En plena carrera presidencial, la economía de EE.UU. debe enfrentarse a la pandemia del coronavirus que, además del impacto en la salud, también colapsa los sistemas económicos.
Como alternativa, el presidente Donald Trump emitió una orden ejecutiva el sábado 8 de agosto donde alivia la carga tributaria para los empleadores hasta fin de año y así evitar despidos.
El exvicepresidente y candidato demócrata a la presidencia de EE.UU. Joe Biden calificó la orden ejecutiva del presidente Trump de recortar los impuestos sobre la nómina como “una guerra imprudente contra el Seguro Social”.
Trump ordenó al Departamento del Tesoro permitir a los empleadores aplazar el pago de los impuestos sobre la nómina del Seguro Social de los empleados hasta fin de año, para los estadounidenses que ganan menos de USD$ 100 000 dólares al año. Eso implicaría menor recaudación por parte del Estado.
Esta decisión y la reacción de la oposición muestra dos visiones de Estado, política, salud y economía. Por un lado, el partido demócrata se muestra cada día más socialista, buscando meter al Estado en cada ámbito de la vida de los ciudadanos, produciendo menos en el sector productivo y recaudando más para el sector improductivo.
Por el otro lado, la gestión de Trump se ha caracterizado por reducir la influencia del Estado e impulsar la creación de empleo, en lugar de la dependencia estatal.
Tanto así que el desempleo llegó al punto más bajo en la historia bajo la gestión de Trump, inferior al 3,5 % de la población, antes de la pandemia del coronavirus, siendo la comunidad negra e hispana los más beneficiados.
La hipocresía de los demócratas afecta a la clase trabajadora
La política económica impuesta por Donald Trump tiene la simple virtud de aliviar la carga impositiva para las personas más necesitadas. Como ya se explicó, una persona que gana menos de USD 100 000 no tendrá un recorte del impuesto sobre sus salarios, esto, claramente, les ayudará con la crisis económica que afrontan.
Según Joe Biden, el candidato demócrata, lo que busca Trump no es “aliviar la carga impositiva”, sino que está planteado una “guerra imprudente contra la Seguridad Social”. Para Biden, Trump está implementando una “hoja de ruta para recortar el Seguro Social”.
Por supuesto, Joe Biden no presentó prueba alguna de sus afirmaciones, solo señaló en una declaración vía correo electrónico que la medida “socavaría toda la base financiera del Seguro Social”. El candidato presidencial, además, comparó la orden de Trump con el plan de impuestos presentado por la administración de Obama en 2012 y señaló que, al contrario de la primera, esta no parece mantener “protecciones o garantías de que el Fondo Fiduciario de la Seguridad Social se completará”, tal y como se lee en The Hill.
La realidad es que, más allá de las teorías de Biden, las propuestas de ambos candidatos van en consonancia con sus promesas de gobierno: Trump ha dicho que para combatir la crisis económica tiene un plan de reducción de impuestos, para así alivar la carga impositiva no solo de las pequeñas y medianas empresas, sino de todos los trabajadores; y Biden ha dicho que su plan es aumentarlos para que así el Estado pueda proteger al ciudadano estadounidense “más vulnerable y menos privilegiado” a través de planes sociales que necesitan de una gran cantidad de subsidios.
Impuestos que atentan contra la economía
Hay que aplicar la lógica: impuestos más altos y mayores restricciones implican un ahogamiento de las finanzas de los empresarios y los trabajadores, más todavía en este contexto de crisis. En ese sentido, es normal ver a naciones como Reino Unido recortando impuestos para los rubros más afectados como el del turismo, también es lógico que se apoyen a las pymes o a las pequeñas y medianas empresas que están ahogadas por el tiempo sin producir gracias a las cuarentenas restrictivas.
De hecho, son contados los países que, al contrario de la lógica, están aplicando más impuestos o generando otros tipos de cargas impositivas para “recaudar” dinero y tener “balanceadas las finanzas”. Argentina es un claro ejemplo de ello, y también es el ejemplo de todo lo que está mal en materia económica, de déficit fiscal y de recaudación: percibe poco y recauda mal pese a ser el país con más impuestos en toda la región.
