Unos 100 millones de personas en China están ahora de nuevo en aislamiento por temor a una segunda oleada. Ahora que los EE. UU. y el resto del mundo se están abriendo, es muy probable que la probabilidad de infección aumente, así como el número de infecciones. ¿Qué significa eso para la economía?
En primer lugar, la incertidumbre y el miedo a otro bloqueo influirán negativamente en las decisiones empresariales y en la recuperación económica general. Incluso si su empresa sobreviviera a la primera ola, ¿estaría dispuesto a hacer todo lo posible, invertir, volver a contratar a la gente, renovar los contratos de arrendamiento, etc., si cree que se cerrará en otoño?
Segundo, no debemos subestimar cuánto influye el miedo al virus real en el comportamiento de la gente. Incluso si no hubiera cierres, algunas personas evitarían comer fuera, ir de vacaciones o incluso ir a la peluquería. Algunas personas continuarán con su nuevo comportamiento incluso si se levantan todas las restricciones, lo que significa que para algunos negocios no habrá vuelta a la normalidad, porque no quedará ningún negocio.
Tercero, la gente tiende a ser más reacia al riesgo o a ponerse nerviosa después de los shocks de incertidumbre financiera, lo cual es natural. Algunas personas serán más frugales con su dinero, pensarán dos veces si quieren pedir un préstamo para comprar un coche nuevo, si el actual sigue funcionando. La frugalidad es una virtud y ayuda a largo plazo. Pero a corto plazo significa que para algunos negocios volver a la normalidad será un proceso nada instantáneo.
Hablando de procesos, volver a hacer negocios no está exento de costos adicionales. Existen numerosas recomendaciones sobre cómo asegurar que incluso en lugares con baja probabilidad de infección (es decir, las oficinas) los empleados estén protegidos. Se recomiendan limpiezas regulares, separadores de plexiglás, etc., que cuestan dinero.
Además, en una nación litigiosa, ningún empleador está seguro de no ser responsable si alguien se enferma. Es muy posible que muchas empresas estén preocupadas de que en algún momento en el futuro alguien juzgue que un empleador actuó muy precipitadamente, sin la suficiente precaución, y por lo tanto sea responsable de los daños. Cuando el proceso de toma de decisiones deja de estar guiado por el sentido común y pasa a “cómo evitar una demanda”, es de esperarse que algunas empresas sean muy cautelosas.
Ante todos estos contratiempos, y las expectativas de una segunda, tercera o cualquier otra oleada, la gente necesita trabajar y crear de nuevo, o la economía se paralizará. La gente quiere volver a los trabajos que todavía tienen.
Si estamos hablando de múltiples olas, todo el lenguaje del Acta CARES de un pago extraordinario en un tiempo extraordinario empieza a sonar tonto.
En esencia, los cheques de estímulo son meros analgésicos que enmascaran la verdadera fuente de dolor: la gente obligada a no trabajar. Su efecto es limitado, temporal y, en el peor de los casos, adictivo. Los períodos prolongados de muchas personas obligadas a no hacer nada destruyen la economía, empobrecen a los contribuyentes y dan una peligrosa cantidad de poder a los políticos.
El gobierno podría proporcionar un estímulo mediante una eliminación absolutamente agresiva de todas las normas, reglamentos, licencias y certificaciones innecesarias que sirven a propósitos no de seguridad pública, sino simplemente a barreras de entrada. Nadie habla de permitir la práctica de la cirugía cardíaca sin educación y habilidades aquí. Pero ¿por qué prohibir a los profesionales médicos que practiquen fuera de las fronteras estatales? En cuanto a la licencia para trenzar el pelo o arreglar flores, estas regulaciones no tienen ningún mérito y deberían haber sido desechadas hace tiempo. Esto no es la panacea, pero ayudaría más que todos los cheques de estímulo.
Por último, las economías son resistentes cuando la gente puede pasar rápidamente de hacer lo que ya no es necesario a hacer lo que se exige. No hay manera de aislar a la gente de lo que está sucediendo en el mundo dándoles una lluvia de dinero recién impreso. La flexibilidad, y no la rigidez, proporciona fuerza, y esa es una receta para hacer frente a futuros shocks. Si utilizamos la crisis de COVID como una oportunidad para hacer que la economía sea flexible y resistente, saldremos de esta, económicamente magullados pero no vencidos, y preparados para cualquier otra ola que pueda haber.
Zilvinas Silenas se convirtió en presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) en mayo de 2019. Sirvió desde 2011-2019 como presidente del Instituto de Libre Mercado de Lituania (LFMI), llevando la organización y su mensaje de reforma de política de libre mercado a la vanguardia del discurso público lituano.
Este artículo se republica con permiso de la Fundación para la Educación Económica.