estarían conformados por 3.000 personas; las disidencias de las FARC tendrían 2.500 miembros; entre tanto, la guerrilla del ELN cuenta con 2.000 hombres; y el EPL, también conocido como “Los Pelusos”, tendría unos 250 integrantes.
La organización Indepaz señala que las estimaciones del estudio están sujetos a fluctuaciones del contexto propio del conflicto, pero pone en evidencia la continuidad de la violencia a cargo de estos grupos, los cuales se mueven y financian con base en rentas ilícitas derivadas de los portafolios de economía criminal.
El marco de la violencia luego de la firma de la paz recrudeció el accionar de estas fuerzas ilegales y puso en entredicho su carácter ideológico. La desmovilización de las FARC demostró que hasta el último momento aún resguardaban un bastión ideológico, hecho que no pasa con los grupos remanentes que hacen parte del conflicto.
“Los grupos armados se transforman”, explica el estudio. Y añaden que están comandados por “mandos medios y jóvenes que en su mayoría no actúan bajo alguna convicción política o un ideal, condición que ha agudizado las formas de violencia en los territorios”.
Entre los nombres que más suenan para heredar el legado criminal de Guacho está Carlos Arturo Landázuri Cortés, alias Comandante Gringo, un hombre de 24 años que es jefe de una estructura disidente.
Cabe destacar que al conflicto colombiano, sin buena parte de la presencia de las FARC como guerrilla, ha puesto sobre la mesa a nuevos actores como parte del proceso criminal que lleva consigo la producción y comercialización de droga. Entre ellos, carteles transnacionales de drogas que hacen pactos de no agresión con grupos armados para llevar a cabo este tipo de acciones ilícitas.
Alias Guacho, de 27 años y de origen ecuatoriano, fue un cabecilla de la Columna Móvil Daniel Aldana de las FARC y que posteriormente lideró la disidencia del Frente Oliver Sinisterra y sembrar terror en la frontera entre Colombia y Ecuador. Además, fue el responsable del secuestro y asesinato de dos periodistas y un trabajador del periódico ecuatoriano El Comercio. Asimismo, se le imputa el secuestro y muerte de una pareja de jóvenes ecuatorianos.
“Guacho no era tan poderoso”
Según Kyle Jhonson, analista de la organización Crisis Group, Guacho no era tan poderoso como lo mostraban medios y Gobierno, la violencia seguirá igual o empeorará, considera.
“El problema no es Guacho, son las condiciones de Tumaco. Es más efectivo en el largo plazo atacar esas condiciones. Su muerte legitima la política de seguridad de Duque (independiente de la calidad de esa política, la cual falta), y también a la nueva cúpula, que por más nueva que sea, puede decir que es su golpe. El general Mejía, por ejemplo, no pudo matar a Guacho, a pesar de sus intentos”.
Y agregó que para tener violencia organizada en un territorio, se necesitan ciertas condiciones políticas, sociales, económicas y gente que sepa aprovechar de ellas.
“Con la muerte de Guacho, queda aún más reforzada la idea de que matar a blancos de alto valor es lo más importante, porque todos estamos contribuyendo a esa visión al hablar (más) de Guacho ahora que está muerto, y porque matar a estas personas sigue dando capital político”, concluyó.