Esta ruta de impuestos para “fortalecer las finanzas del Estado” es lo que quieren implementar los demócratas, ya que es la única forma de poder financiar los costosos subsidios y dádivas que están prometiendo a sus electores. Lastimosamente, si se llega a aplicar este peligroso plan, que es una medida política-económica plenamente socialista, la principal afectada será la economía estadounidense y sus ciudadanos. El número de empresas cerradas será mucho mayor, el desempleo seguirá creciendo, el déficit fiscal aumentará y los problemas “sociales estructurales” – que prometen reestructurar los demócratas – no se van a finiquitar con ese tipo de medidas.
En América Latina se han implementado, desde siempre, las políticas de Biden, nunca funcionaron.
El espejo de Detroit en el que todo estadounidense debería reflejarse
Hay quiénes sostienen que, dentro de un país que se rige bajo las reglas del libre mercado, el capitalismo y la libertad económica; no puede haber una administración socialista. Se equivocan. Dentro de Estados Unidos ya existieron experimentos sociales de políticas socialistas, y fracasaron. Fue el caso de la ciudad más importante del estado de Michigan, Detroit, que pasó de ser una ciudad pujante de la mano del auge de la industria automotriz a una ciudad desolada y atormentada por su fracaso económico.
Lo que ocurrió con Detroit fue un cumulo de muchas situaciones: la industria automovilística se desarrolló y, al mismo tiempo, buscó su expansión. Detroit falló en no diversificar y descentralizar la economía, por lo que mantener el sector automotriz como única fuente de sustento terminó siendo un golpe de gracia para una ciudad que tenía unos tremendos conflictos raciales a causa de la migración masiva provenientes de los estados del sur.
Detroit se equivocó en muchas cosas: no aprovechó la migración para desarrollarse culturalmente – los conflictos sociales entre afroamericanos y blancos se intensificaron –, no capitalizó su primer auge económico para hacerla una ciudad atractiva para otros sectores de inversión, no generó un crecimiento sostenible de la propia localidad y quedó estancada en el tiempo por su falta de evolución.
Ahora, más allá de lo último, lo que condenó a Detroit como una ciudad fracasada dentro de todo el éxito americano, no fue como entró en crisis, sino qué fue lo que hizo para salir de ella. Casi todo EE. UU, en algún momento, tuvo alguna crisis económica, en casi todo el país hubo conflictos sociales y raciales, ¿pero qué diferencia a Detroit del resto del país? Que en EE. UU, casi en su plenitud, se apostaron por medidas económicas, políticas y sociales en sintonía con las ideas de la libertad y el capitalismo mientras que, en Detroit, se aplicaron teorías de corte socialista.
Para dar un resumen, la intendencia de Detroit se dedicó a otorgarle subsidios a las “clases menos privilegiadas” – personas de color –, hicieron cupos justos en cargos públicos para afroamericanos, planes de vivienda, entre otras medidas que, con el paso del tiempo, obligó a que se aumentaran los impuestos para poder costear las dadivas y convirtieron a una migración productiva en personas dependientes del aparato estatal.
¿Qué ocurrió con la ciudad?
Detroit fue, por décadas, una ciudad poco atractiva para la inversión; la inseguridad creció, su población natal se fue a otras partes, las fábricas y compañías hicieron lo mismo, los problemas sociales no se terminaron y todo el plan fracasó rotundamente hasta que, en 2013, después de que Detroit entró en default, el gobierno federal intervino con una reestructuración con políticas de austeridad en finanzas y capitalistas en lo económico que le dieron una luz al final del túnel a la ciudad.
Empezaron con políticas de austeridad para nivelar las finanzas públicas, se implementaron planes de inversión para incentivar a que se arriesgue dinero en Detroit – de eso consiste una inversión –, se están aplicando planes de reinserción social más eficaces para que las personas de la clase baja puedan tener mejores oportunidades de salir adelante, trabajo y educación, incluso hay planes para quienes tienen antecedentes penales. Por supuesto, a partir de esto, las cargas impositivas se aliviaron y ahora Detroit es una ciudad más atractiva para la inversión. Todo un milagro.
Ahora la ciudad más importante de Michigan afronta el reto de superar la crisis generada por la COVID-19, si logran superar esta dificultad, podría decirse que el desarrollo estará al alcance de sus manos y será cuestión de tiempo para que Detroit vuelva a brillar.
Conclusión: no es que la acción del recorte o el aumento de impuestos signifiquen cambios sustanciales en el manejo de los países, el verdadero problema son las intenciones de esas medidas, y lo que quieren hacer los demócratas junto a Biden es, justamente, lo que convirtió en Detroit en una ciudad fracasada.
Este artículo tuvo la valiosa colaboración de la columnista Mamela Fiallo Flor.